Billy Wilder habla en un libro sobre los actores y las pel¨ªculas que dirigi¨®
Cameron Crowe publica sus entrevistas con el realizador de 'Sabrina'
Ninguna actriz debe aspirar a ser Audrey Hepburn -'El vestido de Givenchy ya est¨¢ ocupado'-; el equipo de rodaje de La tentaci¨®n vive arriba se peleaba por ver qui¨¦n encend¨ªa el ventilador debajo de la reja en la que Marilyn se apoyaba con su vestido blanco, y le hubiera gustado rodar La lista de Schindler. Son algunas de las opiniones del genial realizador recogidas en Conversaciones con Billy Wilder (Alianza Editorial), de Cameron Crowe.
Billy Wilder (Sucha, Polonia, 1906) conserva una memoria estupenda. 'Pocas veces emple¨® la excusa de que le fallaba durante nuestras conversaciones', asegura el director Cameron Crowe. El origen del libro, en el que se incluyen m¨¢s de 600 fotograf¨ªas, carteles y programas de pel¨ªculas, surgi¨® de manera casual. Crowe trat¨® de que Wilder interpretara un papel en su pel¨ªcula Jerry McGuire, pero el genial director rehus¨® la invitaci¨®n. Ni siquiera la presencia de Tom Cruise, la estrella del filme con el que acudi¨® a su oficina para convencerle, surti¨® efecto. Les hizo notar que no era un actor. 'No es m¨¢s que un papel peque?o', le explic¨® Crowe. '?Un papel peque?o?', observ¨®. '?Entonces, desde luego que no voy a hacerlo!'. En febrero de 1997, con la pel¨ªcula estrenada, Crowe public¨® en Rolling Stone un diario del rodaje en el que inclu¨ªa la an¨¦cdota con Wilder. Al director de Sabrina le gust¨® lo publicado y le ofreci¨® una entrevista. Tras ese encuentro se produjeron algunas citas m¨¢s.
La primera vez que los dos directores se cruzaron, Wilder le pareci¨® a Crowe un hombre compacto, elegantemente vestido con americana y gorra de tweed. En su despacho hab¨ªa una foto de Marlene Dietrich clavada en un corcho, un collage fotogr¨¢fico de Audrey Hepburn, Wilder y su esposa hecho por David Hockney, y una foto de Wilder con Kurosawa y Fellini.
A Wilder le hubiera gustado que La lista de Schindler fuera su ¨²ltima pel¨ªcula, pero Spielberg ya pose¨ªa los derechos. 'Ambos ¨¦ramos conscientes de que los dos lo dese¨¢bamos enormemente. Pero al final no fue capaz de dejarla. Yo quer¨ªa hacerla como un homenaje a mi madre, mi abuela y mi padrastro '. 'Habr¨ªa sido muy minucioso con La lista de Schindler, porque es una pel¨ªcula que no basta con rodarla bien, es una pel¨ªcula mucho m¨¢s profunda. Si se la dieran a diez directores, cada uno la habr¨ªa hecho de manera distinta'.
Sobre Charles Laughton, 'el mejor actor que ha existido nunca', Wilder cuenta que ten¨ªa 20 versiones posibles para interpretar cada escena y cada vez mejor. Habl¨® con ¨¦l para que interpretara el camarero de Irma la dulce, pero el c¨¢ncer se lo impidi¨®.
Con Marilyn Monroe tuvo sus m¨¢s y sus menos. Cuando Monroe lleg¨® al rodaje de Con faldas y a lo loco y vio los copiones del primer d¨ªa, dijo: 'Que desilusi¨®n, cre¨ª que la pel¨ªcula iba a ser en color. Yo doy mucho mejor en color'. Wilder le respondi¨®: 'Est¨¢bamos jugando, haciendo pruebas -ment¨ª-. Cuando los hombres se maquillen y se disfracen de mujeres, vamos a necesitar mucho m¨¢s maquillaje y m¨¢s polvos para que no asome la piel masculina con la barba, as¨ª que hay que hacerlo en blanco y negro'. Y ella se lo crey¨®.
Cary Grant siempre le dijo no, pese a que eran amigos y que le gustaban mucho las pel¨ªculas que rodaba. Sin embargo, Wilder nunca se sinti¨® decepcionado. 'Era bueno, muy bueno. No se le escapaba una. Nunca tuvo el premio (de la Academia). Le dieron un Oscar especial... pero es una idiotez, porque los actores que suelen hacer protagonistas, para obtener un premio tienen que cojear o hacer de retrasados. Nunca ven al tipo que se esfuerza al m¨¢ximo y consigue que parezca f¨¢cil. No les basta con que abra un caj¨®n con elegancia, saque una corbata y se ponga una chaqueta. ?Hay que sacar una pistola! Hay que sufrir. ?sas son las normas por las que se rigen los 4.500 miembros de la Academia'.
Sobre la importancia del vestuario para redondear un personaje, Wilder pone como ejemplo la ropa que llevaba Audrey Hepburn en Sabrina, dise?ada por Givenchy, y el vestuario que utilizaron despu¨¦s en la versi¨®n de Sydney Pollack. 'No val¨ªa nada', opina. A Hepburn le interesaba mucho la ropa y siempre se inclin¨® por Givenchy. El caso contrario al de Marilyn, a la que no interesaba el vestuario. 'Se le pod¨ªa poner lo que fuera. Si ense?aba algo lo aceptaba, con tal de que mostrara un poco'.
Sobre el cine que se hace ahora, el director de El crep¨²sculo de los dioses se lamenta por la desaparici¨®n de la importancia del director. 'Ya no se conoce a ning¨²n realizador, o a muy pocos. Ha disminuido por el poder de la estrella, que cobra diez millones de d¨®lares, quince millones... es un esc¨¢ndalo. Y el productor: ?seis productores para una pel¨ªcula! Ya no es el terreno en el que se expresa el director. Bastan dos o tres dedos para contar los directores famosos. Han perdido su poder. Pero volver¨¢n'.
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