La econom¨ªa espa?ola acumula desequilibrios
El diferencial con Europa, basado en la demanda, se reducir¨¢ si no aumentan la productividad y la inversi¨®n tecnol¨®gica
La econom¨ªa espa?ola sigue creciendo m¨¢s que la media europea. El Gobierno lo repite sin cesar y, aunque su objetivo sea el de distraer la atenci¨®n del resto de las variables econ¨®micas que van mal (paro, inflaci¨®n, exportaciones, turismo, etc.), hay que reconocer que la variable diferencial de crecimiento es la que nos debe ocupar m¨¢s a los espa?oles. Si la econom¨ªa europea empeora, es l¨®gico que la econom¨ªa espa?ola empeore; si Europa va bien, Espa?a ir¨¢ bien. De nosotros no depende lo que crezca la econom¨ªa europea pero s¨ª debe ocuparnos en cu¨¢nto crecemos m¨¢s que ellos.
No obstante, importa analizar los factores que explican el mayor crecimiento relativo actual para saber si tiene bases s¨®lidas o si se debe a excesos insostenibles, demanda que alg¨²n d¨ªa tendremos que pagar. Entre los factores positivos hay que anotar que Espa?a no ha perdido toda la ventaja del tipo de cambio muy competitivo con el que entramos en el euro, que nuestros costes salariales siguen siendo inferiores a los europeos o que en los ¨²ltimos 25 a?os hemos hecho reformas en los mercados de bienes, de servicios y de trabajo.
El aumento del endeudamiento p¨²blico, del que no se informa ahora, ir¨¢ emergiendo poco a poco
Parte del mayor aumento del PIB espa?ol se ha basado en el gasto anticipado, pero est¨¢ claro que en alg¨²n momento habr¨¢ que reducirlo
El desplazamiento hacia el futuro de los costes ejercer¨¢ una presi¨®n depresiva sobre la actividad en alg¨²n momento de esta d¨¦cada
Pero tambi¨¦n ha habido otras causas que, si bien han favorecido el mayor crecimiento, no garantizan que ¨¦ste sea sostenible. Ya son muchos los indicadores que sugieren la fragilidad de nuestro crecimiento. Entre ellos destaca nuestra mayor inflaci¨®n, cuyo nivel es casi cuatro veces superior a la de Alemania. Ese diferencial, en la medida en que no se reduce a los servicios no comercializables, sino que afecta al conjunto de la econom¨ªa, acabar¨¢ teniendo consecuencias serias sobre la competitividad. La evoluci¨®n reciente del turismo puede ser el primer signo de esa p¨¦rdida de competitividad.
Otro s¨ªntoma del desequilibrio del crecimiento espa?ol es la extraordinaria expansi¨®n del endeudamiento de las empresas y, sobre todo, de las familias. Una buena parte del diferencial positivo de crecimiento en estos a?os se ha basado en que, gracias al cr¨¦dito, hemos anticipado el gasto, pero est¨¢ claro que en alg¨²n momento habr¨¢ que reducirlo para hacer frente a las cargas derivadas de ese endeudamiento. En el mejor de los casos -que no hubiera una reducci¨®n del gasto-, no volver¨ªamos a alcanzar un mayor crecimiento relativo en base a un aumento del endeudamiento similar al de los ¨²ltimos a?os.
Debe recordarse el casi permanente d¨¦ficit de la balanza corriente, que expresa que los gastos de los espa?oles superan continuamente sus ingresos ordinarios. Dentro del euro, este desequilibrio no es motivo de alarma en el corto plazo ya que no corremos el riesgo del pasado de ver a los mercados financieros especular contra Espa?a y encarecer su financiaci¨®n; pero la persistencia del d¨¦ficit exterior es un s¨ªntoma de un crecimiento desequilibrado, especialmente cuando se relaciona con la an¨¦mica evoluci¨®n de la inversi¨®n empresarial privada.
