32.000 kilos de basura y ning¨²n incidente en una noche de fiesta
Eran las dos de la madrugada y a un lado de la calle Rosario Pino, refugiadas en la penumbra, las prostitutas persegu¨ªan clientes. En el otro, a las luminosas puertas del restaurante en el que todo el Real Madrid celebraba el t¨ªtulo, una coyuntural masa de aficionados alejados por un d¨ªa de la realidad persegu¨ªa a sus ¨ªdolos con mayor fortuna. Casi todos los rincones de Madrid quedaron empapados por una marea blanca incontenible.
Fue una inundaci¨®n pac¨ªfica, seg¨²n la Polic¨ªa. No se registraron grandes incidentes, aunque s¨ª algunas peleas. Las 40 intervenciones del Samur directamente relacionadas con las celebraciones tuvieron que ver con borracheras o lipotimias a causa del calor y las aglomeraciones. Tan s¨®lo cinco personas tuvieron que ser hospitalizadas.
La jarana result¨® vamp¨ªrica. Dur¨® lo que la oscuridad y se disip¨® con las luces de la ma?ana, cuando el sol ya apretaba de lo lindo. Antes, al calor de la noche y del triunfo, las banderas, las bufandas y las camisetas del Madrid se fundieron con el ruido del claxon de los coches multiplicando sus ecos por cada esquina.
La euforia brot¨® del estadio Bernab¨¦u y se expandi¨® a oleadas. Primero baj¨® en masa por el paseo de la Castellana hasta la plaza de Cibeles, la fuente en honor a la diosa de la tierra, el hogar y la familia, donde unas 300.000 personas recibieron a sus ¨ªdolos cuando los term¨®metros marcaban 30 grados y los relojes la 1.15 del domingo. De all¨ª se reparti¨® por toda la ciudad, sobre todo por las zonas de copas, saturadas por la fiebre del s¨¢bado noche y excitadas por el ¨¦xito.
Al norte de la capital, cerca de la plaza de Castilla, la confluencia de las calles Rosario Pino y Orense sufr¨ªa a las 2.00 un colapso de Porsches, Mercedes, Jaguars, BMW y Ferraris abandonados en segunda y tercera fila. Walkie talkie en mano, los aparcacoches trajinaban sudorosos sentados sobre cientos de millones de pesetas mientras varios cientos de recalcitrantes hinchas, instalados a la entrada del restaurante en el que la plantilla madridista se dispon¨ªa a regar su victoria, jaleaban a los jugadores en cuanto asomaban la nariz. '?Figo, Figo, Figo!', repet¨ªan al mismo tiempo que los taxistas maldec¨ªan sus apreturas. 'A Figo le pod¨ªan dar por...', se oy¨® bramar a uno antes de perderse por la siguiente bocacalle.
Unos kil¨®metros m¨¢s abajo, en el cogollo de la ciudad, otros apuraban la noche bocinazo a bocinazo, bandera en ristre y bufanda al cuello, antes de abandonar extenuados el campo de batalla.
La alborada ilumin¨® los despojos de la noche: 32.000 kilos de basura que un centenar de empleados de los servicios municipales de limpieza tuvieron que recoger en los alrededores de la plaza de Cibeles.
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