Seis paraguas y un reloj
Alguna partida presupuestaria debe tener el Consejo General del Poder Judicial para imprevistos. Urge un reloj al fiscal general del Estado y seis paraguas a la media docena de magistrados que no creen necesaria 'la presencia de Felipe Gonz¨¢lez por los estrados del Supremo. Juan Ces¨¢reo Ortiz ¨²rculo viene mostrando un preocupante sentido de la inoportunidad. Hace pocas semanas pidi¨® comparecer ante el Congreso de los Diputados para explicarse y el Congreso tuvo que recordarle que s¨®lo puede dar explicaciones cuando alg¨²n diputado se las pida, no cuando su particular reloj pol¨ªtico lo se?ale.Lo del lunes fue m¨¢s serio. En pleno debate de la Sala Segunda del Supremo, Ortiz ¨²rculo hizo sonar las campanas de un comunicado, mitad obvio, mitad amn¨¦sico. Olvid¨® que sus 14 fiscales de Sala se pronunciaron la semana pasada contrarios a pedir la comparecencia de Gonz¨¢lez ante el Supremo y, lo que es peor, anunci¨® a la ciudadan¨ªa que hab¨ªa optado por "no interferir en la opini¨®n de sus subordinados". Rara historia, porque los superiores jer¨¢rquicos jam¨¢s deben interferir, simplemente ordenan, si pueden, o se callan.
Tambi¨¦n daba seguridades de que si encuentra "nuevos elementos a tener en cuenta" actuar¨¢ en consecuencia. Lo grave de las obviedades es que, en boca de un alto responsable, suenan a cosa absolutamente distinta de lo que parecen enunciar.
Y como a muchos en estos trances los dedos se les vuelven hu¨¦spedes, pod¨ªan interpretar como amenaza lo que, con toda seguridad, no es m¨¢s que el anuncio a deshora de obligaciones permanentes.
Si el Consejo General del Poder Judicial comprobase que el reloj de Ortiz ?rculo marcha con razonable precisi¨®n, podr¨ªa entonces indagar a qu¨¦ puede obedecer lo extempor¨¢neo de sus anuncios. Puede que no sea tan extra?o, porque los GAL parece que atacan no s¨®lo a los relojes, sino incluso a la personalidad. Por ejemplo, el portavoz de Justicia del PP en el Congreso, Andr¨¦s Ollero, transmut¨® ayer su condici¨®n de fil¨®sofo del derecho por la de contable y advirti¨® que faltan 27 procesos para desenredar esta madeja. Otra vez la obviedad amenazando.
A ver si alguien va a entender que Ollero quiso decir algo as¨ª como "calma, se?ores, que hay m¨¢s d¨ªas que longanizas y hasta 27 oportunidades para trincarlo". Pero siendo Ollero persona de conocidas convicciones religiosas y acad¨¦micas, es impensable que aparezca ahora, mitad monje, mitad soldado, dedicado a sumar y restar, aunque sean procesos judiciales. De forma que semejante entendimiento de su fervor aritm¨¦tico tiene que reputarse ajeno a quien profesa como universitario dedicado a desentra?ar los arcanos del derecho natural.
En cuanto a los paraguas, adem¨¢s de baratos, pueden ser imprescindibles. No saben bien los seis la que se les viene encima. Al anterior presidente del Tribunal Supremo, Pascual Sala, le llamaron mamporrero por escrito y con reiteraci¨®n, tras dilucidar un conflicto de competencias. Prep¨¢rense los diccionarios y vayan subrayando sustantivos y adjetivos que caer¨¢n sobre las togas de quienes han osado contrariar a los pont¨ªfices del insulto y el improperio. Canonizar¨¢n a los cuatro magistrados favorables al llamamiento y se ensa?ar¨¢n hasta hacerlos trizas con los otros seis.
Tremenda cosa ¨¦sta de los GAL se mire por donde se mire. Tambi¨¦n por las votaciones. Jos¨¦ Antonio Mart¨ªn Pall¨ªn, emparejado con los dos miembros ultraconservadores de la sala. Tambi¨¦n conviene advertir sobre la perplejidad de este equ¨ªvoco. El t¨®pico podr¨ªa hacer pensar que los extremos se tocan. Ser¨ªa incomprensible que tan desconcertante coincidencia obedeciera a razones distintas que las de su conciencia y sus particulares entendimientos. Penales y procesales, claro.
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