Otro desequilibrio es el de la estructura de producci¨®n de nuestro crecimiento, altamente dependiente de la construcci¨®n. En esto, el actual ciclo se ha diferenciado muy poco de los anteriores. En Espa?a siempre fueron bien las cosas cuando la construcci¨®n iba bien y nuestros peores momentos aparecieron cuando la construcci¨®n, una vez agotado el boom, entraba en recesi¨®n. En los cinco a?os que acabaron en 1990 el PIB creci¨® un 24% y la construcci¨®n un 58%. En estos ¨²ltimos cinco a?os, el PIB ha crecido algo menos -un 18%- pero la construcci¨®n ha crecido a un ritmo -el 35%- que tambi¨¦n ha doblado el del PIB.
La parte de crecimiento que se debe a un exceso de demanda no se podr¨¢ mantener durante mucho m¨¢s tiempo. En el futuro veremos una reducci¨®n en el diferencial o incluso la aparici¨®n de un diferencial negativo con respecto a la econom¨ªa europea. Pero, ?cu¨¢ndo aparecer¨¢n los efectos depresivos del actual crecimiento desequilibrado? Muchos analistas piensan que los efectos derivados de estos desequilibrios -ca¨ªda en la construcci¨®n, p¨¦rdida de competitividad, etc.- los veremos pronto. Otros consideramos que la combinaci¨®n de una pol¨ªtica monetaria fuertemente expansiva junto a una pol¨ªtica fiscal tambi¨¦n expansiva como consecuencia de la acumulaci¨®n de elecciones en 2003 y principios de 2004, puede conseguir que, durante este periodo electoral, no veamos una disminuci¨®n del diferencial de crecimiento, sino que incluso puede aumentar.
Si un tipo de inter¨¦s del 2,75% ayuda a estimular una econom¨ªa como la alemana, que tiene una inflaci¨®n del 1% y est¨¢ creciendo al 0,9%, deber¨¢ considerarse como un tipo de inter¨¦s con efectos superexpansivos en un pa¨ªs como Espa?a, que tiene una inflaci¨®n del 4% y un crecimiento de PIB del 2%. S¨²mese a esta pol¨ªtica monetaria la inyecci¨®n de ingresos que supondr¨¢n las revisiones derivadas de la desviaci¨®n de inflaci¨®n. Pero es que, adem¨¢s, la pol¨ªtica fiscal que todas las Administraciones aplicar¨¢n en 2003 es netamente expansiva, tanto por el lado de los ingresos -reducci¨®n del IRPF, supresi¨®n del Impuesto de Actividades Econ¨®micas, posible supresi¨®n del Impuesto sobre Sucesiones...- como, sobre todo, por el lado de los gastos.
A los importantes aumentos de gasto p¨²blico que el Gobierno est¨¢ ocultando (por cierto, que el FMI, en las conclusiones preliminares de la misi¨®n que recientemente ha visitado Espa?a, reconviene al Gobierno dici¨¦ndole que no deber¨ªa ocultar esta informaci¨®n por m¨¢s tiempo) hay que a?adir los incrementos de gasto que ya se han hecho p¨²blicos, como los aumentos de salarios por encima de la inflaci¨®n para los funcionarios p¨²blicos o los aumentos generalizados de las pensiones. Adem¨¢s, est¨¢n los 1.200 euros anuales para las madres trabajadoras o lo que puedan suponer las ayudas para paliar la cat¨¢strofe del Prestige que, seg¨²n se dice, no tendr¨¢n l¨ªmite cuantitativo ni temporal.
