LA CR?NICA Los tres Goytisolo dif¨ªciles ENRIQUE VILA-MATAS
Dice Juan Goytisolo que ¨¦l siempre ha procurado hacerse el muerto. De Jos¨¦ Agust¨ªn, el hermano muerto, no quiere hablar. No estuvo en el entierro porque -tal como le ha contado a Miguel Dalmau en Los Goytisolo, libro de pr¨®xima aparici¨®n- desde el 64, cuando murieron su padre y su abuelo con poca diferencia de meses, se prometi¨® no volver a ver el horrible pante¨®n familiar de Montju?c, que es una copia pretenciosa y relamida del Duomo de Mil¨¢n y, adem¨¢s, simboliza todo el horror de la clase burguesa y explotadora en la que naci¨®. Luis, el otro hermano, no estuvo en el funeral, pero s¨ª en el entierro: no quiso dejarse ver en la capilla ardiente para no robar protagonismo al muerto: viejos ecos de antiguas competitividades fraternales. Los desencuentros entre los tres hermanos dif¨ªciles siempre han sugerido una novela. Miguel Dalmau, tras largos a?os de infinitas indagaciones, ha escrito un libro sobre ellos y ha contado, a pesar de las resistencias iniciales, con la participaci¨®n de los tres. Los Goytisolo ha quedado finalista del Anagrama de ensayo y pronto estar¨¢ en las librer¨ªas, y puede que sea, si se me permite un s¨ªmil porno, Goytisolo duro. No cabe esperar menos, los tres hermanos se han explayado a gusto. El primero en hacerlo fue, tal vez por su condici¨®n de m¨¢s asequible de los tres, el ahora muerto. El segundo en hablar fue el que procura hacerse el muerto. Y el tercer hombre fue Luis, que, viviendo en Madrid, est¨¢ ya burlando al destino de un horrible pante¨®n en la monta?a de Montju?c. Ayer fui con Miguel Dalmau al 41 de la calle de Pau Alcover a ver las arrasadas ruinas de la memoria familiar de los Goytisolo. Y all¨ª donde anta?o se alzaba el palacete de la familia, record¨¦ a Borges cuando dice que s¨®lo es nuestro lo que perdimos, lo record¨¦ frente al desolado espacio de la memoria de los Goytisolo del barrio de las Tres Torres y me dije que no hay otros para¨ªsos que los perdidos y que los tres hermanos dif¨ªciles han perdido tantos que ya s¨®lo pueden contarlos y que esas perdiciones ahora son lo que es suyo. Lo que es suyo, el motor de la historia de sus vidas, es su expulsi¨®n del para¨ªso a ra¨ªz de la bomba que mat¨® a su madre en el 38 y del abandono del palacete de aire franc¨¦s del barrio de las Tres Torres. Ah¨ª ayer, frente al lugar donde estuvo su para¨ªso, y como si de un adelanto del libro se tratara, empec¨¦ a saber de las zozobras, alegr¨ªas y terrores de los tres hermanos, empec¨¦ por enterarme de que no eran tres sino cuatro y de que la muerte del mayor, Antonio, asesinado por la meningitis en el 27, desmont¨® la armon¨ªa entre hermanos, porque se produjo ese fen¨®meno que conocemos por cadenas alteradas: Jos¨¦ Agust¨ªn, el nuevo heredero, fue destronado por el padre, que entroniz¨® a Juan. "Jos¨¦ Agust¨ªn", cuenta Juan en Los Goytisolo, "fue puenteado, sus ojos oscuros fueron comparados con los ojos claros de Antonio, y a Jos¨¦ Agust¨ªn se le impidi¨® ser el primog¨¦nito. El trato de mi padre hacia ¨¦l, un trato de indiferencia y de no reconocimiento, explicar¨ªa las dificultades y tropiezos psicol¨®gicos con los que mi hermano se encontrar¨ªa a lo largo de su vida". La expulsi¨®n del para¨ªso determinar¨ªa la vocaci¨®n literaria de los tres hermanos, convertida la familia en unos "nuevos pobres" en t¨¦rmino acu?ado por Juan para contrastarlo con los estraperlistas y nuevos ricos que ocuparon el barrio. De las tres vocaciones literarias, Dalmau considera que la m¨¢s brillante es la de Luis, el menos conmocionado por las cadenas alteradas, el cual muy pronto se revela como ni?o prodigio y con el paso del tiempo construye la espectacular Antagon¨ªa, que brilla con fuerza sobre la sombr¨ªa y esforzada obra del trabajador Juan, quien a partir de la muerte de Monique Lange comienza a vivir como los m¨ªsticos, sin esperar nada y sin temer nada (viviendo su propio Barjaj, el purgatorio isl¨¢mico), y abre las puertas de su casa de Marraquech al bi¨®grafo de los tres Goytisolo. Con sus revelaciones, da el empuj¨®n decisivo para que el libro pueda ser una realidad, y aquellos que quieran saber sobre el campo de batalla de los tres hermanos sepan que su memoria se volvi¨® ¨¢cida y triste, cargada de p¨¦rdidas, pero que es hoy tambi¨¦n la estela de un fuego que se aleja, all¨ª arriba, en lo alto de la monta?a de Montju?c, m¨¢s all¨¢ del oscuro pante¨®n donde unos ojos oscuros descansan.
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