La OTAN y Gibraltar
La doctrina de la OTAN siempre estuvo basada en, la disuasi¨®n. Para disuadir eficazmente era necesario ser cre¨ªble, y la- credibilidad exig¨ªa una compleja organizaci¨®n ordenada en tomo a un esquema, conocido como la estructura militar integrada. La incorporaci¨®n de un nuevo miembro abr¨ªa un delicado cap¨ªtulo. El candidato somet¨ªa a examen el valor de su aportaci¨®n al dispositivo aliado y, sobre todo, su encaje dentro de los l¨ªmites geogr¨¢ficos de los mandos. En 1982 Espa?a atraves¨® ese proceso, y ya entonces un vicemanscal brit¨¢nico agregado al mando de Saceur esgrimi¨® las restricciones sobre Gibraltar; pero la respuesta espa?ola fue inequ¨ªvoca, aun a sabiendas de que ello supon¨ªa abrir un debate que pod¨ªa torcer el trayecto hacia la integraci¨®n. ?Qu¨¦ ha quedado de aquella OTAN? Poco de su doctrina, pero mucho de su estructura. De su doctrina ha permanecido la idea de la seguridad solidaria o colectiva. Como bien se?ala Carlos Alonso Zald¨ªvar: "Casi 50 a?os viviendo bajo la amenaza nuclear han arraigado la convicci¨®n de que la seguridad, para ser estable, necesita ser compartida". Y ello constituye la base conceptual de la ampliaci¨®n.
Sin embargo, la OTAN ha mantenido con retoques su antiguo formato. La disputa de los mandos estrat¨¦gicos ya regionales por delimitar sus terrenos ha terminado por dominarlo todo. El espectador, que asiste un tanto perplejo a la controversia, termina sospechando que lo que se ventila en esos reinos de Taifas sobre el mapa aliado es el reparto y asignaci¨®n de parcelas de influencia, cuya distribuci¨®n responde m¨¢s a motivos de proyecci¨®n de poder pol¨ªtico y prestigio militar que a una l¨®gica operativa; sobre todo, cuando las nuevas formas de disuasi¨®n probablemente no exijan un organigrama de mandos tan complejo.
Y en ese r¨ªo revuelto Londres hace valer sus reclamaciones gibraltare?as. La tesis brit¨¢nica -aunque formulada en otros t¨¦rminos- quiere convencemos de que, desaparecida Gibraltar-Mediterranean (Gibmed), la contribuci¨®n de Gibraltar y sus tropas a la defensa aliada se ve mermada por las restricciones que impone Espa?a. La teor¨ªa ignora, sin embargo, muchas realidades. Gibmed ha sido un centro de coordinaci¨®n de comunicaciones aliado, con jurisdicci¨®n sobre los accesos oriental y occidental del Estrecho; pero nunca fue el mando del Pe?¨®n ni el de las fuerzas brit¨¢nicas de su guarnici¨®n. Gibraltar era una cosa y Gibmed otra: ¨¦sta se situaba en el contexto aliado; Gibraltar, en el colonial. Independientemente de este matiz -que en el sutil esquema de mandos ten¨ªa su importancia-, la existencia de Gibmed no facilit¨® en el pasado nuestra relaci¨®n con la Alianza. Sin embargo, a partir de la aprobaci¨®n del Dec¨¢logo para una pol¨ªtica de paz y seguridad en 1985, se adopt¨® una posici¨®n de car¨¢cter pr¨¢ctico" manifestada en el acuerdo impl¨ªcito de no usar la Alianza para contenciosos bilaterales.
Gibraltar era distinto.. Nunca fue una "base de la OTAN". Exist¨ªa una guarnici¨®n en su territorio, pero pertenec¨ªa a lo que se denominaba en la jerga de la Alianza "fuerzas nacionales" es decir unidades no asignadas al desempe?o de misiones OTAN. Eran fuerzas brit¨¢nicas en una base brit¨¢nica y, a medida que aument¨®, su coste, Londres fue reduci¨¦ndolas, sin requerir el visto bueno aliado y sin que Gibmed se resintiese. Con la supresi¨®n de Gibimed, Gibraltar ser¨¢ a¨²n m¨¢s colonial y menos aliado que antes, y ello inc¨ªde sobre las restricciones a¨¦reas y navales.En Derecho Privado se le negar¨ªa al Reino Unido la buena fe y el justo t¨ªtulo en la adquisici¨®n del itsmo. Pero el Derecho Internacional es otra cosa. Ni el Reino Unido reconoce los derechos de Espa?a sobre el itsmo ni Espa?a que la ocupaci¨®n haya hecho al Reino Unido adquirir la soberan¨ªa.La respuesta espa?ola consiste. en disputar esa posesi¨®n neg¨¢ndole su ejercicio. Ese es el origen de las restricciones a¨¦reas, que Londres ha tratado siempre de neutralizar. En 1985 se abrieron conversaciones, orientadas a la liberalizaci¨®n del tr¨¢fico a¨¦reo, exigido por la entrada en vigor del Acta Unica Europea. El di¨¢logo se concret¨® en un compromiso sobre el aeropuerto, que represent¨® un delicado equilibrio. El acuerdo, recogido en la Declaraci¨®n de Londres de 2 de diciembre de 1987, neutralizaba el problema de la soberan¨ªa. Reconoc¨ªa la controversia, pero la congelaba, y declaraba formalmente que el uso compartido del aeropuerto no afectaba a las posturas de los interlocutores. Las autoridades de Gibraltar lo rechazaron y el Reino Unido no lo aplic¨®. A la vista de ello, las soluciones que no se traduzcan en posiciones similares a las del Acuerdo de 1987 terminar¨¢n convalidando la presencia brit¨¢nica en el territorio ocupado. Las restricciones navales responden a una posici¨®n de principio que dificilmente podr¨¢ soslayarse, manifestando que ello no afecta a nuestras reivindicaciones sin contradecir la doctrina mantenida a lo largo de muchos a?os, aunque siempre puede recurrirse, a imaginativos ejercicios de logomaquia. Adem¨¢s, la base naval suscita otras preocupaciones motivadas por las escalas y reparaciones de los submarinos de propulsi¨®n de alguno de los aliados comunes, que el Parlamento nunca ha visto con buenos ojos. Negociar mayores facilidades equivaldr¨ªa a consentirlas.
"No hay ning¨²n otro compromiso -se?alaba el ministro de Exteriores- salvo la disponibilidad de que Espa?a se integre en la estructura militar integrada, si esa estructura nos satisface. Espa?a no tiene ninguna prisa". Efectivamente, Espa?a tiene el derecho a completar su integraci¨®n, pero no se entender¨ªa que lo hiciera pagando peajes que hist¨®ricamente nunca ha aceptado. Los envites de este tipo ya se contestaron en su d¨ªa, durante las conversaciones para la integraci¨®n con el Gobierno de UCI) y, m¨¢s tarde, con el del PSOE. Convendr¨ªa que los brit¨¢nicos consultasen sus archivos. Y los espa?oles, los nuestros.
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