El Barcelona resuelve con aplomo
Los azulgrana logran la UEFA al derrotar a un Athletic muy timorato
El Bar?a, entre disputas de manifiestos y rigores disciplinarios, tuvo tiempo de entender que el partido de San Mam¨¦s ten¨ªa dos lecturas: una deportiva, muy equilibrada, y otra psicol¨®gica. Desde el minuto inicial se dispuso para la segunda y en los primeros compases desequilibr¨® la retaguardia rojiblanca que ya no se rehizo jam¨¢s. No le import¨® en exceso malgastar dos balas de Stoichkov y Begiristain a los que Valencia ridiculiz¨® con decisi¨®n y templanza. Se trataba lisa y llanamente de sentar c¨¢tedra en el partido, no tanto por la fluidez del discurso futbol¨ªstico como por la fortaleza an¨ªmica en un partido dominado por la tensi¨®n.El Athletic se descompuso en el vestuario. Le tom¨® miedo al rival, a la responsabilidad, al ambiente y acus¨® su habitual falta de car¨¢cter. Cruyff cosi¨® el centro, del campo con un nudo que asfixi¨® a los rojiblancos. Los centrocampistas del Athletic gustan del bal¨®n, pero adolecen de una lentitud insalvable, precisamente lo que requer¨ªa el presunto encaje de bolillos azulgrana, a la vez que facilitaba la recuperaci¨®n del bal¨®n. A los tres minutos el partido hab¨ªa ense?ado su cara, en una incursi¨®n de Stoichkov que transit¨® entre los centrales rojiblancos como por el pasillo de su casa y s¨®lo se top¨® con Valencia, que le ech¨® el pestillo.
Estaba el Athletic a¨²n soltando nudos cuando Begiristain prob¨® el agua bendita de Valencia mediante una vaselina que el guardameta bilba¨ªno destroz¨® de un manotazo providencial. A la tercera Begiristain le encontr¨® el rinc¨®n profano y ah¨ª consigui¨® el Barca el jubileo, esto es, ganar el partido en el momento adecuado (al borde del descanso).
Para entonces el Athletic s¨®lo hab¨ªa apuntado una indolente voluntad de contragolpe. Ferrer, el jugador m¨¢s plet¨®rico de los 22, se bast¨® para condenar a Guerrero al infierno y de paso echar una mano a Sergi en su pelea con Goikoetxea. El Athletic s¨®lo contaba con el f¨²tbol zascandil de Alkiza y las correr¨ªas de Goikoetxea, demasiado poco para enfrentarse a un Bar?a por d¨¦bil que tenga la armadura.
El Barcelona luchaba contra la historia y apel¨® precisamente a la historia para no emborronar el calendario. Ferrer, Bakero, Nadal y Koeman dise?aron el partido a su medida, imprimieron car¨¢cter al juego y facultaron un control casi abusivo del bal¨®n. Durante toda la primera mitad el Athletic s¨®lo dispar¨® una vez contra la porter¨ªa de Busquets. El resto fue un ejercicio de impotencia. El t¨²nel del centro del campo result¨® demasiado oscuro para las ideas rojiblancas.
El descanso s¨®lo alivi¨® algunas urgencias. Cruyff retras¨® unos minutos al equipo lo que facilit¨® una ofensiva rojiblanca que una y otra vez mor¨ªa en las cabezas de Nadal y Abelardo La segunda mitad tuvo el trazo de Ferrer que incluso se permiti¨® el lujo de desatender a Guerrero (psicol¨®gicamente vencido) y se dedic¨® a apagar incendios en las bandas. El Chapi reivindic¨® en San Mam¨¦s su buen nombre.
No hubo lugar para los momentos aggn¨ªsticos, habituales en estos partidos. El Athletic, sin delanteros de oficio, rellen¨® el examen con un ejercicio de voluntad para no dejar la hoja en blanco, pero el partido lo hab¨ªa perdido an¨ªmicamente ya en el calentamiento. La distancia entre el calor de las gradas y la frialdad del equipo era des¨¦rtica. Y en esto lleg¨® Jordi Cruyff, se quit¨® de encima toda la apat¨ªa que hab¨ªa exhibido hasta entonces y se sac¨® de las piernas una galopada majestuosa desde medio campo para fusilar a Valencia con un leve toque de bal¨®n.
Cada equipo escenific¨® su ritual. El partido era a la vez apasionado y matem¨¢tico. Las combinaciones y las urgencias argumentaban lo uno y lo otro. El Bar?a supo combinar ambas cosas, simulando un amago de lo que fue su emblema futbol¨ªstico de los ¨²ltimos a?os: pasillo central y juego por las bandas.
El Athletic se perdi¨® en su presunta vocaci¨®n cerebral. Al final, de tanto controlar el coraz¨®n, cuando lo necesit¨® lo encontr¨® dormido y la voluntad europea se esfum¨® como una tormenta de verano. Fue una posibilidad, pero el Bar?a fue una realidad.
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