Pero ?de qu¨¦ igualdad me hablas?
Las mujeres somos m¨¢s de la mitad de la humanidad, pero seguimos representando un rol secundario en la mayor parte de las esferas de la vida social.Dicho esto, con lo que creo que todos coincidiremos, y como introducci¨®n a la breve reflexi¨®n que va a continuaci¨®n, hago m¨ªa la frase de Simone de Beauvoir, cuando en su maravilloso libro El segundo sexo dice: "La opresi¨®n social que sufre la mujer es una consecuencia de su opresi¨®n econ¨®mica. S¨®lo podr¨¢ establecerse la igualdad cuando ambos sexos gocen de derechos jur¨ªdicamente iguales, pero esa liberaci¨®n exige la vuelta de todo el sexo femenino a la industria p¨²blica."
Si analizamos la situaci¨®n de la mujer en relaci¨®n a su participaci¨®n en el trabajo, nos encontramos con datos que siguen siendo ciertamente muy preocupantes:
La tasa de actividad, es decir, la proporci¨®n de mujeres activas respecto a la poblaci¨®n total femenina que ha superado la edad m¨ªnima laboral es de un 32,5% muy por debajo de la media europea.
El paro, por el contrario, es en las mujeres del 26,7%, frente al 14% de los hombres. A destacar especialmente el paro entre las mujeres comprendidas entre los 20-25 a?os, que alcanza el 44,2% y al 28,4% de los hombres.
A pesar de que a¨²n somos muy pocas mujeres las que trabajamos, ya hemos rebasado en cifras absolutas a los hombres en el paro registrado en el Inem.
Otro rasgo esencial es la concentraci¨®n del empleo femenino en un reducido n¨²mero de rama de actividad, con la consiguiente feminizaci¨®n de dichos sectores. Casi el 70% de todas las mujeres ocupadas est¨¢n concentradas, por orden de importancia, en: comercio, agricultura, servicios personales y dom¨¦sticos, educaci¨®n y sanidad.
Tambi¨¦n hay que destacar fen¨®menos como el llamado paro desanimado, el subempleo, el trabajo a domicilio, el empleo sumergido, que no tienen cabida en los criterios estad¨ªsticos cl¨¢sicos, tienen una gran incidencia en la poblaci¨®n femenina. En esta l¨ªnea valgan como ejemplo los datos reflejados en el estudio sobre condiciones de vida y trabajo en Espa?a presentado por el se?or Solchaga al Parlamento hace unos a?os, donde se reflejaba que el 36%. de la mano de obra femenina ocupada trabajaba de forma precaria, mientras que en los varones es ¨²nicamente del 16%. Las mujeres suponen el 48% del mercado irregular, mientras que s¨®lo significan el 24%. de los ocupados regulares.
Son, por tanto, las personas que tienen unas tasas de actividad menores, porque sus oportunidades de encontrar empleo tambi¨¦n lo son, y por tanto con una situaci¨®n de necesidad clara, las que aceptan unas condiciones precarias de trabajo.
No obstante, se empiezan a dar datos esperanzadores que vislumbran la incorporaci¨®n de la mujer al trabajo como algo irreversible, tanto en Espa?a como en el resto de la CE.
Quebradero de cabeza
Y es esta incorporaci¨®n al trabajo la que empieza a ser preocupaci¨®n y quebradero de cabeza para nuestros sesudos gobernantes, ?con lo bien que iba todo!: hemos o¨ªdo por activa y ahora por pasiva que la econom¨ªa va viento en popa (ahora dicen un poco recalentada), que el paro disminuir¨ªa si no fuera por los j¨®venes (que tienen la desgracia de haber nacido en mala ¨¦poca y ser muchos) y por las mujeres que ahora les da por trabajar, ?con lo bien que estaban en sus casas!
En el fondo, los responsables de la pol¨ªtica de empleo y los dise?adores de pol¨ªtica econ¨®mica se estremecen cuando algunas (a¨²n pocas mujeres) pretendemos tener acceso a empleos remunerados que deber¨ªan quedar reservados a los hombres.
Pero como todo tiene soluci¨®n, y mucho m¨¢s en el terreno de la estad¨ªstica, se ha recurrido a un maravilloso sistema, por medio del cual se mantiene estancado el n¨²mero de mujeres registradas como paradas en las oficinas de empleo. En el ¨²ltimo a?o incluso baja levemente, 1.501.509 en enero de 1988 y 1.498.931 en marzo de 1989. Pero, sin embargo, se ha elevado la cifra de excluidas del paro registrado por diferentes y arbitrarios criterios estad¨ªsticos, pasando en las mismas fechas de 366.158 a 616.907, es decir, un cuarto de mill¨®n m¨¢s de mujeres que pasan al ostracismo y se acab¨® el problema. Se les cambia de casilla, y listo.
As¨ª vemos que uno de los apartados que aumenta de forma cuanto menos sospechosa es el de demandantes por cambio de empleo, que lo hacen en cerca de 200.000 personas en un a?o. Ser¨¢ que se entiende que las mujeres paradas que buscan un empleo ya lo tienen (la casa) y s¨®lo quieren cambiar a otro, por lo que no son paradas.
Y en ¨¦stas estamos (una no sale de su asombro) cuando llega a mis manos el llamado programa experimental de formaci¨®n ocupacional para mujeres solas con cargas familiares y escasos recursos econ¨®micos, firmado entre el Inem y el Ministerio de Asuntos Sociales-Instituto de la Mujer, donde textualmente recoge, en el apartado de perfil de las alumnas: "No es necesario el requisito de estar dada de alta como demandante de empleo, ni, consiguientemente, tener per¨ªodo m¨ªnimo de antig¨¹edad en la demanda".
Pol¨ªtica de empleo
Dif¨ªcilmente se puede elaborar una pol¨ªtica de empleo que abarque a todos los colectivos y que tenga una relaci¨®n directa con la formaci¨®n, la oferta y la demanda y la creaci¨®n de empleos dignos, si no existen unos servicios p¨²blicos gratuitos que incluyan a todos los parados, con prioridad para los m¨¢s necesitados: las mujeres.
Al final, acaba uno pregunt¨¢ndose si todav¨ªa perviven desde el poder teor¨ªas como:
- "La hembra es hembra en virtud de cierta falta de cualidades" (Arist¨®teles).
- "La mujer es un hombre frustrado, un ser ocasional", como decret¨® santo Tom¨¢s.
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