La disposici¨®n de la belleza
Este libro contiene el conjunto de relatos literarios propiamente dichos escritos por la poeta norteamericana Elisabeth Bishop a lo largo de su vida: ocho en total. No son muchos, bien cierto, pero son todos extraordinarios. Tampoco su obra po¨¦tica es muy extensa y, sin embargo, su peso en la poes¨ªa norteamericana contempor¨¢nea es muy grande.
Los cuentos de Bishop poseen esa sencillez y depuraci¨®n caracter¨ªstica de un tipo de relato que ha desembocado en el minimalismo, pero cuyo curso no se ha detenido a¨²n hoy d¨ªa. Uno contempla los relatos de este libro y advierte, en una primera mirada, una sensaci¨®n semejante a la que produce una mesa puesta con ese conocimiento y ese gusto que s¨®lo puede proceder de una natural relaci¨®n entre la persona y sus actos; en esa mesa que contemplamos hay mucho m¨¢s que correcci¨®n, coherencia y belleza: lo que contemplamos -que va m¨¢s all¨¢ de la mesa- es la disposici¨®n de la belleza; y entonces percibimos tambi¨¦n que esa disposici¨®n es din¨¢mica y en su vitalidad anida su muy poderosa expresi¨®n, su penetrante capacidad de sugerencia; esta ¨²ltima se expande con toda naturalidad en cuanto el lector se introduce en el cuadro -es decir, en el relato- y descubre que tanto en los textos m¨¢s simb¨®licos como en los m¨¢s pegados a tierra hay un gran espacio para su imaginaci¨®n. La sencillez es, en este caso, una obra maestra de depuraci¨®n estil¨ªstica.
UNA LOCURA COTIDIANA
Elisabeth Bishop Traducci¨®n de Mauricio Bach Lumen. Barcelona, 2001 144 p¨¢ginas. 2.100 pesetas
Bishop muestra en su prosa una alta imaginaci¨®n po¨¦tica, pero no hace poes¨ªa con ella. No hay prosa de m¨¢s corta duraci¨®n que la prosa l¨ªrica. Su imaginaci¨®n la aplica tanto a las im¨¢genes como a la estructura de los relatos; por ejemplo, en el titulado El bautismo logra crear admirablemente la soledad de la vida de las tres hermanas gracias a la sutileza con que prescinde de ciertos elementos de ambiente; en cambio, en En el pueblo sucede justamente lo contrario: es el peso de las cosas -desde una simple moneda hasta el contenido del escaparate de una tienda- lo que agudiza por contraste la et¨¦rea, impalpable presencia de la locura en la madre de la ni?a. Todos los cuentos parecen hechos de minucias y se aproximan al lector con una actitud casi dom¨¦stica, pero tras ellos se adivina la mirada soberbia de alguien que sabe distinguir muy bien entre lo que es significativo y lo que no lo es. El relato titulado La mar y su orilla es el menos dom¨¦stico y personal de todos, y en este caso se vale de un personaje estrafalario -un limpiador de playas provisto de un bast¨®n pinchapapeles- para dar rienda suelta a unas pocas im¨¢genes admirables -el bast¨®n enarbolado con los papeles ardiendo en la playa nocturna, por ejemplo- que ajustan perfectamente la relaci¨®n que este hombre extraordinario tiene, en una caseta de playa vac¨ªa y ciega, con las palabras que va recogiendo de la arena.
