El fin de una ¨¦poca
Los vecinos de Alberti en El Puerto de Santa Mar¨ªa rememoran los ¨²ltimos a?os de la vida del poeta en su ciudad natal
La muerte del poeta Rafael Alberti no rompi¨® demasiado la rutina de su ciudad, El Puerto de Santa Mar¨ªa. Los vecinos de la localidad gaditana segu¨ªan ayer con su trabajo y sus quehaceres diarios. Era un viernes m¨¢s en el que la gente se dedicaba a resolver sus ¨²ltimos asuntos antes del descanso del fin de semana. Los tres d¨ªas de luto decretados por el Ayuntamiento no parec¨ªan influir en el ¨¢nimo de los portuenses. En los ¨²ltimos a?os, Rafael Alberti era una persona a la que apenas ve¨ªan sus paisanos. Su presencia p¨²blica se reduc¨ªa a las fiestas de cumplea?os, el 16 de diciembre, que organizaba su esposa, Mar¨ªa Asunci¨®n Mateo, y sus amigos.Eran fiestas a las que acud¨ªan las autoridades y los periodistas. Alberti era entonces un poeta de leyenda, un cl¨¢sico vivo al que se agasajaba entre sonrisas y felicitaciones. El escritor estaba ya en otra parte, en un mundo de recuerdos de una ¨¦poca extinguida. Aquel anciano nonagenario de los ¨²ltimos a?os poco ten¨ªa ya que ver con el viejo orgulloso, de voz recia, melena de le¨®n, ataviado con camisas y chaquetas atrevidas, que se proclamaba "poeta de la calle" y que lleg¨® a Espa?a y a El Puerto en la transici¨®n, tras m¨¢s de tres d¨¦cadas de exilio.
Varias coronas de flores brillaban ayer bajo el busto del escritor en la c¨¦ntrica plaza del Polvorista. Eran una de las pocas notas que romp¨ªan el repetido y mon¨®tono ritmo diario de la ciudad. Las banderas espa?ola, andaluza y portuense engalanaban el balc¨®n consistorial con su cresp¨®n negro. El n¨²mero de personas que acud¨ªan al Ayuntamiento a estampar su p¨¦same en el libro de firmas era mayor que el pasado jueves.
Daniel Garc¨ªa, un estudiante de 21 a?os, dej¨® su condolencia en el libro que el Consistorio coloc¨® en el sal¨®n de plenos. "Era un poeta que me gustaba mucho y, adem¨¢s, era un paisano. Me gustaba ¨¦l entero, su poes¨ªa, su persona, su pintura...", indic¨® Garc¨ªa. El estudiante recordaba con emoci¨®n La arboleda perdida y el poema "que dice "si mi voz muriera en tierra".
Otra de las personas que acudi¨® al Ayuntamiento a dejar su homenaje era un comerciante jubilado de 67 a?os, Diego Pantoja. "Alberti era una persona ilustre de El Puerto. Me gust¨® mucho La arboleda perdida y Marinero en tierra", afirm¨® Pantoja. Este comerciante jubilado trajo desde su casa un texto preparado para estampar en el libro de firmas. "Rafael, poeta marinero en tierra, aunque est¨¦s muerto, no desaparecer¨¢s de la bah¨ªa de tu Puerto", dec¨ªa el escrito. Varios poemas de Alberti, trazados con su caligraf¨ªa airosa y multicolor, atrapaban la mirada desde los cuadros en que estaban enmarcados. El busto del escritor, r¨¦plica del que hay en la plaza del Polvorista, se levantaba sereno ante la peque?a cola de sus admiradores.
Con todo, fuera del Ayuntamiento la vida transcurr¨ªa con normalidad. Un portuense de 30 a?os confesaba en una calle cercana al Ayuntamiento que nunca hab¨ªa visto a Alberti en persona. Su ausencia en los ¨²ltimos a?os hab¨ªa sido decisiva en el ¨¢nimo de muchos portuenses, que ve¨ªan a Alberti como una persona de otra ¨¦poca, de un pasado que se va desvaneciendo en la memoria.
Las cosas cambiaban un poco a las afueras de El Puerto, en los alrededores del chal¨¦ donde viv¨ªa el poeta con su mujer. Amigos y pol¨ªticos se acercaban bajo un sol que pegaba de plano. Uno de los amigos de la familia, Gonzalo Santonja, revel¨® que, "bajo su apariencia de serenidad, Mar¨ªa Asunci¨®n Mateo est¨¢ destrozada". La cantante Elena Bianco entr¨® sin apenas detenerse. Se encontraba muy afectada y s¨®lo pudo musitar: "Siento mucho haberlo perdido".
La consejera andaluza de Cultura, Carmen Calvo, tambi¨¦n estuvo en el hogar del escritor. "Una vez, Rafael me cont¨® la an¨¦cdota de c¨®mo vivi¨® la noche, en plena guerra civil, en que tuvieron que sacar los cuadros del Museo del Prado para salvarlos y llevarlos a Valencia", relat¨® la consejera. El presidente de Andaluc¨ªa, Manuel Chaves, tambi¨¦n visit¨® a la viuda. El presidente del Gobierno, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, y su esposa, Ana Botella, dieron el p¨¦same a Mar¨ªa Asunci¨®n Mateo a ¨²ltima hora de la tarde.
Sin embargo, en la afluencia a la casa del escritor tampoco hab¨ªa ese calor de los vecinos, que quiz¨¢s respetaban el intenso deseo de intimidad y discreci¨®n que reclamaron ¨¦l y su mujer para su muerte. Eran m¨¢s los pol¨ªticos y los amigos los que sintieron el deber de expresar su pena.
Uno de los momentos m¨¢s emotivos fue la llegada de un viejo amigo de Alberti, un hombre que conoci¨® al poeta en su juventud y que no pudo evitar un asomo de llanto. A Salvador Arias, un actor y hombre de teatro que conoci¨® al escritor en 1937, se le quebr¨® la voz al evocarle a la puerta de su casa. "Estuve toda la guerra con ¨¦l. Mar¨ªa Teresa Le¨®n [su primera esposa] y Rafael fueron mis segundos padres", se?al¨® Arias. "Rafael ten¨ªa 33 a?os cuando le conoc¨ª. Tambi¨¦n conoc¨ª a Luis Cernuda, a don Antonio Machado, a Manuel Altolaguirre. Estren¨¦ el papel de joven en la versi¨®n de Numancia que hizo Alberti", agreg¨® Arias.
"Alberti pertenec¨ªa a un grupo cuyos miembros compaginaban el arte, la literatura y la amistad. Les un¨ªan las afinidades est¨¦ticas y los paseos bajo la luna de Madrid. Eran noct¨¢mbulos y graciosos", agreg¨®. Arias hablaba de un mundo que muri¨® hace d¨¦cadas y que los habitantes de El Puerto parec¨ªan haber olvidado.
Babelia
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