Paz y derechos
Comisiones Obreras y UGT hemos querido poner las manifestaciones del 1? de mayo a disposici¨®n de cuantas personas deseen manifestarse por la paz y los derechos. Aunque ambas aspiraciones las hacemos extensivas a todo el mundo, junto con el movimiento sindical internacional, es comprensible que las centremos en Europa a causa de la guerra en los Balcanes. ?sta, como todas las guerras, est¨¢ provocada por la sinraz¨®n, y la mayor sinraz¨®n provocadora del conflicto en Kosovo es el genocidio practicado por el r¨¦gimen de Milosevic.Atentar criminalmente contra la vida y los derechos humanos m¨¢s elementales no puede quedar impune. Es insostenible dar amparo a la limpieza ¨¦tnica predicando la no injerencia o la defensa de la soberan¨ªa del Estado serbio. La invocaci¨®n a tales principios mientras se practican el asesinato masivo, la deportaci¨®n de poblaciones enteras, el ultraje a las personas y la expropiaci¨®n forzosa de sus casas y haciendas no puede ser el valladar donde se frene la universalizaci¨®n de los derechos y de la democracia -que es la gran revoluci¨®n pendiente de la humanidad-, as¨ª se invoquen en Kosovo, Afganist¨¢n, el Kurdist¨¢n, Palestina, el S¨¢hara o en Ruanda.
Abortar cualquier atrocidad que imaginar pueda cualquier dictador en cualquier rinc¨®n del mundo es el mayor catalizador de la paz. Pero el sujeto inductor de la tarea ha de dotarse de la legitimidad que no tienen las actuales instituciones internacionales. La ONU, porque sigue anclada en los esquemas paralizantes propios de la guerra fr¨ªa, y la OTAN, porque, lejos de reconvertirse hacia el papel de pacificador que desocupa el campo de batalla tras la victoria para colaborar acto seguido con los vencidos en la recuperaci¨®n de su dignidad dentro de los par¨¢metros de la democracia, se ha regodeado en la prepotencia del vencedor que ampl¨ªa sus dominios y ostenta con m¨¢s arrogancia su poder¨ªo amenazante.
Se equivocan si creen que las nuevas prerrogativas que se han atribuido en su 50? aniversario les revalidan como pilar de la construcci¨®n del nuevo orden mundial del siglo venidero. Lo que lamentablemente se notar¨¢ y se sufrir¨¢ primero y principalmente en la propia Europa, porque probablemente se habr¨¢n acrecentado las reticencias hist¨®ricas de pa¨ªses n¨®rdicos tan importantes como Suecia o Finlandia, estrat¨¦gicamente enclavada, y el rechazo de otros sin los cuales es inconcebible un futuro europeo de estabilidad pol¨ªtico-militar y aun de progreso econ¨®mico, como Rusia y algunos otros m¨¢s peque?os situados en el vecindario de la zona balc¨¢nica. Los 17 pa¨ªses europeos que han asumido el simple papel de figurantes en la escenificaci¨®n del teatro del mundo, representado en Washington y dirigido por EEUU, lo que no tiene por qu¨¦ implicar necesariamente la ausencia de nexos entre ambas latitudes del Atl¨¢ntico.
Admitiendo como hip¨®tesis extrema el recurso a las armas para impedir la masacre de un pueblo indefenso, tambi¨¦n hay que desmentir que la guerra sea el arte de la pol¨ªtica por otros medios y reconocer que la guerra es el fracaso de la pol¨ªtica. En el caso que nos ocupa es el fracaso reiterado de la pol¨ªtica europea. Se puso de manifiesto cuando la guerra de Bosnia se solvent¨® en Dayton, y no en una capital europea, y se reitera de nuevo cuando se ordenan los bombardeos sobre Belgrado sorprendiendo a los jefes de Estado y de Gobierno cuando se disputaban en Berl¨ªn los recursos de un presupuesto comunitario a la baja y, por tanto, para menos Europa y de espaldas a su ineludible proyecto de ampliaci¨®n futura.