Los hijos del granjero tiene la
particularidad de narrar en un tono que preludia lo emotivo y conmovedor, pero que lo bordea siempre sin internarse en ¨¦l, eludiendo el facilismo, para acabar descargando por fin esa emoci¨®n; lo hace al final, cuando ya no hay complacencia en el efecto sino pura eficiencia expresiva. Es un relato ciertamente conmovedor que trata de la percepci¨®n de la vida a trav¨¦s del fr¨ªo, un tema que desarroll¨® de modo muy distinto -pero con el que ser¨ªa ilustrativo cruzarlo- William Gass en su maravilloso relato El chico de Pedersen. En cambio, en Recuerdos del t¨ªo Neddy apela a los ojos de una ni?a para recordar el paso por la v¨ªa del t¨ªo Neddy. Hay dos puntos de vista perfectamente ensamblados y eso hace muy sugestivo el cuento, pues la ni?a es, tambi¨¦n, la narradora ya adulta que recuerda, tras recibir los retratos juveniles del t¨ªo Neddy y su esposa; tal mezcla (ve con los ojos de la ni?a; hila los recuerdos con la mente de la adulta) pertenece a uno de esos momentos en que la literatura demuestra hasta qu¨¦ punto es capaz de valerse por s¨ª misma si un autor sabe invocarla debidamente. Por fin, un preso vocacional hace una aguda revisi¨®n del mundo en el que le ha tocado vivir en En prisi¨®n; es un humor que posee la seriedad de la s¨¢tira y que, sin embargo, se permite im¨¢genes como ¨¦sta, referida a la puesta del sol: 'Esos quince minutos o media hora de un dorado intenso en que a cualquier objeto puede confer¨ªrsele un sentido m¨¢gico'.
Gwendolyn y En el pueblo son los dos relatos en los que el poder trascendente de lo simb¨®lico, aun expres¨¢ndose a ras de tierra, adquiere un valor m¨¢s alto y, por tanto, una componente de misterio m¨¢s acentuada y sustancial. Cuando hablo de misterio me refiero a la cualidad de misterioso, no a lo escondido que se resuelve como una adivinanza. En ambos relatos hay una situaci¨®n que se proyecta m¨¢s all¨¢ de los propios hechos para alcanzar un movimiento del alma que en el primero de ellos es el reconocimiento de la muerte y en el segundo la existencia de una zona de sombra en la conciencia de una ni?a.
Todo en este libro y en esta edici¨®n es precioso, desde la cubierta hasta la ¨²ltima p¨¢gina. No es f¨¢cil dar con un libro as¨ª porque no es aparatoso, pero en ¨¦l la creaci¨®n literaria se encuentra en tal estado de pureza e inteligencia que el destilado final parece un regalo inmerecido. Y, sin embargo, no lo es; est¨¢ al alcance de cualquier lector de gusto y sensibilidad o dispuesto a serlo.
Del tronco de Dickinson
ELISABETH BISHOP naci¨® en Worcester (Massachusetts) en 1911. El lector encontrar¨¢ una referencia a Worcester que pr¨¢cticamente la identifica como la narradora en el relato titulado El ama de llaves. Su padre muri¨® tempranamente y su madre enloqueci¨® cuando Elisabeth ten¨ªa cinco a?os, locura a la que se refiere el relato En el pueblo. Creci¨® cuidada por sus abuelos y una t¨ªa, en Nueva Escocia y en Boston, respectivamente. Se gradu¨® en el Vassar College en 1934, un colegio exclusivo y selectivo de se?oritas en el que comparti¨® promoci¨®n con Mary McCarthy. Viaj¨® mucho, con estancias largas en Key West, M¨¦xico y Petr¨®polis, y acab¨® alternando esta ¨²ltima con San Francisco. Dos poetas norteamericanas son su principal referencia, Emily Dickinson y Marianne Moore, de quien fue disc¨ªpula y amiga; del tronco de Dickinson, inagotable, son ella y Wallace Stevens las m¨¢s notables y poderosas ramas; su influencia se extiende hasta uno de los grandes poetas norteamericanos de hoy: John Ashbery. Su obra po¨¦tica se encuentra recogida en The complete poems (1927-1979), publicado p¨®stumamente en 1983, y en ella destacan North & South (1946), Questions of travel (1965) y Geography III (1977). Muri¨® en 1979 en la ciudad de Boston. Tres de sus poemas -entre ellos uno dedicado a Ezra Pound, de quien fue amiga- se encuentran traducidos por Octavio Paz en Versiones y diversiones. Seg¨²n informa Mauricio Bach, su afortunado traductor de estos cuentos, existe una antolog¨ªa de poemas editada por la Editorial Poes¨ªa de Valencia en 1988 y sospecho que agotada. Esperemos que la belleza de estos cuentos anime a alguien a dar a editar su poes¨ªa.
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