Un canto de vida y de esperanza
"?Vengan a ver vuestras mercedes el Retablo de la libertad de Melisendra!". As¨ª cantaba un ni?o / trujam¨¢n, bajo la direcci¨®n del maestro valenciano Jos¨¦ Iturbi, en la Barcelona de 1957. El ni?o se llamaba Jos¨¦ Carreras y ya entonces asombr¨® a todos por su exacta afinaci¨®n, nada f¨¢cil de conseguir en una obra como El retablo de maese Pedro, de Manuel de Falla,Quienes escuchaban a aquel ni?o no pod¨ªan suponer que estaban ante el anuncio de un nuevo fen¨®meno de la l¨ªrica barcelonesa, tan f¨¦rtil y rica en grandes voces. No siempre los ni?os precoces se convierten en grandes artistas, y en esto ya constituye Jos¨¦ Carreras un caso infrecuente.
Han pasado poco menos de tres lustros desde que Montserrat Caball¨¦ presenta al nuevo tenor en la ¨®pera Lucrecia Borgia. La emoci¨®n de su timbre era equilibrada y aun superada por la belleza de un frasco y una dicci¨®n conmovedora. A Jos¨¦ Carreras siempre se le entiende el texto de lo que canta, cualquiera que sea la lengua original: castellano, catal¨¢n, franc¨¦s o italiano.
Un antidivo
En la humanidad de su arte se refleja la del hombre que crea y sostiene a este arte. Antidivo por excelencia y superdivo por naturaleza, Jos¨¦ Carreras reh¨²ye los gestos y las actitudes vanidosas. Si la profesi¨®n le obliga. a actos exhibicionistas en los que se mezclan el arte y el marketing, es f¨¢cil advertir en ¨¦l un gesto como de excusa en incluso cierto aire de condescendencia.
Jos¨¦ Carreras se ha convertido en un mito viviente y lo tiene todo para serlo verdaderamente: voz, imagen, t¨¦cnica, emoci¨®n y estilo. Su Don Jos¨¦ en Carmen supera cuanto so?ara Bizet y torna noble el pintoresquismo de Merim¨¦e; su Cavadosi en Tosca penetra desde lo l¨ªrico en los ¨¢mbitos de lo heroico; su pr¨ªncipe Don Carlos resulta tan fascinante que presta veracidad a los supuestos amorosos de la leyenda negra.
Jos¨¦ Carreras es, para espa?oles y americanos, milaneses y londinenses, berlineses y parisienses, "nuestro Carreras", o sea , un artista que el p¨²blico hace suyo en la escena, en el concierto, en la televisi¨®n.
Su alta exigencia musical y su instintiva elegancia satisface el rigor de Karajan, las po¨¦ticas versiones de Giulini o las precisas de Claudio Abbado. Junto al largo repertorio oper¨ªstico, Carreras alcanza primores magistrales en el lied y la canci¨®n: su jota y su polo de Falla son tan ejemplares como su aria de El caser¨ªo, de Giulini, todo un madrigal en la voz de Carreras y la orquesta confidencial de Ros-Marb¨¢.
Triunfador nato
La duda po¨¦tico-musical de Jan¨¦s y Mompou, uno de los m¨¢s bellos momentos de la l¨ªrica catalana, se inicia en Jos¨¦ Carreras hasta que se borran los l¨ªmites que separan el texto de la melod¨ªa. Y en la constante extensi¨®n de su repertorio recordemos que hace tan s¨®lo unas semanas Jos¨¦ Carreras grab¨® La misa criolla de Ariel Ram¨ªrez.
Lo hizo en el santuario de la Bien Aparecida, en las proximidades de la ciudad c¨¢ntabra de Laredo, con la Coral Salv¨¦, que dirige Jos¨¦ Luis Ocejo. Para Carreras no existen mundos musicales aparte. Hay necesidad de comunicaci¨®n, impulso para que el arte en sus diversas formas llegue a los m¨¢s extensos p¨²blicos. Todos le siguen, y en estos momentos se preocupan por la enfermedad de su tenor, aunque tienen la seguridad de que sabr¨¢ superarla.
Toda la biograf¨ªa de Jos¨¦ Carreras es un canto de vida y de esperanza al que, una vez m¨¢s, ser¨¢ fiel este ni?o grande del bel canto cuyas pr¨®ximas citas con los espa?oles son el estreno de la ¨®pera Col¨®n, de Balada, en el Liceo de Barcelona, y Sans¨®n y Dalila, en la Zarzuela de Madrid.
La voz de Carreras calla estos d¨ªas, tras de una semana de preocupaciones y despliegues informativos. No se extingue, en cambio, el creciente oleaje de las ovaciones al cantante Jos¨¦ Carreras, espa?ol de todos los mundos, grande, universal y triunfador nato.
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