Se elige al sucesor de Ardanza
En Euskadi se mata a la gente por sus ideas y se acosa y persigue, con t¨¢cticas muy similares a las del fascismo, a las personas que se oponen a los que matan. Hay por tanto un grav¨ªsimo problema de terrorismo y un grav¨ªsimo problema de libertad, y de ah¨ª la necesidad de que el d¨ªa 14, cualquiera que sea el resultado, todos los partidos se pongan de acuerdo en un plan para combatir a ETA. Un acuerdo para que cuando de nuevo se produzca, como en Bidart, su derrota operativa, no haya operaciones de rescate que salven pol¨ªticamente a la banda, prolongando su existencia.
Lo que se decide el domingo es qui¨¦n liderar¨¢ ese intento de recomponer la unidad democr¨¢tica contra ETA. Entre 1988 y 1998 esa responsabilidad correspondi¨® a Ardanza, al frente del pacto de Ajuria Enea. Los ciudadanos deciden qui¨¦n le suceder¨¢, pero parece evidente que no ser¨ªa cre¨ªble que el impulso de un pacto contra ETA y la coacci¨®n organizada corresponda a quienes firmaron el pacto de Lizarra.
Dice Arzalluz que no tiene por qu¨¦ pedir perd¨®n por haberlo hecho, dado que el objetivo era 'buscar la paz'. Lizarra se basaba en el intento de hacer pasar por el aro soberanista, con el pretexto de la paz y bajo la coacci¨®n de ETA, a quienes no desean, y temen, la independencia. Pero adem¨¢s ha fracasado: el soberanismo no s¨®lo no trae la paz, sino que escinde a la sociedad. No ser¨ªa l¨®gico esperar que la sutura venga de quienes no tienen claro si siguen siendo autonomistas, mantienen que los principios de Lizarra son v¨¢lidos y dudan sobre si ETA es la 'expresi¨®n de un conflicto pol¨ªtico no resuelto' (y cuyas razones habr¨ªa que atender) o una manifestaci¨®n extrema de nacionalismo totalitario.
Ibarretxe dice ahora que apoya el Estatuto, pero a?ade que, si ganan PP y PSOE, Euskadi ser¨¢ 'gobernada desde Madrid'. Es decir, sigue identificando autogobierno (aut¨¦ntico) con ideolog¨ªa nacionalista, lo cual supone la negaci¨®n misma del Estatuto. Arzalluz dice que mientras ETA mate no habr¨¢ acuerdo posible con EH, pero a?ade que no hay forma de evitar que Ibarretxe sea investido lehendakari con los votos no pedidos de los de Otegi. El principal asesor de Ardanza, Jos¨¦ Luis Zubizarreta, ya le hab¨ªa dado la semana pasada, en un art¨ªculo publicado en El Correo, la receta para evitar esa eventualidad: que Ibarretxe retire su candidatura si le consta que s¨®lo podr¨ªa ser elegido con el apoyo de EH. Zubizarreta a?ad¨ªa otra condici¨®n para que el PNV recobrase su credibilidad: comprometerse a no tratar de derribar a un Gobierno alternativo mediante una moci¨®n de censura con EH. No se trata de una exigencia caprichosa: ante la hip¨®tesis de un Gobierno PP-PSOE sin mayor¨ªa absoluta, el propio Arzalluz amenaz¨® hace unos meses (El Peri¨®dico, 5-11-00) con que 'les zumbar¨ªamos una moci¨®n de censura', de acuerdo con EH. Un compromiso de lealtad democr¨¢tica como el propuesto ser¨ªa la forma de quitar a Otegi la llave que dice tener para condicionar a los dem¨¢s.
El nacionalismo no es que sea ambiguo, sino que lo quiere todo a la vez: ser el primer partido, y para ello presentarse en coalici¨®n con EA y recabar los votos que pierda HB; y, a la vez, poder pactar con los socialistas su continuidad al frente del Gobierno. Pero lo primero implic¨® asumir un programa soberanista, incompatible con el pacto con el PSOE, y adem¨¢s EA advirti¨® de que nunca aceptar¨ªa ese pacto. La coalici¨®n PNV-EA reclam¨® ante la Junta Electoral que se le reconociera como una ¨²nica formaci¨®n a los efectos de acceso a los medios p¨²blicos, y a la vez pretende formar dos grupos parlamentarios separados, como exigi¨® EA. Pero entonces tal vez no sea el PNV el primer grupo en esca?os, como Arzalluz da por sentado. En misa y repicando, no puede ser.
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