Y que cumplas muchos m¨¢s
Cuando conoc¨ª a Jos¨¦ Ortega Spottorno, ¨¦l me doblaba pr¨¢cticamente la edad. Me hab¨ªa convocado, de la mano de Jes¨²s de Polanco, a sumarme a la aventura de EL PA?S y siempre me faltar¨¢n palabras para expresar la gratitud que me inspira desde entonces aquella muestra de confianza.Con Jos¨¦ hemos vivido durante las dos ¨²ltimas d¨¦cadas muchas vicisitudes, pero donde el temple de nuestra amistad se puso a prueba, y la pas¨® con creces, fue en los dif¨ªciles primeros tiempos del peri¨®dico. Eran los d¨ªas de la transici¨®n, y dentro y fuera del diario se multiplicaron las conspiraciones para tratar de apoderarse de su influencia, creciente y poderosa, en la sociedad espa?ola. Aquellas jornadas, muchas veces amargas, sirvieron para clarificar actitudes, iluminar conceptos y soldar amistades. Creo que todos salimos fortalecidos.
De Jos¨¦ siempre he admirado su constancia, curiosamente compatible con lo imprevisible de su car¨¢cter. La primera le sirvi¨® para poner en pie grandes empresas. El segundo, para dar rienda suelta a su ¨¢nimo creativo. De la fecundidad de la tarea intelectual de Jos¨¦, dedicado a preservar el legado de su padre, a difundirlo y a multiplicarlo, dan cuenta las editoriales y publicaciones que ¨¦l puso en marcha -con tanto empe?o como pocos recursos- y que siguen constituyendo pilares formidables de nuestra industria cultural y medi¨¢tica. Tuvo que luchar mucho para erigir esos tinglados, por lo que se le pod¨ªa suponer justamente fatigado y con derecho a un descanso cuando asumi¨® la presidencia de honor de PRISA. Pero le dur¨® poco el reposo. Liberado de los quehaceres que hasta entonces le acosaban, pudo dedicarse con brillantez y audacia a la escritura, de lo que dan fe ya un buen pu?ado de libros y los art¨ªculos con que frecuenta las p¨¢ginas de Opini¨®n de EL PA?S.
A veces pienso que Jos¨¦ ha hecho su carrera al rev¨¦s de los dem¨¢s, y le envidio por eso. Tuvo que hacer frente al imperativo deber de servir a un apellido m¨ªtico, s¨ªmbolo de toda una escuela de pensamiento, y abras¨® en ello sus d¨ªas. En la hora del retiro eligi¨® por fin su propia y definitiva identidad como creador. Sus escritos son un prodigio de agudeza y s¨®lo un hombre con la cultura y el ingenio que ¨¦l posee podr¨ªa alumbrarlos. Naturalmente se descubre en ellos el buen criterio que los genes paternos le legaron. Pero ¨¦l mismo me ha contado muchas veces sobre las peripecias y azares de la familia Spottorno, de la que creo le viene ese especial sentido del humor, un poco a la brit¨¢nica, que le caracteriza.
Hoy cumple Jos¨¦ 80 a?os de vida y es justo que esta casa y este diario, cuyo proyecto ¨¦l imagin¨® por vez primera, le feliciten en p¨²blico y en privado. El apellido Ortega lleva durante d¨¦cadas engrandeciendo la historia del periodismo espa?ol. Don Jos¨¦ Ortega y Munilla, padre del fil¨®sofo, dirigi¨® durante a?os El Imparcial, en el que Ortega y Gasset rindi¨® sus primeras armas de cronista y comentarista pol¨ªtico. M¨¢s tarde, don Jos¨¦ asumir¨ªa el liderazgo intelectual y pol¨ªtico de El Sol, probablemente el precedente m¨¢s genuino de EL PA?S, cuya empresa fund¨® su hijo. Hoy existe en nuestro diario un Andr¨¦s Ortega Klein, corresponsal que fue en varias capitales europeas y ahora editorialista. Constituye la cuarta generaci¨®n de los Ortega activa en el periodismo de nuestro pa¨ªs. Una saga admirable que merece el reconocimiento de cuantos nos dedicamos a esta profesi¨®n y de millones y millones de lectores. En nombre de ellos, y rompiendo la peculiar y tradicional austeridad de nuestras p¨¢ginas, podemos decir, pues, con toda sencillez pero con todo entusiasmo: felicidades, Jos¨¦. Y que cumplas muchos m¨¢s.
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