Un perturbado mata a 16 ni?os y su maestra en una escuela de Escocia
La absurda venganza de Thomas Hamilton sobrecoge al pueblo de Dunblane
La tragedia m¨¢s atroz de la reciente historia brit¨¢nica se escribi¨® ayer en Dunblane, una peque?a localidad escocesa al norte de Edimburgo, donde un man¨ªaco armado con cuatro pistolas autom¨¢ticas acab¨® ,en menos de tres minutos, con la vida de 16 escolares de cinco y seis a?os y su maestra. Luego se suicid¨®.
Eran apenas las 9.30 cuando Thomas Hamilton, de 43 a?os, antiguo jefe de boy scouts hasta que fue expulsado por "conducta impropia", se present¨® en la escuela primaria de la localidad armado hasta los dientes. Hamilton, conocido por alumnos y profesores, se dirigi¨® al gimnasio donde uno de los grupos de primer ano daba su clase de educaci¨®n f¨ªsica. Sin mediar palabra dispar¨® a bocajarro sobre los ni?os. Mat¨® a 15 en el acto y a la profesora, tras lo cual se suicid¨®. Uno de los peque?os heridos falleci¨® en el hospital. Otros 12 ni?os y tres adultos permanec¨ªan ayer hospitalizados en diferentes centros escoceses tras las primeras intervenciones de emergencia llevadas a cabo en el hospital de Stirling, la localidad m¨¢s pr¨®xima a Dunblane dotada del dispositivo m¨¦dico adecuado para atender una emergencia de este tipo. Anoche, tres de los ni?os heridos, internados en un centro m¨¦dico de Glasgow, se encontraban en estado cr¨ªtico.
"?Qu¨¦ pod¨ªa tener contra esas criaturas?"
El duelo de los habitantes de Dunblane (alredodor de 10.000 personas) era patente ayer en cada calle, en cada pub. Corrillos de gente con el rostro desencajado, comentaban en voz baja los detalles de la tragedia.
Thomas Hamilton, vecino de Stirling, era un tipo conocido en Dunblane. Quiz¨¢s algo raro. Al menos la Asociaci¨®n de Scouts de la que form¨® parte como monitor entre 1973 y 1974 reconoci¨® que hab¨ªa sido suspendido a causa de las numerosas quejas recibidas por su conducta. Las ¨²ltimas quejas planteadas contra la conducta de Hamilton se remontan' a tan solo dos a?os atr¨¢s. "Pero aunque estuviera loco, ?qu¨¦ pod¨ªa tener contra estas criaturas?", se preguntaba anonadada Laura, la robusta vendedora de prensa del hotel principal de Dunblane, cuartel general de cadenas de televisi¨®n y radio y de decenas de periodistas del mundo venidas a este peque?o rinc¨®n de Escocia al calor de tan impresionante tragedia.
La vida de la tranquila Dunblane se vio sacudida a primera hora de la ma?ana por las sirenas de las ambulancias, los helic¨®pteros y una siniestra actividad de coches circulando camino de la escuela. Un centenar de polic¨ªas fueron puestos inmediatamente en alerta por temor a que el asesino no estuviera solo. M¨¢s tarde se comprob¨® que Hamilton hab¨ªa optado por suicidarse, una vez consumada su incomprensible venganza.
Pero el verdadero drama se desarroll¨® en torno a la escuela, cuando no menos de 200 padres de los alumnos de primer curso se lanzaron puertas adentro en busca de informaci¨®n sobre el estado de sus hijos. "Gracias a Dios que mi ni?o no ha sido", dec¨ªa una madre sollozando, "gracias a Dios que est¨¢ bien". Hugh Mcdouglas, de 63 a?os, con un nieto de cinco a?os en la escuela primaria de Dunblane, se cubr¨ªa los ojos llenos de l¨¢grimas sin poder ocultar la emoci¨®n de saber que tampoco su nieto se contaba entre las v¨ªctimas.