El gasto oculto
Pasado este periodo de alegr¨ªa electoral, empezar¨¢n a aparecer los problemas en la econom¨ªa espa?ola. El aumento del endeudamiento p¨²blico del que no se informa ahora ir¨¢ emergiendo poco a poco, as¨ª como el efecto de muchas medidas que se est¨¢n tomando en los sectores regulados y que est¨¢n hipotecando el futuro de nuestra econom¨ªa. La m¨¢s reciente de ellas es la subida de las tarifas el¨¦ctricas, que supone un 15% de incremento para los consumidores sometidos a tarifa, pero que no se aplicar¨¢ durante este periodo electoral, sino que se cobrar¨¢ pasados unos a?os. Entonces es cuando empezar¨¢n a aumentar otros costes de la energ¨ªa, como consecuencia de la armonizaci¨®n fiscal y de otras regulaciones medioambientales de la Uni¨®n Europea.
Medidas de este tipo, de alegrar el presente a costa de hipotecar el futuro, han ido adopt¨¢ndose en otros sectores como, por ejemplo, el de las autopistas de peaje al extender los plazos de concesi¨®n a cambio de reducir los peajes ahora, lo cual significar¨¢ que, en los pr¨®ximos a?os, el usuario no ver¨¢ reducir esos precios. Otras medidas, como la de dejar incumplir ahora los compromisos de Kyoto, significar¨¢n tambi¨¦n mayores costes para las empresas espa?olas en el futuro. Este desplazamiento hacia el futuro de todos estos costes ejercer¨¢ una presi¨®n depresiva sobre la actividad de la econom¨ªa espa?ola en alg¨²n momento de la presente d¨¦cada.
No es f¨¢cil predecir la rapidez e intensidad con que se reducir¨¢ en Espa?a el diferencial de crecimiento. Tanto la pertenencia al euro como la mayor apertura de la econom¨ªa espa?ola han llevado a que los desequilibrios de esta fase expansiva hayan sido m¨¢s suaves que en el pasado por lo que cabe esperar que tambi¨¦n sean m¨¢s suaves sus consecuencias negativas. El problema es que la recuperaci¨®n de la competitividad y el restablecimiento de los equilibrios ser¨¢n tambi¨¦n m¨¢s lentos porque la entrada en el euro impone obligaciones que impiden adoptar medidas de efectos inmediatos, como la de devaluar.
Si no hay cambios en la pol¨ªtica econ¨®mica, hay que prepararse para que, una vez que haya pasado el periodo electoral, veamos caer el crecimiento diferencial de Espa?a. Pero no hay por qu¨¦ resignarse a ese destino. Si mejor¨¢ramos nuestra productividad, los aumentos de demanda se convertir¨ªan en aumentos del PIB y no en aumento de la inflaci¨®n como sucede ahora. La construcci¨®n no tendr¨ªa por qu¨¦ hundirse porque, aumentando la productividad del resto de la econom¨ªa, corregir¨ªamos el desequilibrio actual entre actividades productivas. Si aument¨¢ramos la productividad y con ella el PIB, reducir¨ªamos el endeudamiento de las familias en relaci¨®n a su renta sin necesidad de que disminuyera la demanda de consumo. Necesitamos abandonar una pol¨ªtica econ¨®mica que pone todas sus esperanzas en la demanda y adoptar una pol¨ªtica cuya atenci¨®n se centre en la oferta y en el aumento de la productividad.
La econom¨ªa espa?ola sigue creciendo m¨¢s que la media europea. El Gobierno lo repite sin cesar y, aunque su objetivo sea el de distraer la atenci¨®n del resto de las variables econ¨®micas que van mal (paro, inflaci¨®n, exportaciones, turismo, etc.), hay que reconocer que la variable diferencial de crecimiento es la que nos debe ocupar m¨¢s a los espa?oles. Si la econom¨ªa europea empeora, es l¨®gico que la econom¨ªa espa?ola empeore; si Europa va bien, Espa?a ir¨¢ bien. De nosotros no depende lo que crezca la econom¨ªa europea pero s¨ª debe ocuparnos en cu¨¢nto crecemos m¨¢s que ellos.
