A merced de los mercados
Si se albergaba alguna duda de la extensi¨®n de la globalizaci¨®n financiera, los mercados burs¨¢tiles han vuelto a despejarla. Un fen¨®meno esencialmente dom¨¦stico o regional ha extendido r¨¢pidamente sus m¨¢s adversas consecuencias a miles de kil¨®metros a la redonda, configurando una situaci¨®n no menos dram¨¢tica que la ocurrida aquel lunes negro de hace 10 a?os. Es cierto que pueden identificarse rasgos diferenciales entre el 19 de octubre de 1987 y este otro, pero algo permanece. La sensaci¨®n de vulnerabilidad ante ese cada d¨ªa m¨¢s expl¨ªcito desaf¨ªo de los mercados.A diferencia de convulsiones anteriores, los or¨ªgenes de la actual vienen observ¨¢ndose desde hace tiempo. Tras sendos ataques especulativos contra la moneda tailandesa, en febrero y mayo pasados, el banco central de aquel pa¨ªs decidi¨® el pasado julio abandonar a su suerte el tipo de cambio del baht, rompiendo las amarras que ven¨ªa manteniendo con el d¨®lar de Estados Unidos. Semanas despu¨¦s ocurr¨ªa lo mismo en Filipinas, Indonesia y Malaisia y, el pasado d¨ªa 14, en Vietnam.
La trascendencia de estas devaluaciones, la percepci¨®n de tales decisiones por la comunidad financiera internacional, fue tanto m¨¢s severa cuanto mayor hab¨ªa sido el compromiso de esos gobiernos con la estabilidad de sus monedas frente a la estadounidense. La merma de la confianza en esa capacidad para sostener el tipo de cambio har¨ªa lo propio con el conjunto de la estrategia econ¨®mica de esos pa¨ªses. En est¨¦ aspecto, el origen de la actual crisis no es muy distinto a la que origin¨® el peso mexicano en diciembre de 1994.
La reciente escalada apreciadora del d¨®lar frente al marco y al yen, las enormes presiones competitivas de la econom¨ªa china, favorecida por la devaluaci¨®n del yuan en 1994, quebraron el espectacular dinamismo de algunos de esos tigres y, desde luego, afloraron algunas de las serias limitaciones de ese modelo de crecimiento. La m¨¢s expl¨ªcita, pero en modo alguno la ¨²nica, un sistema financiero inmaduro, altamente endeudado, pobremente supervisado y frecuentemente expuesto a todo tipo de corruptelas pol¨ªticas.
Perdida la credibilidad para aguantar, nunca mejor dicho, el tipo de cambio, se ha impuesto la huida y las dudas sobre la capacidad del baluarte regional, Hong Kong, para hacer lo propio con ese r¨¦gimen de currency board (tipo absolutamente fijo frente al d¨®lar y completo respaldo de la oferta monetaria en d¨®lares americanos) que mantiene desde hace 14 a?os. El conflicto entre un r¨ªgido r¨¦gimen cambiario y la completa libertad con que se desplazan los flujos de capital vuelve a estar en el epicentro del se¨ªsmo, como en el oto?o de 1992 en Europa.
Ese pulso con Hong Kong es ahora el verdadero test de la crisis. Si, a pesar de la defensa constituida por sus 88.000 millones de d¨®lares en reservas, asistimos a la devaluaci¨®n de su moneda, tras ella vendr¨¢n una cadena de implicaciones adversas -desvalorizaci¨®n de activos, quiebras de empresas, insolvencias bancarias- de las que los inversores internacionales querr¨¢n seguir huyendo, situ¨¢ndose a buen resguardo en los instrumentos financieros m¨¢s seguros, los t¨ªtulos de deuda p¨²blica emitidos por los pa¨ªses industrializados. Muchos ya han dado muestras de impaciencia y han anticipado su apuesta.
La facilidad con que la desconfianza se ha propagado a otros mercados de renta variable" m¨¢s all¨¢ de aquellas econom¨ªas cuya etiolog¨ªa pueda ser similar a la asi¨¢tica, hay que inscribirla, adem¨¢s de en la socorrida psicolog¨ªa de los mercados -tanto m¨¢s explicable cuanto m¨¢s pronunciadas y gen¨¦ricas fueron las alzas de los ¨²ltimos meses y m¨¢s pr¨®xima est¨¢ la rendici¨®n de cuentas de final de a?o- en esa estrecha vinculaci¨®n en tiempo real de todos los mercados del mundo. Esa exuberancia precedente explicar¨ªa la mayor purga sufrida por el mercado espa?ol, sin menoscabo de la particular exposici¨®n a la contaminaci¨®n latinoamericana en que se encuentran algunas de sus principales compa?¨ªas.
Cuando tras la tempestad retorne la calma, de la evaluaci¨®n de los da?os escapar¨¢ la estimaci¨®n del m¨¢s relevante, el producido sobre la confianza de ese creciente n¨²mero de ahorradores en el conjunto del sistema. Algo que ser¨¢ dif¨ªcil de restaurar mientras no se reduzca la m¨¢s expl¨ªcita de las asimetr¨ªas que hoy caracteriza al sistema financiero internacional, la definida por la facilidad con que los operadores financieros pueden desplazar esas masas de capitales de unos mercados a otros y la ausencia de mecanismos de respuesta e instancias de coordinaci¨®n igualmente globales con capacidad para prevenir y neutralizar los riesgos que por definici¨®n esos mercados incorporan.
La respuesta a ese desaf¨ªo de los mercados no puede venir de la mano de limitaciones a su libre funcionamiento o al de sus operadores que, adem¨¢s de su dudosa eficacia, reducir¨ªa las evidentes ventajas que sobre las econom¨ªas aporta un sistema financiero eficiente.
M¨¢s razonable es, en mi opini¨®n, asumir la necesidad de un gobierno supranacional de las relaciones monetarias y financieras internacionales que, entre otras cosas, asuma la ineludible tarea de cerrar ese par¨¦ntesis abierto tras la ruptura del sistema nacido hace m¨¢s de medio siglo en Bretton Woods: de abandonar el actual "no sistema".
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