Salman Rushdie vive su propio libro
A un par de millas de donde Salman Rushdie viv¨ªa en Londres antes de esconderse quemaron vivo a un escritor p9r blasfemo. Era un sacerdote llamado William Rogers, y la ofensa fue haber traducido parte de la Biblia latina al ingl¨¦s. Esto ocurri¨® en 1555. Cuatro siglos m¨¢s tarde, justo enfrente de su iglesia, una editorial tuvo que comparecer ajuicio ante el Tribunal Militar Central. La acusaci¨®n argumentaba que la edici¨®n de una versi¨®n expurgada de El amante de lady Chatterley, de D. H. Lawrence, contraven¨ªa una ley de censura, la ley de Publicaciones Obscenas, aprobada el a?o anterior por el Parlamento. El editor, Penguin, fue absuelto. Esto ocurri¨® en 1960.
Salman Rushdie ten¨ªa entonces 13 a?os, y estaba padeciendo la severidad de un internado brit¨¢nico, el Rugby, en donde el progreso de la civilizaci¨®n inglesa puede no haber resultado muy evidente para un alumno nuevo que adem¨¢s era extranjero.
Ahora, Penguin est¨¢ siendo atacada de nuevo. Los musulmanes brit¨¢nicos que han estado protestando en contra de la publicaci¨®n de Los versos sat¨¢nicos, de Rushdie, han redoblado sus esfuerzos con la esperanza de evitar que la casa saque la edici¨®n en r¨²stica a la que est¨¢ obligada por contrato. En este caso est¨¢ en duda la fuerza de la intenci¨®n de Penguin. Una edici¨®n anterior fue destruida tras la condena a muerte emitida por el ayatol¨¢ Jomeini, y los directivos de Penguin proclaman que no pueden poner en peligro a sus empleados y a los libreros y que adem¨¢s se han vendido tantos ejemplares de Los versos sat¨¢nicos en la edici¨®n de lujo que resulta superfluo sacar una edici¨®n popular.
Rushdie y sus defensores dicen que renunciar a la edici¨®n r¨²stica equivale a rendirse ante la censura y el terrorismo. Probablemente es m¨¢s por la segunda raz¨®n que por la primera por la que el Gobierno conservador le ha defendido m¨¢s firmemente que la oposici¨®n socialista, que ha permitido que su preocupaci¨®n por los votos musulmanes eclipse su preocupaci¨®n por la libertad de expresi¨®n.
Y donde se han utilizado los argumentos en contra de la censura no siempre se ha hecho de la mejor forma para convencer a los antagonistas del libro. En un debate celebrado recientemente en el Instituto de Artes Contempor¨¢neas, el autor nativo ingl¨¦s Hanif Kureishi le dijo a su oponente, un fundamentalista isl¨¢mico, que ¨¦l tambi¨¦n hab¨ªa comprado recientemente un libro de Penguin que le hab¨ªa ofendido profundamente y que consideraba blasfemo contra sus creencias humanistas y socialistas. Este libro, dijo, era una traducci¨®n del Cor¨¢n.
Religi¨®n y censura
Resulta m¨¢s convincente el argumento del fil¨®sofo Jeremy Waldron, quien escribi¨® en el suplemento literario de The Times que si la religi¨®n es importante, entonces debe permitir todo tipo de libertades para la comprobaci¨®n y exploraci¨®n imaginativa de sus dictados. Muchos musulmanes est¨¢n de acuerdo con este punto de vista y respetan tambi¨¦n los pocos reconocimientos francos que ha habido de que la libertad de expresi¨®n es inapreciable para la civilizaci¨®n occidental, no porque est¨¦ entrelazada hist¨®ricamente en nuestra sociedad, sino por todo lo contrario, por ser tan reciente, tan precaria.
No obstante, la mayor omisi¨®n en la mayor¨ªa de las defensas de la maravillosa novela de Rushdie es la de toda referencia a c¨®mo el libro en s¨ª mismo es la exploraci¨®n m¨¢s coherente, compleja y sutil de los temas en discusi¨®n de que se dispone. Aqu¨ª hay un h¨¦roe, Salad, alejado tanto de su pa¨ªs nativo como de su hogar de adopci¨®n. Aqu¨ª hay un poeta que proclama que la funci¨®n de la literatura consiste en "nombrar lo innombrable, descubrir los fraudes, adoptar posturas, iniciar argumentos, sacudir el mundo e impedir que se duerma". Aqu¨ª hay un hombre (un imam) huyendo de unos asesinos, escondido en un apartamento en el centro de Londres pero aqu¨ª tambi¨¦n, en el peregrinaje oscurecido por las mariposas, est¨¢ la belleza de la fe. Aqu¨ª, de nuevo, hay una visi¨®n de la ciudad moderna como: el escenario cl¨¢sico de realidades incompatibles, vidas que no tienen motivos para mezclarse unas con otras... Un universo, en un paso de cebra, se capta por un instante en los faros de un veh¨ªculo en el que se encuentra una continuidad completamente ajena y contradictoria. Y mientras s¨®lo sea eso, que pasen en la noche... no es tan malo. ?Pero si se encuentran! Es uranio y plutonio...".
Y aqu¨ª, en las p¨¢ginas finales, hay un argumento sobre el, papel del artista ante los ataques del fundamentalismo. ?No deber¨ªa uno mantenerse al margen de problemas, asegurarse la supervivencia art¨ªstica propia a costa de comprometerse? Despu¨¦s de todo, ?no est¨¢ el antisectario cineasta Gibreel provocando "un enfrentamiento final... sabiendo que no puede ganar y que le har¨¢n pedazos"? La respuesta ya se ha dado: "Secularidad contra religi¨®n, la luz contra la oscuridad. Es mejor que elija de qu¨¦ lado est¨¢".
Una de las muchas iron¨ªas del aprieto en que Rushdie se encuentra ahora es que est¨¢ viviendo gran parte de su libro prof¨¦tico. Gracias tambi¨¦n a su propia fuerza moral: a pesar de la destrucci¨®n de su vida dom¨¦stica y social, est¨¢ siendo capaz de escribir: un cuento que le hab¨ªa prometido a su hijo, art¨ªculos y cr¨ªticas, una conferencia que pronunciar¨¢ en su ausencia Harold Pinter en el Instituto de Artes Contempor¨¢neas el pr¨®ximo 6 de febrero.
No obstante, ser¨ªa comprensible que el retraso de la edici¨®n en r¨²stica distrajeran a este escritor excepcionalmente valiente. Una soluci¨®n est¨¢ en la l¨ªnea de la edici¨®n alemana de Los versos sat¨¢nicos: un consorcio de editores se unir¨ªa a Penguin para publicar la edici¨®n r¨²stica, presentando un frente com¨²n contra la censura. Entonces los musulmanes brit¨¢nicos podr¨ªan volver a dedicarse a problemas m¨¢s importantes y Rushdie podr¨ªa volver a escribir novelas.
es director del Times Literary Supplement de Londres.
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