De an¨¦cdota a categor¨ªa
Si la no comparecencia del vicepresidente primero del Gobierno ante el Congreso de los Diputados para dar una explicaci¨®n p¨²blica de su conversaci¨®n con el abogado de los ex polic¨ªas Amedo y Dom¨ªnguez en el despacho del director de El Mundo y de los compromisos que en ella pudo adquirir para cuando el PP ocupara el Gobierno pudo considerarse inicialmente que era una simple an¨¦cdota, la resistencia numantina que se ha orquestado por el Gobierno a que dicha comparecencia se produzca est¨¢ convirtiendo la an¨¦cdota en categor¨ªa.En efecto, dicha resistencia ha comprometido ya la imparcialidad de la presidencia del Congreso. Ha comprometido la imparcialidad de los servicios jur¨ªdicos de la C¨¢mara, inducidos a elaborar un dictamen pro parte con la finalidad de que el presidente pudiera justificar su decisi¨®n. Ha provocado un empate en la Mesa. Ha interrumpido la costumbre de que cuando el vicepresidente primero preside el Consejo de Ministros por ausencia del presidente sea ¨¦l quien protagonice la rueda de prensa posterior a dicho Consejo. Est¨¢ llevando al Gobierno a la esquizofrenia, pol¨ªtica por supuesto, de anunciar oficialmente el viernes a trav¨¦s de su portavoz que el vicepresidente no tiene inconveniente en comparecer ante la C¨¢mara y de movilizarse a escondidas el lunes para "pedir formalmente a sus socios nacionalistas en el Congreso" (EL PA?S, 26 de marzo) que se opongan a dicha comparecencia. Ha forzado a CiU a cambiar su criterio de hace dos semanas posterior a la reuni¨®n de la Mesa por el de esta semana en la Junta de Portavoces. Y ha obligado a la Junta a optar por el "secretismo" en un asunto tan de inter¨¦s para la opini¨®n p¨²blica que est¨¢ en todos los medios de comunicaci¨®n, incluidos los que apoyan inequ¨ªvocamente al Gobierno.
El c¨²mulo de anomal¨ªas no puede ser m¨¢s llamativo, Y la erosi¨®n de la instituci¨®n parlamentaria como centro del debate pol¨ªtico y del proceso de formaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica no puede ser mayor. ?Qu¨¦ confianza se puede tener en unos ¨®rganos que se ponen de acuerdo para hurtar una explicaci¨®n a la opini¨®n p¨²blica y no para proporcion¨¢rsela? Esto es lo que est¨¢ produciendo la negativa del vicepresidente a comparecer ante el Parlamento.
Y, adem¨¢s, para nada. Porque no puede salirse con la suya. La no comparecencia est¨¢ aparcada, pero no resuelta. La l¨®gica de un sistema democr¨¢tico no s¨®lo es implacable, sino adem¨¢s irresistible. El vicepresidente no va a poder eludir indefinidamente su comparecencia ante el Congreso. Y, si no puede comparecer porque o tendr¨ªa que mentir o que incriminarse, entonces, no le quedar¨¢ otra salida que la dimisi¨®n.
La democracia es ante todo procedimiento. Una comparecencia parlamentaria y el debate subsiguiente puede no dar respuesta a todas las preguntas que existan en la opini¨®n p¨²blica sobre un determinado asunto. Pero lo que no puede es no producirse. Si no se puede hablar en el Parlamento, no se puede gobernar. Y, en democracia el Gobierno no puede elegir sobre lo que quiere hablar, sino que tiene que hablar de lo que ¨¦l quiere, pero tambi¨¦n de lo que no quiere. Al presidente del Gobierno le puede parecer una "colosal estupidez" y una "p¨¦rdida de tiempo". A trav¨¦s de esas f¨®rmulas puede evitar contestar a los periodistas. Pero a los parlamentarios democr¨¢ticamente legitimados para pedir explicaciones no se los puede despachar de esta manera. Entre otras cosas, porque hay 12 millones de ciudadanos detr¨¢s de los partidos que han solicitado la comparecencia del vicepresidente. M¨¢s, por cierto, de los que votaron a los partidos que se oponen a la misma.
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