El rey en la Villa y Corte
De nuevo este barcelon¨¦s universal se erigi¨® en la Villa y Corte en rey del pop mel¨®dico espa?ol con resabio el¨¦ctrico y ese aire aflamencado que sus cientos de miles de seguidores conocen, admiran y hasta imitan; y hab¨ªa que verles haciendo de Manolo Garc¨ªa con mejor o peor garbo, seg¨²n los casos. Sali¨® Manolo en medio del dedillo colectivo y con ese aspecto antifascinaci¨®n, como de venir de la oficina. La puesta en escena era elegante, con enormes telas que ca¨ªan del techo, una luna llena inmensa al fondo y, sobre ella, bonitas proyecciones de cuadros y fotograf¨ªas. El sonido y las luces, como el artista tiene acostumbrado a su p¨²blico, eran impecables, y en cuanto al repertorio, pr¨¢cticamente el mismo que ha presentado a lo largo de su gira, que conclu¨ªa en este concierto; es decir, casi todo su primer disco en solitario, el incre¨ªblemente efectivo Arena en los bolsillos, alternado con archiconocidas piezas de su etapa en El ?ltimo de la Fila -Aviones plateados, El loco de la calle-. Tambi¨¦n hubo un recordatorio al fallecido poeta Jos¨¦ Agust¨ªn Goytisolo, de quien ley¨® unas l¨ªneas, y un homenaje a Triana, el primer grupo que supo combinar con ¨¦xito pop y flamenco, con el legendario Abre la puerta.Dif¨ªcil resulta el resaltar alguno de los temas, y m¨¢s ahora que Manolo ha entrado en una espiral de popularidad semejante a la de los m¨¢s grandes ¨ªdolos del pop. Sus fans, que para la ocasi¨®n agotaron las entradas, chillan todas y cada una de las letras, y mucho tendr¨¢ que reforzar el cantante los decibelios de su espect¨¢culo si desea que sus textos lleguen con nitidez a la oreja del espectador. No obstante, haciendo un esfuerzo de oreja, uno puede disfrutar de la poes¨ªa que encierran canciones como Carb¨®n y ramas secas, Ya no danzo, A quien tanto he querido o la emocionante Sobre el oscuro abismo. Todas ellas, canciones de una belleza herm¨¦tica, de un intento po¨¦tico que cala, y mucho, en una generaci¨®n de espectadores y oyentes que est¨¢ m¨¢s que necesitada de la l¨ªrica, de las letras bien escritas y de las canciones con capacidad de acompa?arles durante muchos a?os. El espect¨¢culo cont¨® con un peque?o descanso entremedias para preparar la traca final de canciones conocidas que hab¨ªa de dejar a la enfervorizada parroquia ebria de satisfacci¨®n.
Tras este concierto, que cierra una gira, es dif¨ªcil encontrar un texto para un artista que ya ha batido absolutamente todos los r¨¦cords y que s¨®lo parece tener pendiente el triunfo m¨¢s all¨¢ del oc¨¦ano para alcanzar la categor¨ªa de multivendedor que puede tener un Alejandro Sanz. Decididamente, Manolo Garc¨ªa va a cerrar el siglo viviendo un momento profesional absolutamente dulce. Un momento ideal, quiz¨¢, para cambiar; para romper la uniformidad que se adhiere a su estilo-f¨®rmula y que deja bien poco espacio a la sorpresa.
Aunque, si de sorpresas hay que hablar, es de ley citar que concluy¨® su espect¨¢culo con dos piezas tremendamente raras, como son Luz de luna, pura tonadilla que ha brillado en la voz de otros cantantes espa?olas m¨¢s tradicionales que Manolo, y el revolucionario corrido mexicano Juan sin tierra. Con estas dos canciones, el rey se desped¨ªa hasta la pr¨®xima visita a la Villa y Corte, en la que se le quiere con locura y se le admite hasta la ¨²ltima corchea compuesta por ¨¦l. ?ste es un privilegio que se otorga a pocos monarcas musicales; casi todos de fuera, as¨ª que Manolo Garc¨ªa bien puede sentirse contento, porque est¨¢ a punto de lograr el pase definitivo a la inmortalidad musical. Un artista como ¨¦l, que siempre deja buen sabor de boca, se lo merece.
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