Periodistas
Parece que el periodista va a verse obligado a revelar sus fuentes cuando lo pida el juez. As¨ª lo ha decidido el Gobierno: "El Gobierno, no. El socialcristianismo que disfrutamos", salta G¨®mez Llorente, mascullando su pipa. "Socialcristianismo", porque ya tenemos un impuesto cat¨®lico que pagar, directa o indirectamente. A uno, como profesional, le gusta el neofelipismo, pues que obliga a nuevas fintas y malicias en el estilo, como cuando entonces, y los de caligraf¨ªa esot¨¦rica nos lucimos m¨¢s. Tambi¨¦n nos van a controlar la cuenta corriente, la cartilla de ahorros (supongo) y hasta el cerdito de hucha de barro. Con la democracia a braga quitada, era todo como m¨¢s campechano y aburrido. No hab¨ªa manera de dar la nota. Pero estos ajustes finos de la democracia nos devuelven, s¨ª, al socialcristianismo bahamondista, y al escritor no hacen sino darle oportunidades, ya que es el ¨²nico que sabe hablar en prosa sin que los jueces se enteren. En plena crisis del medio siglo, a uno le rejuvenecen tres cosas: la nueva sumisi¨®n al Vaticano, la censura judicial y las visitas de Iria Bugallal en la dacha, que viene a verme en bicicleta. Estamos, s¨ª, corno cuando entonces, despu¨¦s de dar un largo rodeo por la transici¨®n, el cambio, la ruptura, el eurocomunismo, la OTAN/NO y la Virgen. Ya podemos los periodistas volver a hacer estilo. Los colegas que se quejan estos d¨ªas de la nueva restricci¨®n, es que no entienden el juego. A quienes escribimos en los peri¨®dicos nos ha tocado la loto. No ya un Franco parkinsoniano, sino cientos, miles de Francos espectrales, inexistentes, pero consecuentes, por toda Espa?a, acechando nuestro pendolismo.El hombre se hace contra la adversidad y el periodista se hace contra la censura, ll¨¢mese judicial o gubernamental. El secreto profesional no podr¨¢ ser alegado en delitos perseguibles de oficio. ?Y qu¨¦ es delito, y qu¨¦ no es perseguible de oficio? Se empieza por ah¨ª y se acaba meti¨¦ndole a uno en el saco por todo. La libertad es total o no es. No hay libertades condicionales ni para Ruiz-Mateos. Pero la libertad no le va al escritor espa?ol. De Cervantes a Delibes, todos hemos escrito mejor contra la Sagrada Inquisici¨®n. Todos estamos fichados por Hacienda y por la Iglesia, ya, dos instituciones que vienen a ser lo mismo. Los diezmos y primicias del cielo y las bulas hacend¨ªsticas al que tiene millones para hacerse una Fundaci¨®n March. Pero la ola conservadora viene de Europa, desde el Norte, de modo que tampoco hay que culpar al neofelipismo. No s¨¦ los particulares, pero los periodistas estamos o debi¨¦ramos estar encantados con la nueva y sutil presi¨®n (que no represi¨®n). A uno se le ha curado ladepre, la neura, el ¨¢cido ¨²rico y hasta los triglic¨¦ridos de s¨®lo saber que hay que andarse con cuidado. Escribir es bordar. Se borda sobre el ca?amazo/estame?a de la Inquisici¨®n, de alguna/cualquier inquisici¨®n. Uno naci¨® bordadora. Con la libert¨¦ s¨®lo se acaba haciendo literatura light, que es en lo que andan nuestros postnov¨ªsimos. El escritor necesita plomo en el ala: que le deje su se?ora o que le llame el juez. El Quijote se empieza a escribir en una c¨¢rcel. La libertad no conduce a nada, como primero hab¨ªa descubierto Lenin y ahora Javier Solana. Los gobernantes no saben lo que se buscan: con la libertad, toda cr¨ªtica se queda en pingaleta intrascendente. (Por eso este peri¨®dico publica sus cartas m¨¢s cr¨ªticas contra ¨¦l.) Con la represi¨®n justa y jur¨ªdica, la cr¨ªtica se engrandece. Nada menos que el barroco espa?ol nace de la dificultad de decir las cosas: Quevedo, V¨¦lez, Graci¨¢n, etc¨¦tera.
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