Crueldad
La historia de cualquier pa¨ªs est¨¢ plagada de sucesos terribles, y el Reino Unido conoce el sabor de la tragedia que emana de los atentados terroristas, pero ayer nadie recordaba un caso m¨¢s dram¨¢tico, m¨¢s sobrecogedor, en el que las v¨ªctimas hubieran sido seleccionadas con tanta crueldad entre los alumnos menores del centro.
Los padres de las v¨ªctimas fueron trasladados a un lugar reservado por las autoridades, donde recib¨ªan ayuda psicol¨®gica para superar la tragedia.
"Vamos a tardar mucho en salir de esto. Esto no se olvida as¨ª como as¨ª", explicaba Wendy Wilson, de 14 a?os, alumna de la ¨²nica escuela secundaria del pueblo. Wendy y su hermana Joni, de ocho a?os, y alumna de la escuela escogida por Hamilton para la masacre, se dejaban entrevistar por decenas de reporteros. "Ya me han preguntado cosas periodistas canadienses, norteamericanos y hasta un chino", dec¨ªa Wendy, una rubita menuda vestida con cazadora roja. "Yo no me enter¨¦ de nada, aunque voy a esa escuela. S¨®lo cuando vino la directora y nos dijo que se hab¨ªa acabado la clase, me di cuenta de que hab¨ªa pasado algo", contaba Joni.
Los detalles sobre lo ocurrido fueron desgranados lentamente por la Polic¨ªa Central de Escocia, cuyo responsable, Willie Wilson, compareci¨® a primera hora de la tarde ante los periodistas para dar los datos exactos de la tragedia. La escuela primar¨ªa, la mayor del pueblo, a la que asisten 700 alumnos entre los 5 y los 11 a?os, permanec¨ªa cerrada y acordonada por la polic¨ªa. En su interior se desarrollaba anoche una febril actividad de investigaci¨®n. La polic¨ªa intentaba poner orden en el relato confuso de los testigos. Ni siquiera estaba clara la conducta del asesino y algunas fuentes se?alaban que parte de los disparos de Hamilton fueron efectuados en el patio de recreo antes de que el asesino se dirigiera al gimnasio.
Frente a la entrada principal, el mismo camino tomado por Thomas Hamilton a primeira hora de la ma?ana, con el m¨¢s siniestro de los prop¨®sitos, dos vecinos de Dunblane hab¨ªan colocado ya sendos ramos de flores. Eran los primeros testimonios de un dolor que tardar¨¢ mucho tiempo en borrarse de la memoria de este pueblo. Anoche, el reverendo Richard Holloway, m¨¢xima autoridad de la Iglesia episcopal de Escocia, se dirigi¨® a los m¨¢s de cinco millones de escoceses a trav¨¦s de las c¨¢maras de la televisi¨®n local, en un intento de reconfortar los ¨¢nimos de una sociedad sacudida por el horror. En Dunblane los cl¨¦rigos locales optaron por dejar abierta la bell¨ªsima catedral del siglo XIII, para que pudieran encontrar consuelo en ella los vecinos m¨¢s atormentados.
El choque emocional sufrido por los habitantes de esta peque?a ciudad escocesa exigir¨¢ largos a?os de recuperaci¨®n. Dunblane es casi, una ciudad dormitorio, la mayor¨ªa de cuyos habitantes trabaja en Edimburgo, Glasgow o Perth, a unos 70 kil¨®metros de distancia.
La memoria de otroataques perpetrados por perturbados mentales en escuelas brit¨¢nicas volvieron ayer a la memoria de profesores y pol¨ªticos. Hace unos d¨ªas el Ministerio del Interior otorg¨® derechos especiales a la polic¨ªa para entrar en los centros escolares del pa¨ªs. Pero, como reconoc¨ªa el responsable gubernamental de centros escolares, Robin Squire, "por lamentable que sea lo ocurrido no podemos convertir nuestras escuelas en fortalezas como en Estados Unidos".
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