Mi sue?o de un Pa¨ªs Vasco en paz
So?ar despierto es proyectar los deseos de una persona hacia el futuro. Habitualmente se sue?a con lo que no se tiene pero se quiere tener. Los sue?os nos ayudan a superar las dificultades en el camino. Se sue?a siempre, pero se hace a¨²n m¨¢s en los momentos cr¨ªticos: el comienzo de una relaci¨®n de pareja, el nacimiento de un hijo, el cambio de trabajo, etc¨¦tera.
No descubro nada nuevo con decir que la convivencia se ha deteriorado gravemente en el Pa¨ªs Vasco. Aun siendo creciente la conciencia social respecto al rechazo del terrorismo, hay, sin embargo, una mayor fractura pol¨ªtica en los ciudadanos, y el miedo y el pesimismo se han extendido a sectores m¨¢s amplios de la poblaci¨®n. Es decir, somos m¨¢s los que estamos en contra de la barbarie, pero el miedo es ahora m¨¢s extenso. Es este momento cr¨ªtico lo que confiere un car¨¢cter m¨¢gico a las pr¨®ximas elecciones y lo que constituye un tiempo adecuado para expresar los deseos y los sue?os. Perm¨ªtanme mostrarles los m¨ªos.
En otros lugares tambi¨¦n hay problemas de identidad nacional, pero no se mata a los disidentes
El Pa¨ªs Vasco es un lugar peque?o -todo ¨¦l cabe holgadamente en la provincia de Madrid o de Barcelona- y que tiene poco m¨¢s de dos millones de habitantes, lo que supone una proximidad social entre todos nosotros. Me hace sentirme orgulloso de ser vasco lo que otras personas perciben como nuestras se?as de identidad: la laboriosidad, la iniciativa empresarial y, sobre todo, el igualitarismo social, con una relaci¨®n muy cercana entre personas de niveles sociales distintos. Siempre he pensado en el papel tan positivo que esta ¨¦tica igualitaria del trabajo ha desempe?ado en la integraci¨®n de los inmigrantes -en general, muy satisfactoria- en la sociedad vasca.
Me gusta tambi¨¦n de mi pa¨ªs la vitalidad de la sociedad, que se expresa en las elevadas cotas alcanzadas en la gastronom¨ªa, en la m¨²sica, en el arte de vanguardia o en el deporte, y me gusta a¨²n m¨¢s la generosidad de una buena parte de sus habitantes. En tiempos recientes, el Pa¨ªs Vasco ha sido un semillero de misioneros; hoy lo es de m¨¢s de un centenar de ONG, que realizan un trabajo eficaz en el campo de la cooperaci¨®n internacional. Asimismo, el ¨ªndice de donantes de sangre y de donaciones para trasplantes es de los m¨¢s altos de Espa?a. El ruido pol¨ªtico de fondo impide a veces percatarse de esta realidad.
No me gusta de mi pa¨ªs que, desde el nacionalismo de algunos vascos, y a espaldas de la historia, se haya contrapuesto el ser vasco con el ser espa?ol y que esta contraposici¨®n se haya querido imponer a todos los vascos. Me resulta empobrecedor limitar la identidad personal a ser vasco o a ser espa?ol. La riqueza de una persona radica en las identidades compartidas. Yo soy, a distinto nivel de proximidad, donostiarra, guipuzcoano, vasco, espa?ol y europeo. ?C¨®mo voy a renunciar, en aras de mi ser vasco, a mi identidad donostiarra, cuando mis recuerdos de infancia, mis enamoramientos de adolescente, mi arraigo familiar, han tenido lugar en esta ciudad, o a mi identidad espa?ola, cuando mis referencias culturales, sociales y ling¨¹¨ªsticas son comunes, en buena medida, a las del resto de los espa?oles? Esa contraposici¨®n entre ser vasco y ser espa?ol me parece falsa. El nacionalismo me recuerda en esto a la canci¨®n de Mach¨ªn: No se puede querer a dos mujeres a la vez. S¨¦ que no es f¨¢cil la integraci¨®n de identidades m¨²ltiples. En otros lugares (Quebec, Flandes, Escocia) hay tambi¨¦n problemas de identidad nacional, pero all¨ª no se mata a los disidentes ni se extorsiona a los empresarios. ?Habr¨¢ que decir una vez m¨¢s que el contencioso vasco no es sino la insatisfacci¨®n del 15% de la poblaci¨®n con el Estatuto de Gernika, respaldado mayoritariamente, y que la mayor parte de los vascos -incluidos muchos nacionalistas- se encuentran c¨®modos con un r¨¦gimen ampl¨ªsimo de autogobierno en el marco de una Espa?a democr¨¢tica que tiene cada vez mayor peso en el seno de la Uni¨®n Europea?
