El paisaje inmaterial

La memoria del paisaje ha sido, en un sentido trascendente, eje esencial de reflexi¨®n a lo largo de toda la trayectoria de Angel Pascual Rodrigo (Mall¨¦n, 1951). La disoluci¨®n, hace ahora algo m¨¢s de un a?o, de la Hermandad Pict¨®rica, el equipo que el artista conformaba junto con su hermano Vicente, ven¨ªa dada, de modo natural, por un distanciamiento en el tipo de mirada que ambos artistas vert¨ªan sobre la tradici¨®n mental del paisaje.Ya en el periodo final de las propuestas elaboradas por la Hermandad Pict¨®rica, la evoluci¨®n ¨²ltima de ?ngel Pascual Rodrigo anunciaba un proceso qu¨¦ alteraba de modo significativo, -situ¨¢ndola en un plano de complejidad conceptual m¨¢s ambicioso- la naturaleza de su apuesta. Y ese proceso encuentra, a mi parecer, una espl¨¦ndida y espectacular resoluci¨®n en el ciclo de obras recientes que el artista aragon¨¦s nos ofrece ahora en una galer¨ªa de arte madrile?a, bajo la denominaci¨®n de Pasos fronterizos, en el marco de esta nueva muestra.

En esencia, el n¨²cleo de evoluci¨®n de la propuesta art¨ªstica actual de ?ngel Pascual se sit¨²a bajo la idea de desmaterializaci¨®n del paisaje, de emancipaci¨®n con respecto del car¨¢cter objetual del cuadro.

Parad¨®jicamente, el establecimiento de un artificio pict¨®rico m¨¢s complejo se traduce en una acci¨®n conceptualmente m¨¢s radical, en la que la noci¨®n de paisaje se aleja idealmente de la sacraflzaci¨®n del lienzo y destruye, por as¨ª decir, su soporte al multiplicarlo.

Iniciada ya con la divisi¨®n en pol¨ªpticos, acentuada ahora de modo feliz con su dispersi¨®n en el espacio, la apuesta de ?ngel Pascual Rodrigo acierta a devolver a cada lienzo, -en un sentido singular-, su condici¨®n de ventana, a la vez frontera y paso fragmentario hacia la visi¨®n de una realidad mental que la obra no puede contener sino mutilada, pero que en la sabia disposici¨®n esc¨¦nica de estas piezas acierta a crear la ilusi¨®n inconmensurable que la conciencia del deseo le confiere.

Utilizaci¨®n del espacio

?ngel Pascual Rodrigo ha establecido para esta muestra madrile?a una sabia y muy atractiva estrategia de utilizaci¨®n del espacio, dosificando los efectos y estableciendo un sutil juego de interacciones entre la arquitectura y los puntos de vista que suscita al espectador.

Los muros se pueblan as¨ª de aberturas virtuales que nos asoman, mas all¨¢, a segmentos de un paisaje ideal, de l¨ªmites inciertos. Y, entre esas visiones, resulta en particular emocionante la de esa gran cascada sobre la que, por gracia del espacio, podemos asomarnos, adivinando una prolongaci¨®n m¨¢s all¨¢ del horizonte real, o verla a su vez -impetuosa visi¨®n- volcarse sobre nosotros.