El sabor de la Copa
Lo dijo Farin¨®s al terminar el encuentro: "Era la primera vez que jug¨¢bamos esto". Y "esto" result¨® un maldito y desconcertante suceso. El Valencia encaj¨® tres goles y no logr¨® meter ninguno pero todav¨ªa as¨ª los jugadores continuaban corriendo como si fuera posible ganar. Segu¨ªan pugnando y afan¨¢ndose por llevar las cosas a su t¨¦rmino y cumplir con un destino que hab¨ªan considerado suyo antes de saltar al campo, en el campo y hasta el ¨²ltimo silbido. De hecho, los jugadores, al concluir, presentaban ante las c¨¢maras unos rostros espantados, como reci¨¦n venidos de una convicci¨®n que se hubiere roto de s¨²bito y sin que nada ni nadie hubiera anticipado su aver¨ªa. Lo aleatorio o lo inesperado iba a ser lo m¨¢s extraordinario de la liza entre dos equipos familiares, mutuamente conocidos y con las historias particulares desprovistas de toda intimidad. El Madrid conoc¨ªa bien al Valencia para su mayor inquietud y el Valencia conoc¨ªa bien al Madrid para su esperanza o su relativo sosiego. Por si faltaba poco, el Madrid perdi¨® muy vulgarmente su decisivo partido de Liga contra el Valladolid y el Valencia, por el contrario, super¨® un gol en contra del Zaragoza hasta llegar a repetirse como el mejor club en el ¨²ltimo tramo. En suma, mientras el Valencia hab¨ªa afirmado su ascenso el Real regresaba a la repetida desesperaci¨®n. Se dec¨ªa, con todo, que la baza del Madrid era su experiencia en la Copa de Europa pero se trataba, con ello, de ofrecer un subterfugio para aderezar las tensiones y el entusiasmo de la afici¨®n. Lo cierto es que el Valencia ha sido en buena parte de la Liga un conjunto brillante y afilado, frente a la holgura o la viscosa lentitud del Madrid. El ingenio colectivo, la velocidad de imaginaci¨®n, la compenetraci¨®n completa estaba en el Valencia, mientras la m¨¢quina madridista siempre pareci¨® m¨¢s encegada y vieja.
Con esos precedentes los valencianos, pintados de naranja, pod¨ªan estar seguros de abrirse camino: eran m¨¢s vistosos y soleados, m¨¢s convincentes y perspicaces. De ah¨ª, por tanto, que los jugadores, inmersos en la din¨¢mica de su sistema no pudieran aceptar que jugando como sab¨ªan no fueran a obtener la victoria cabal. ?Por qu¨¦ perdi¨® sin embargo el Valencia? Habiendo visto el partido y conservando la frialdad puede justificarse su derrota pero habiendo "vivido" el acontecimiento desde hace dos semanas este final no es f¨¢cil relatar. Ni los protagonistas del juego ni los centenares de miles de valencianos que han seguido el proceso alcanzamos a tomar la derrota como una consecuencia de la raz¨®n, pura o pr¨¢ctica. M¨¢s bien lo que ocurri¨® anoche en Saint Denis pertenece a una l¨®gica muy peculiar, propia del peor mundo estoc¨¢stico del f¨²tbol. De ah¨ª que Farin¨®s mostrara su abobamiento al retirarse de la cancha. "Esto", a lo que jugaba ¨¦l y los otros por primera vez, se revel¨® una realidad perversa capaz de transfigurar a los conjuntos en entidades diferentes y de la misma manera que el Valencia, en cuanto superestructura de juego, no pod¨ªa asumir su decepci¨®n, el Madrid saltaba de asombro. Todo pues muy trasnatural, irracional, muy raro. Cabe, no obstante esperar que la pr¨®xima vez el Valencia ya tendr¨¢ sabido c¨®mo se afronta, aparte de la preparaci¨®n deportiva, un trance de este extra?o y dif¨ªcil sabor. Habr¨¢ aprendido, en fin, como se come "esto".
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