Un puente sobre el tiempo
El concierto de San Ovidio y su autor, Antonio Buero Vallejo, pertenecen a la cultura espa?ola de la ¨¦poca franquista. Forman parte importante de una voluntad de supervivencia, de una tiransmisi¨®n de valores humanos y sociales distintos de los oficiales y de una manera de hacer capaz de utilizar la par¨¢bola, la traslaci¨®n en el tiempo y en el espacio, la alegor¨ªa y el s¨ªmbolo, el doble o triple fondo de la palabra, para mantener vivo ese esp¨ªritu de resistencia.La coincidencia en un mismo d¨ªa de la reposici¨®n de El concierto de San Ovidio, con car¨¢cter de homenaje a Buero, con la designaci¨®n de Alfonso Sastre como premio nacional de teatro muestra que las generaciones actuales pueden reconocer esa herencia recibida, o esa transmisi¨®n cumplida Los dos autores polemizaron en tiempos, y a veces ¨¢speramente: la perspectiva
El concierto de San Ovidio
Antonio Buero Vallejo (1962). Int¨¦rpretes: Manuel Tejada, Charo Soriano, Ana Latorre, Pepe Caja, Pedro del R¨ªo, F¨¦lix Navarro, Enrique Men¨¦ndez, Fabio Le¨®n, Carlos Hip¨®lito, Juan Gea, Ana Marzoa, Sonia Grande, Francisco Vidal, Carlos Marcet, Pedro Miguel Mart¨ªnez, Jos¨¦ Segura, Fernando Sotuela, etc¨¦tera. Escenograf¨ªa de Andrea d'Odorico, con Mario Bernedo. Figurines: Juan Guti¨¦rrez Reynolds. Direcci¨®n: Miguel Narros. Reposici¨®n: teatro Espa?ol. Madrid, 25 de abril.
sobre el pasado les nivela, les identifica. El concierto de San Ovidio es de 1962; La taberna fant¨¢stica, de Sastre, de 1966.
El concierto forma parte de esa curiosa y valiente aventura teatral de la posguerra interminable, y tiene tratamiento de excelencia en libros, ensayos, historias. El seminario que el Espa?ol sostiene en torno a obra y autor, doctoral y acad¨¦mico, va a sostener esos valores, que sin duda ser¨¢n para siempre motivo de estudio y de alta consideraci¨®n. No es necesario volver aqu¨ª sobre ello. Otra cosa es su representaci¨®n actual.
Lo que entonces era met¨¢fora, o par¨¢bola, se queda desnudo y pasa a primer t¨¦rmino, o a objeto esencial de la obra; y lo que en el di¨¢logo era alusivo, se expresaba por la reiteraci¨®n, por el rodeo o la par¨¢frasis, por el h¨¢bil juego de concordancias sobre lo que no se pod¨ªa decir, aparece como, desasido o vac¨ªo: le falta el entorno. Y la complicidad del espectador. Han cambiado tambi¨¦n las formas teatrales, o, por decirlo m¨¢s justamente, las ha cambiado el sistema de percepci¨®n del p¨²blico.La obra se va haciendo larga y pesada. En las palabras que pronunci¨® al final, Buero, aludi¨® a esa longitud justific¨¢ndola por el europe¨ªsmo: en Europa, el teatro es largo y a ¨¦l mismo le pareci¨® que con esa medida sus tres lloras son todav¨ªa cortas. Hay algunos equ¨ªvocos en esto. En Europa el teatro ha perdido unidades de tiempo: lo hay largu¨ªsimo, y lo hay brev¨ªsimo. Pero cuando es largo est¨¢ repleto de ideas, acontecimientos, atractivos visuales, es decir, es una cuesti¨®n de densidad.
Renovaci¨®n de un testimonio
En El concierto no es preciso esperar el paso de las horas: el exceso de tiempo empleado, con arreglo a las medidas de percepci¨®n actuales, se nota desde las primeras escenas, desde la exposici¨®n de antecedentes y la repetici¨®n oral de lo sabido. La rapidez de captaci¨®n del espectador no concuerda con la lentitud de lo dicho y hecho, a lo cual se a?ade la evaporaci¨®n en el tiempo de las significaciones inmediatas. No obstante, aquellos para quienes la obra y el autor pasan por encima del hecho actual de una representaci¨®n de teatro y acuden a la renovaci¨®n de un testimonio pueden encontrar claves suficientes para que su atenci¨®n no se disperse. El mensaje ¨²ltimo tampoco se pierde: la fe en el destino del hombre y la exaltaci¨®n de su dignidad, el valor de la lucha y la idea de que aun los que pierden dejan una semilla que va a florecer en otros tiempos no han declina do. S¨®lo que hay otras maneras de expresarlo.Miguel Narros se esfuerza, en su direcci¨®n, por animar y vitalizar la obra, pero est¨¢ obligado a respetar el monumento y el documento, y ello le priva de libertades. Utiliza segundas acciones, escenograf¨ªa -hasta las mutaciones a la vista del p¨²blico, por transparencia, forman parte del entretenimiento adicional-, colocaci¨®n de figuras, movimiento de luces, creaci¨®n de cuadros pl¨¢sticos.
Escenario pict¨®rico
El escenario de Andrea d'Odorico es pict¨®rico y arquitect¨®nico, a veces m¨¢s rico de colores y materiales de lo que la acci¨®n describe, y lo mismo sucede con los figurines de Guti¨¦rrez Reynolds. La interpretaci¨®n se centra so bre todo en el duelo protagonista antagonista de Juan Gea, que tie ne una solvencia de fuerza, energ¨ªa y claridad en el papel del rebelde, y de Manuel Tejada en el manipulador, el explotador: los personajes son monocordes, emblem¨¢ticos, y ello les impide a los actores desarrollar otras capacidades de matices: pero lo que tienen que hacer lo hacen bien.
Ana Marzoa tiene un papel m¨¢s libre, el que corresponde a la mujer en este tipo de teatro, como reveladora, intermediaria, y es ese personaje que va entrando en la medida de conciencia deseada por el autor hasta llegar a la redenci¨®n interna: todos los valores posibles los saca adelante la buena actriz.
El reparto es muy extenso, basado tambi¨¦n en la construcci¨®n de los rasgos caracter¨ªsticos o diferenciales muy exagerados de cada presentan as¨ª. El ¨¦xito se cumpli¨®. En los saludos finales hubo intensidades de aplausos correspondientes a la actuaci¨®n de los int¨¦rpretes, aclamaciones para el director y sus colaboradores y el entusiasmo del homenaje a Buero Vallejo, que 37 a?os atr¨¢s saludaba por primera vez al p¨²blico desde este mismo escenario (con la obra Historia de una escalera) y que en este lapso ha enriquecido una cultura que estaba agredida.
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