?ltima misi¨®n del rey Zahir: la reconciliaci¨®n de Afganist¨¢n
Parte de los afganos a?ora la ¨¦poca dorada de su reinado, mientras el resto teme que su presencia despierte antiguas rivalidades
Ninguna foto en ninguna pared de Kabul recuerda al destronado y retornado rey de Afganist¨¢n, Mohamed Zahir Shah. No hubo bienvenida en carteles pegados a las ruinas de Kabul. Dicen en la capital afgana que si no hubiera sido por el imponente dispositivo de seguridad desplegado en el aeropuerto de Kabul, nadie habr¨ªa sabido que estaban asistiendo el jueves a un momento hist¨®rico.
El retorno, el pasado jueves, del antiguo rey al pa¨ªs en el que fue derrocado no parece ser el fin de la normalizaci¨®n pol¨ªtica de un Estado cuya composici¨®n ¨¦tnica es un aut¨¦ntico rompecabezas que no deja de producir violencia.
Zahir Shah sali¨® del olvido para la comunidad internacional tras los atentados del 11 de septiembre contra EE UU y con la campa?a militar liderada por Washington, que precipit¨® el derrocamiento del r¨¦gimen talib¨¢n. El regreso de Zahir simboliza para algunos las esperanzas de paz y revitaliza el recuerdo de una ¨¦poca de relativa prosperidad en el pa¨ªs. Algunos califican aquella ¨¦poca como 'dorada' en su convulsa historia. Dorada por los a?os de inestabilidad, derramamiento de sangre y destrucci¨®n que estar¨ªan por venir. 'Su retorno ha llenado el coraz¨®n de cada afgano de emoci¨®n y dignidad. Zahir rein¨® durante cuatro d¨¦cadas en Afganist¨¢n y todo el mundo vivi¨® en ese periodo sin miedo y en paz', proclama con orgullo Jalid. 'Esperamos que ponga fin al racismo entre civiles y entre los diferentes grupos ¨¦tnicos para traer estabilidad y conducir al pa¨ªs hacia la civilizaci¨®n y la modernidad'.
Afganist¨¢n contin¨²a viviendo en la desesperanza y la inseguridad
No todos los ministros comparten el entusiasmo del jefe del Gobierno interino
Pero a seis meses de la intervenci¨®n estadounidense en Afganist¨¢n, el pa¨ªs contin¨²a viviendo en la desesperanza y en la inseguridad. Miles de personas siguen enfrentando el hambre. Siete millones de afganos de sus m¨¢s de 27 dependen de la ayuda externa para sobrevivir. La tuberculosis no deja de extenderse. No hay electricidad y el agua no es potable. Tambi¨¦n ostenta otros dos tristes r¨¦cords: ser el pa¨ªs no africano m¨¢s pobre del mundo y tener, junto con Angola y Camboya, el territorio m¨¢s minado del planeta, seg¨²n Oxfam.
En la populosa Chicken Street, donde se puede comprar desde un t¨ªpico gorro afgano a un Kal¨¢shnikov si se toman los suficientes tes con el due?o de la tienda -muchos-, un ni?o de cinco a?os vende peri¨®dicos. Tiene la cabeza rapada. Alguna herida de rascarse. 'Les rapan para evitar contagios', explica el brigada espa?ol Vicente L¨®pez-Brea. ?Piojos? 'Contagio de todo', corta tajante. Todos los ni?os de Kabul tienen la cabeza rapada. Y los ojos amarillos y llenos de lega?as. Como una peque?a que no levanta medio metro del suelo. Pide limosna de la mano de su madre, a la que no se le ven los ojos porque est¨¢ cubierta por el cruel burka. La inmensa mayor¨ªa de las mujeres siguen presas bajo esa c¨¢rcel de tela azul a pesar de que haya terminado el horror talib¨¢n. 'Dentro del burka puede que se sientan m¨¢s seguras', intenta explicar una soldado espa?ola de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad para Afganist¨¢n (ISAF).
'Hay desesperanza. Es un pueblo que ve c¨®mo los cambios en el poder no han tra¨ªdo la libertad y la democracia', intenta explicar el brigada L¨®pez-Brea, para quien su misi¨®n en Kosovo fue un paseo comparada con ¨¦sta. El Afganist¨¢n de la Operaci¨®n Libertad Duradera est¨¢ dividido en zonas en las que mandan comandantes militares con plenos poderes para hacer lo que les venga en gana. Es un pa¨ªs sin ley. No hay un gobierno fuerte que dicte leyes y las decisiones las toman los diferentes jefes militares, con lo que el nivel de seguridad es incluso inferior al que hab¨ªa con los talibanes. 'La falta de seguridad que existe es, con diferencia, el mayor problema que sufre la poblaci¨®n civil', manifiesta el brigada. 'Por eso se agarran al rey o a cualquier s¨ªmbolo que le pueda traer esperanza', prosigue este militar de Zaragoza.
