Los desechos de la fortuna
La recogida de billetes de loter¨ªa no premiados es un medio de vida para muchas personas
Viven gracias al despiste ajeno. Una vez concluido el fest¨ªn semanal del juego, salen pacientemente a recoger las migajas que van a parar a las papeleras de las administraciones de loter¨ªa. Mientras casi todos los participantes en el sorteo sue?an con solucionar su vida gracias a un golpe de suerte, ellos, menos exigentes con el azar, tan s¨®lo esperan que permanezcan inmutables las probabilidades de que algunos d¨¦cimos premiados escapen a la supervisi¨®n de sus due?os. Su suerte depende de la lucha cotidiana para obligar a la fortuna a dar otro golpe de tuerca que les permita subsistir.
Casi ninguno reconoce que saca beneficio del contenido de1as papeleras. Se presentan en las administraciones de loter¨ªa como coleccionistas. El que lo es de verdad no tiene ning¨²n reparo en admitir que, de cuando en cuando, encuentra alg¨²n premio.En la administraci¨®n de loter¨ªa 146, en el n¨²mero 201 de la calle de Bravo Murillo, en Madrid, un joven quiso instalar una papelera propia, cerrada con candado, para tener la exclusiva. Las empleadas de la administraci¨®n se negaron rotundamente. "La papelera tiene que estar abierta para todos porque puede volver un cliente avisado de su error para intentar recuperar su participaci¨®n", asegura una de ellas. Le dijeron que no se preocupara: "Guardamos los n¨²meros no premiados que nos entregan para los coleccionistas", corean al un¨ªsono. Sin embargo, aseguran que el joven "siempre, siempre, mira en la papelera".
Por este establecimiento pasan con diversa regularidad los coleccionistas. Unos aparecen s¨®lo una vez al mes o a la semana. Otro lo hace diariamente. Casualmente, en el mism¨ªsimo momento en que se intent¨® hablar con ¨¦l, dej¨® de aparecer. "Lo mismo est¨¢ algo pachucho, como es mayor...", explica una de las empleadas.
Tampoco acude a su cita habitual una persona muy conocida en otra administraci¨®n de loter¨ªa, situada en el centro de Madrid. Tiene una pensi¨®n por invalidez permanente, y por lo visto el m¨¦dico le recomend¨® que anduviera. Seg¨²n el propietario del establecimiento, recorre cada d¨ªa una zona distinta de la ciudad, e incluso extiende su radio de acci¨®n a la periferia. Su peculiar forma de entender el deporte le permite fortalecer el coraz¨®n y sanear de paso el bolsillo.
Roberto Rodr¨ªguez (nombre supuesto) es ya un veterano del asunto de las papeleras. Aparece a la velocidad del rayo, m¨¢s preocupado por averiguar lo que se sabe del terna que de facilitar de talles. Teme que se corra la voz y muchos desocupados se lancen como buitres sobre su negocio.
Un n¨²mero de personas dif¨ªcil de precisar dedica sus afanes a esta actividad y, por lo visto, el cupo ya est¨¢ completo. Insiste una y otra vez en que est¨¢ muy enterado, como si quisiera calibrar el valor monetario de su in formaci¨®n. Y cuando comprende que no va a sacar nada, se marcha muy enfadado.
Buscadores de fortuna
Laura, empleada en la administraci¨®n de loter¨ªa n¨²mero 39, en la calle de San Sebasti¨¢n, conoce a Roberto hace m¨¢s de nueve a?os, porque acude semanalmente a recoger lo de la papelera y la participaci¨®n del n¨²mero a que est¨¢ abonado. "Es muy met¨®dico, muy ordenado. Tiene Madrid dividido en distritos, y cada d¨ªa se recorre una zona. Hasta lleva un estadillo, una contabilidad de lo que gana. Hace tiempo me coment¨® que ese a?o hab¨ªa conseguido 700.000 pesetas". Precisamente, esta semana le ha entregado una participaci¨®n premiada con 5.000 pesetas. Tiene su nombre escrito al margen, "por si Loter¨ªas no nos lo admite". Laura recuerda haber pagado a una vecina del barrio 50.000 pesetas por un premio hallado en la papelera, "se lo gast¨® en jugar, porque aunque era pobretona, ten¨ªa el gusanillo".Lo m¨¢s frecuente es que se tiren los premios correspondientes a las centenas, las tres ¨²ltimas cifras del primer y segundo premio, que suelen tener 5.000 o 5.500 pesetas de gratificaci¨®n. Ya la gente no es tan despistada como antes, porque "con los tiempos que corren, se mira mucho la peseta". Para capturar esos pellizcos que se deslizan en las papeleras hay que hacer acopio de una gran dosis de paciencia. Cuando Roberto llega a su casa, despu¨¦s de acostar a sus dos hijos, se enfrenta con su mujer a la monta?a de participaciones obtenida, pertrechados con unos mandiles enormes y con las listas oficiales de premios en la mano. Tras media hora de contrastar los n¨²meros, ¨¦stos empiezan a bailar por la habitaci¨®n, pero tanta tenacidad tiene su peque?a recompensa, asegura Laura.
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