Antes de que engorde demasiado la factura pol¨ªtica y econ¨®mica de la guerra, y con ella la hipoteca sobre el futuro de la Uni¨®n, deber¨ªan retomar las riendas del conflicto los Gobiernos europeos, partiendo, por ejemplo, de las sugerencias de Kofi Annan y encargando de su gesti¨®n a la troika comunitaria con la participaci¨®n de Rusia y exigir a Milosevic el cese de la agresi¨®n al pueblo albanokosovar, que facilite la vuelta a sus hogares y admita la presencia de una fuerza internacional de interposici¨®n al tiempo que cesan los bombardeos. Hacerlo as¨ª no aportar¨ªa ning¨²n bal¨®n de ox¨ªgeno al r¨¦gimen de Belgrado, como suceder¨ªa con un alto el fuego unilateral y sin condiciones por parte de la OTAN, sino el robustecimiento de la UE y, lo que es a¨²n m¨¢s importante, lograr la paz, que es mucho m¨¢s que cantar victoria.
Y para ser los art¨ªfices de la paz hay que ser m¨¢s Europa. Si en la cumbre de Berl¨ªn se puso en evidencia la peque?ez pol¨ªtica de la Uni¨®n, tambi¨¦n se decepcion¨® a la ciudadan¨ªa que espera de la Europa del euro soluciones tangibles al desempleo masivo y expectativas fundadas de una m¨¢s justa redistribuci¨®n fiscal de la riqueza que est¨¢ increment¨¢ndose en todos los pa¨ªses miembros.
La congelaci¨®n del presupuesto aunque est¨¦ creciendo el PIB de los 15 y la reducci¨®n en t¨¦rminos reales de los fondos estructurales han terminado por desvanecer el pacto por el empleo propuesto por el canciller alem¨¢n, como hemos comprobado en los ¨²ltimos d¨ªas en la Confederaci¨®n Europea de Sindicatos. Lamentable es que esta quiebra de las expectativas se produzca cuando Europa est¨¢ gobernada en su mayor¨ªa por partidos socialdem¨®cratas y de centro-izquierda, como penoso resulta que Espa?a, cuando por fin forma parte del n¨²cleo de la Uni¨®n Monetaria, sea colocada en el furg¨®n de cola europeo por el imperceptible papel pol¨ªtico jugado por su Gobierno y su pobreza de esp¨ªritu en la discusi¨®n del proyecto econ¨®mico.
Aunque en algunas ¨¢reas de Trabajo o Econom¨ªa est¨¦n gestionando parcialmente bien una excelente coyuntura econ¨®mica, pueden arruinarla globalmente por adelantar una reforma fiscal que privilegia a las rentas m¨¢s altas a la m¨¢s urgente atenci¨®n a los primeros s¨ªntomas de desequilibrio en nuestra balanza comercial, que revela la incapacidad de nuestro aparato productivo para atender a la demanda final y, con ella, la tendencia a crear empleo en los pa¨ªses de los que importamos en mayor cantidad que antes, mientras mantenemos la tasa de paro m¨¢s alta de la OCDE y nuestra red de protecci¨®n social agranda los boquetes por donde se excluyen colectivos m¨¢s numerosos de parados con apremiantes necesidades y cargas familiares que no pueden atender. De seguir por este camino, al Gobierno de Aznar podr¨ªa consider¨¢rsele en un futuro no muy lejano como Ortega y Gasset consider¨® al ministerio de Berenguer, que aun gestionando razonablemente algunos asuntos financieros y monetarios lo tild¨® de "error Berenguer" no por los errores del Gobierno, sino como un error en s¨ª mismo. A ¨¦ste de Aznar que se autotild¨® de "milagro" al poco de llegar puede terminar como el error de una excepcional etapa de la historia de nuestro pa¨ªs por no dar la talla en el concierto internacional y defraudar las expectativas de futuro de los espa?oles, aunque las encuestas le adormezcan en la gesti¨®n cotidiana.
En todo caso, los sindicatos no podemos ni paralizarnos ni eximirnos de nuestras responsabilidades por la defecci¨®n de los Gobiernos europeos ni por la cortedad del nacional. De ah¨ª que tanto en Europa como en Espa?a sigamos empe?ados en cubrir el vac¨ªo con m¨¢s di¨¢logo y negociaci¨®n antes de que lo cubran otros improvisando de nuevo viejas recetas desreguladoras de los derechos laborales y debilitadoras de la equidad social. Empe?o que tambi¨¦n nos llevar¨¢ el 1? de mayo a luchar por m¨¢s Europa creci¨¦ndose en paz y conviviendo en el progreso econ¨®mico con m¨¢s y mejor empleo, con la generalizaci¨®n de los derechos y con m¨¢s justicia.
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