Tampoco me gusta de mi pa¨ªs que haya habido intentos de limitar la cultura vasca a lo euskald¨²n o, en sentido contrario, de menospreciar el euskera. Otra cosa bien distinta es la utilizaci¨®n espuria del euskera como factor de exclusi¨®n (a efectos laborales o educativos, por ejemplo) o como herramienta de imposici¨®n de un proyecto no democr¨¢tico de construcci¨®n nacional. Yo no podr¨ªa renunciar a considerar de los m¨ªos a escritores vascos que han desarrollado en castellano su obra literaria, como Baroja, Unamuno, Meabe o Celaya, ni a los que lo han hecho en euskera, como Aresti, Atxaga o Saizarvitoria. ?C¨®mo puedo no emocionarme al entonar el Agur jaunak, escuchar los versos de un sencillo bertsolari o la canci¨®n de cuna Haurtxo txikia, o no sentirme orgulloso del papel que desempe?a actualmente el castellano en la cultura universal?
Me preocupa en particular el problema de la convivencia. ?sta no puede garantizarse, sobre todo cuando est¨¢ presente un grupo terrorista, si no hay un respeto expl¨ªcito a las leyes vigentes (Estatuto y Constituci¨®n). La ausencia o el incumplimiento de las normas conducen a la arbitrariedad y, en ¨²ltimo t¨¦rmino, a la anarqu¨ªa. Al margen de que puedan modificarse por los procedimientos establecidos, o se est¨¢ con ellas o se est¨¢ contra ellas: no se puede servir a dos se?ores al mismo tiempo.
Sue?o con una convivencia respetuosa entre los vascos. Los nacionalistas han contribuido a recuperar las se?as de identidad del Pa¨ªs Vasco y son, en buena parte, responsables del nivel de prosperidad existente, pero han tensado innecesariamente las relaciones sociales entre los vascos y con el resto de los espa?oles. Aun as¨ª, es m¨¢s lo que nos une que lo que nos separa. Lo que nos preocupa a todos (la familia, el trabajo, la salud, el bienestar social) es com¨²n a nacionalistas y no nacionalistas, que, por otra parte, compartimos una forma com¨²n de entender la vida y proponemos unas soluciones similares a los problemas cotidianos. La fractura actual est¨¢ mucho m¨¢s en los partidos pol¨ªticos que en el conjunto de la sociedad. Es, por tanto, una irresponsabilidad, desde uno y otro lado, alentar la divisi¨®n con discursos incendiarios, que generan odios, contra los otros.
No se puede recuperar la concordia si no hay una divisoria clara entre los dem¨®cratas y los violentos. Los conflictos pol¨ªticos se dirimen en los Parlamentos. El terrorismo y la violencia gangrenan la convivencia. No hay ning¨²n problema irresuelto que legitime la violencia ni es ¨¦tico aprovecharse de ella, directa o indirectamente, para obtener beneficios suplementarios. Como dec¨ªan los viejos te¨®logos, del mal no puede nacer el bien.
La pol¨ªtica actual en el Pa¨ªs Vasco es demasiado importante como para dejarla s¨®lo en manos de los pol¨ªticos. A la gente de bien, que es la mayor¨ªa, le repugna la violencia. Es una tarea de todos, como padres, educadores o profesionales, implicarse activamente con una cultura de la paz y de una convivencia respetuosa. ?sta es nuestra responsabilidad. A las personas pac¨ªficas, como dijo Blas de Otero, nos queda la palabra. Tratemos de ejercerla con el di¨¢logo en nuestro quehacer cotidiano y seamos tolerantes excepto con la intolerancia.
He llegado al final de mis sue?os de hoy. Cr¨¦anme que, a pesar de todo, soy optimista. No se debe ser de otra manera. Como esas hierbas que crecen entre los resquicios de las baldosas en algunos paseos, la libertad no se puede asfixiar por mucho tiempo. El optimismo genera ilusi¨®n, y s¨®lo con ilusi¨®n se siente uno con energ¨ªa suficiente para asumir, cada uno en su nivel de responsabilidad, el reto de buscar la salida en el laberinto vasco. Las v¨ªctimas del terror se lo merecen. Es lo menos que podemos hacer por ellas.
Enrique Echebur¨²a es catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa Cl¨ªnica en la UPV.
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