Aun as¨ª, la vuelta del ex rey despierta los fantasmas de la violencia. Su retorno fue aplazado por dos veces por miedo a un atentado. Su presencia en Afganist¨¢n tambi¨¦n hace temer el renacimiento de antiguas rivalidades. De hecho, algunos miembros del Gabinete no comparten el entusiasmo mostrado por el jefe del Gobieno interino, el past¨²n Hamid Karzai. Es el caso del ministro de Defensa, Mohamed Fahim, para algunos el ministro m¨¢s potente del Ejecutivo. Sucesor del asesinado comandante Ahmed Sha Masud (l¨ªder de la Alianza del Norte que luch¨® contra los talibanes), el general tayiko Fahim es uno de los personajes importantes del Gobierno afgano opuestos a que se d¨¦ cualquier papel, aunque sea simb¨®lico, a Zahir en el actual proceso pol¨ªtico postalib¨¢n. Los integrantes de la facci¨®n tayika Jamiat i Islami, a la que, junto a Fahim, tambi¨¦n pertenecen los ministros de Exteriores, Abdul¨¢ Abdul¨¢, y del Interior, Yunus Qanuni, y que lider¨® el Gobierno de coalici¨®n entre 1992 y 1996, antes de tomar las armas contra el r¨¦gimen talib¨¢n, se han opuesto claramente a la restauraci¨®n de la monarqu¨ªa, a la que consideran un sistema 'arcaico y anticuado'.
Aunque no se le ha encomendado ning¨²n cargo oficial, Zahir, de la etnia past¨²n, fue investido por los signatarios de los acuerdos de paz de Bonn del pasado mes de diciembre para la honor¨ªfica misi¨®n de inaugurar este pr¨®ximo mes de junio la Loya Jirga de urgencia, asamblea tradicional que deber¨¢ designar al nuevo Gobierno de transici¨®n encargado de convocar las elecciones democr¨¢ticas en un plazo de 18 meses. Pero la Loya Jirga estar¨ªa en peligro de continuarse los ataques y los saqueos contra las comunidades pastunes del norte de Afganist¨¢n. Si los pastunes del norte no pueden asistir a las reuniones regionales para elegir a sus representantes, la validez en su conjunto del proceso de la Loya Jirga estar¨ªa en peligro, seg¨²n fuentes diplom¨¢ticas en la zona.
Dentro del mosaico complejo de etnias, lenguas y culturas que es Afganist¨¢n, los pastunes formaban el principal componente de las milicias y dirigencia talib¨¢n. Ahora, los hazaras, los tayikos y todos aquellos que se sintieron oprimidos les est¨¢n haciendo pagar por ello. Bajo el t¨ªtulo Afganist¨¢n: pagando por los cr¨ªmenes de los talibanes, la organizaci¨®n de defensa de derechos humanos Human Right Watch denuncia el abuso sistem¨¢tico y violento ejercido sobre los pastunes a manos de milicias ¨¦tnicas. Palizas, violaciones, saqueos... Un grupo de tayikos viol¨® a dos mujeres de 14 y 30 a?os en la ciudad de Balj. A la m¨¢s joven la violaron dos veces; a la madre, cinco. El comandante que encabez¨® la violaci¨®n dijo: 'Participast¨¦is del r¨¦gimen talib¨¢n y sois pastunes. Ahora vais a pagar por ello'.
Cooperaci¨®n espa?ola
Doce cajas. Cien kilos de peso. A eso se reducen tres diccionarios de la Ense?anza de la Lengua Espa?ola; tres ejemplares de la Gram¨¢tica Espa?ola; tres enciclopedias Espasa y dos colecciones de libros juveniles. ?se fue el material did¨¢ctico para el Instituto de Estudios Hisp¨¢nicos de la Universidad de Kabul del que el Gobierno espa?ol hizo entrega ayer al Ejecutivo provisional afgano. Un H¨¦rcules de la Fuerza A¨¦rea Espa?ola aterrizaba a las nueve y media de la ma?ana de ayer (hora local, dos horas y media menos en la Espa?a peninsular) en el aeropuerto de Kabul 'cargado' de ayuda humanitaria para Afganist¨¢n procedente de Espa?a. El secretario de Estado para la Cooperaci¨®n, Miguel ?ngel Cort¨¦s, hac¨ªa entrega en Kabul a la ministra de Sanidad afgana, Suhaila Sidiqi, de 11 botiquines. Apenas otras 20 cajas. Diez botiquines fueron para M¨¦dicos del Mundo y otros 11 para la Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda al Refugiado (CEAR). '??sa es toda la ayuda que tenemos que descargar?', se cuestionaba un soldado espa?ol presente en el acto. 'Cierra m¨¢s el cuadro o parece que no hemos tra¨ªdo nada', aconsejaba socarr¨®n un periodista a su camar¨®grafo.
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