Vestirse de torero
En 52 horas se hizo, en la sastrer¨ªa de Justo Algaba, un traje de luces para Juan Cubero, que toreaba una novillada en Valencia. Pero eso no es lo normal. Los toreros encargan antes de Navidad los vestidos que estrenar¨¢n en Sevilla o en Madrid, que es cuando gusta impresionar al personal.Roberto Dom¨ªnguez, que sali¨® divinamente vestido a la antigua el otro d¨ªa, ha llamado a voces desde Am¨¦rica para adelantar sus pedidos. Esta vez no ha sido tan previsor, y le va a dar s¨®lo una semana al sastre para que le borde y le arme el vestido corinto y oro con cabos negros que estrenar¨¢ el d¨ªa de la Beneficencia.
La gente del toro siempre ha dicho "vestido" al traje de luces. A fe que han sido bastante cuidadosos en no prostituir lo que lleva muchos a?os reglamentado por el buen uso. Los cambios casi no se han notado, salvo las crucecitas y virgencitas tan horteras que algunos se pinchan en el corbat¨ªn. Antiguamente, las medallas se llevaban cosidas al forro de la chaquetilla. Pero, en Fin, como eso es cosa de la fe, tampoco se puede criticar mucho la innovaci¨®n. Han desaparecido los calzoncillos de hilo o de algod¨®n atados con cintas por debajo de la rodilla, cediendo el paso a los leotardos blancos tipo enfermera. Los primeros que se usaron permit¨ªan resbalar a la taleguilla, y alg¨²n torero se sub¨ªa a pellizcos las perneras, como antes hac¨ªan las se?oras en los portales cuando se les ca¨ªan las medias.
Fuera de eso. los ¨²nicos ataques frontales a la tradici¨®n en la vestimenta han sido el mal gus,o y el intento de publicidad. De mal¨ªsimo gusto era el vestido azul y esparadrapo blanco que sac¨® Curro ?lvarez el d¨ªa 29 de mayo y el 1 de junio en Madrid, y alguna que otra cosilla que no merece la pena criticar. Fracas¨® el sacrilegio de Akal con Luis Reina, de Omega con Manolo Ortiz, y -por lo o¨ªdo- una caja de ahorros levantina se empe?¨® en vestir a alguien con su logotipo.
Desaparecieron las sastrer¨ªas de Juanito el Tortas, Manfredi de Sevilla, Santiago Pelayo y ?ngel Linares. En esta ¨²ltima alquil¨¦ yo mis vestidos de sobresaliente, cuando quise ser torero en de la mano de Ram¨®n Edo, y supe lo dificil que es ser torero.
Triunfan ahora como vest¨ªderes de torer¨ªa Justo Algaba, Ferm¨ªn e Isabelita, hija de la maestra Nati. Tambi¨¦n hace cosas Emilio, en la torer¨ªsima calle del Ave Mar¨ªa, donde en tiempes funcion¨® el taller de Enriqueta Marc¨¦n, que bordaba los capotes de paseo como nadie.
El cruzado m¨¢gico
Justo es brillante y luminoso de ¨ªdeas, como sus vestidos. Vive su profesi¨®n con intensidad y ha innovado las t¨¦cnicas de realizacion de machos, golpes, hombrillos y bandas bordadas. Se qued¨® con la pena de no haberle hecho un vestido al pobre Paquirri, que parec¨ªa estar siempre molesto dentro de la ropa y le daba unos tirones tremendos. El inmisericorde p¨²blico se met¨ªa con ¨¦l y lo que llamaban "el cruzado m¨¢gico". Los sastres dicen que ten¨ªa arreglo.
Vestirse de torero es uno de los ritos m¨¢s bellos que imaginarse pueda: para el privilegiado que asiste a la ceremonia y para el que recibe los ornamentos. El vestido de torear oprime, comprime, realza, ensalza y da moral ante el espejo y camino de la plaza. Todo ello se borra en la mente cuando se sale a parar al toro con el capote y se olvida uno hasta de c¨®mo va vestido.
Antonio ?lvarez-barrios es es per¨ªodista.
Babelia
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