La de recogerse ser¨ªa...
Las diez menos cuarto de la noche pasadas eran cuando acab¨® la novillada o m¨¢s bien deber¨ªa decirse la tortura aquella o, en el mejor de los casos, el sue?o de una noche de verano; es decir, la siesta. Cerca de tres horas de novillada, sin novillos adem¨¢s y casi sin novilleros, supone una paliza de mucha consideraci¨®n. "De entrada, las diez menos cuarto de la noche no es hora de estar en los toros sino en casa, pues la cena espera sobre la mesa, la familia en tomo y a ver qui¨¦n la hace creer que no viene uno de correrla con los amigotes. Pero la funci¨®n duraba y duraba... y la de recogerse ser¨ªa cuando a Francisco Rivera, hijo del malogrado Paquirri, le dieron una oreja.Una oreja es no es ap¨¦ndice balad¨ª. Una oreja constituye la prueba fehaciente de que hubo diversi¨®n en el festejo, y a muchas buenas gentes le basta para luego ir presumiendo por ah¨ª: "Fui una tarde a los toros y vi una oreja", dicen, y amargan al auditorio, que posiblemente estuvo una vez en los toros y no vio oreja alguna. Ahora bien, en esta ocasi¨®n pudieron jactarse doblemente porque a Pep¨ªn Liria le dieron otra. Eso acaeci¨® al principio de la novillada y aunque apenas la pidi¨® nadie, el presidente decidi¨® obsequiarla.
Lanchar / Liria, Conde, Rivera
Novillos de Lanchar, SA (N¨²?ez del Cuvillo), mal presentados, sospechosos de pitones, inv¨¢lidos y aborregados; 5% devuelto. Sobrero de Concha Navarro, impresentable, inv¨¢lido total.Pep¨ªn Liria: estocada trasera -aviso- y dobla el novillo (oreja con escasa petici¨®n); pinchazo hondo trasero, do! descabellos -aviso- y cuatro descabellos (aplausos y salida al tercio). Javier Conde: pinchazo, estocada corta baja y desaforada rueda de peones que tira al novillo (silencio); tres pinchazos y tres descabellos (silencio). Francisco Rivera: dos pinchazos y otro hondo (aplausos y salida a los medios); estocada (oreja). Plaza de Valencia, 24 de julio. Tercera corrida, de feria. Dos tercios de entrada.
Despu¨¦s, de la oreja meritada, que gan¨® el coletudo por pegarle doscientos pases a un inv¨¢lido, continu¨® la funci¨®n sin otros relieves que las graciosas piruetas de los novillos volatineros. Sal¨ªan los novillos desmedrados, cornicortos, astipochos y cojitrancos, corr¨ªan un poco, y a la vuelta, ya estaban pegando volatines. Luego sal¨ªan los novilleros y se pon¨ªan jacarandosos.
No un ratito jacarandosos. Diez minutos de reloj se tom¨® cada cual, para pegar pases o componer posturas. Con esta concepci¨®n destajista del toreo, las corridas se hacen interminables, y m¨¢s en Valencia donde paran a la mitad para merendar. Pero no es verdad que paren para merendar: all¨ª no merienda nadie. Paran, porque en tiempos los huertanos acud¨ªan a los bous reals de Valencia provistos de merienda, y las autoridades dispusieron hacer una pausa al objeto de que pudieran disfrutarla tranquilamente en el tendido.
Ahora la merienda no pasade ser un eufemismo. Hombre, s¨ª, ya que se detiene la corrida, algunos espectadores acuden a los ambig¨²s, toman un refresco y si se tercia una empanadilla, vianda menor cuya degusta ci¨®n no precisa un cuarto de hora. Otros no se mueven de su asiento y se les ve estirar la pier na como si les hubiera dado un calambre; meten la mano en el bolsillo, rebuscan por el forro, consiguen al cabo extraer de sus recovecos encastrados en las ingles una ciruela, la muerden, succionan su n¨¦ctar, lo gulusmean, y exclaman: "?Ch¨¦, qu¨¦ fresqueta! "
A toque de clar¨ªn se reemprende la funci¨®n. Son ya las ocho. y media, y (esto a¨²n es peor), los toreros siguen pegando pases. Pep¨ªn Liria y Francisco Rivera, en la tarde de autos, pegaron algunos Trancamente buenos. Javier Conde, por el contrario, peg¨® algunos bastante malos. El llamado Javier Conde es torero de los que torean fuera de cacho, el pico, la pierna de cargar la suerte escamoteada, y en cuanto el novillo tiene un descuido ya le ha ganado los flancos y se esconde astutamente en el costillar. A Javier Conde -pudo comprobarse- no le gusta que el toro le vea ni la pierna ni el cuerpo entero. Debe de ser un caso de timidez.
Pep¨ªn Liria y Francisco Rivera, en cambio, s¨ª se dejan ver, adelantan la muletilla, se traen al toro (perd¨®n por lo de toro) embebido en ella, e incluso torean al natural. ?Torean al natural! ?ste s¨ª es una acontecimiento hist¨®rico, que se dio ayer en Valencia. Uno y otro interpretaban los naturales con enjundia y una tanda que aplic¨® Rivera al sexto result¨® de rara perfecci¨®n. Si en lugar de ser las nueve y media de la noche la da a las cinco de la tarde, a lo mejor va y la canta Federico. No habr¨ªa sido mal detalle, ?verdad?
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