No obstante, importa analizar los factores que explican el mayor crecimiento relativo actual para saber si tiene bases s¨®lidas o si se debe a excesos insostenibles, demanda que alg¨²n d¨ªa tendremos que pagar. Entre los factores positivos hay que anotar que Espa?a no ha perdido toda la ventaja del tipo de cambio muy competitivo con el que entramos en el euro, que nuestros costes salariales siguen siendo inferiores a los europeos o que en los ¨²ltimos 25 a?os hemos hecho reformas en los mercados de bienes, de servicios y de trabajo.
Pero tambi¨¦n ha habido otras causas que, si bien han favorecido el mayor crecimiento, no garantizan que ¨¦ste sea sostenible. Ya son muchos los indicadores que sugieren la fragilidad de nuestro crecimiento. Entre ellos destaca nuestra mayor inflaci¨®n, cuyo nivel es casi cuatro veces superior a la de Alemania. Ese diferencial, en la medida en que no se reduce a los servicios no comercializables, sino que afecta al conjunto de la econom¨ªa, acabar¨¢ teniendo consecuencias serias sobre la competitividad. La evoluci¨®n reciente del turismo puede ser el primer signo de esa p¨¦rdida de competitividad.
Otro s¨ªntoma del desequilibrio del crecimiento espa?ol es la extraordinaria expansi¨®n del endeudamiento de las empresas y, sobre todo, de las familias. Una buena parte del diferencial positivo de crecimiento en estos a?os se ha basado en que, gracias al cr¨¦dito, hemos anticipado el gasto, pero est¨¢ claro que en alg¨²n momento habr¨¢ que reducirlo para hacer frente a las cargas derivadas de ese endeudamiento. En el mejor de los casos -que no hubiera una reducci¨®n del gasto-, no volver¨ªamos a alcanzar un mayor crecimiento relativo en base a un aumento del endeudamiento similar al de los ¨²ltimos a?os.
Debe recordarse el casi permanente d¨¦ficit de la balanza corriente, que expresa que los gastos de los espa?oles superan continuamente sus ingresos ordinarios. Dentro del euro, este desequilibrio no es motivo de alarma en el corto plazo ya que no corremos el riesgo del pasado de ver a los mercados financieros especular contra Espa?a y encarecer su financiaci¨®n; pero la persistencia del d¨¦ficit exterior es un s¨ªntoma de un crecimiento desequilibrado, especialmente cuando se relaciona con la an¨¦mica evoluci¨®n de la inversi¨®n empresarial privada.
Otro desequilibrio es el de la estructura de producci¨®n de nuestro crecimiento, altamente dependiente de la construcci¨®n. En esto, el actual ciclo se ha diferenciado muy poco de los anteriores. En Espa?a siempre fueron bien las cosas cuando la construcci¨®n iba bien y nuestros peores momentos aparecieron cuando la construcci¨®n, una vez agotado el boom, entraba en recesi¨®n. En los cinco a?os que acabaron en 1990 el PIB creci¨® un 24% y la construcci¨®n un 58%. En estos ¨²ltimos cinco a?os, el PIB ha crecido algo menos -un 18%- pero la construcci¨®n ha crecido a un ritmo -el 35%- que tambi¨¦n ha doblado el del PIB.
La parte de crecimiento que se debe a un exceso de demanda no se podr¨¢ mantener durante mucho m¨¢s tiempo. En el futuro veremos una reducci¨®n en el diferencial o incluso la aparici¨®n de un diferencial negativo con respecto a la econom¨ªa europea. Pero, ?cu¨¢ndo aparecer¨¢n los efectos depresivos del actual crecimiento desequilibrado? Muchos analistas piensan que los efectos derivados de estos desequilibrios -ca¨ªda en la construcci¨®n, p¨¦rdida de competitividad, etc.- los veremos pronto. Otros consideramos que la combinaci¨®n de una pol¨ªtica monetaria fuertemente expansiva junto a una pol¨ªtica fiscal tambi¨¦n expansiva como consecuencia de la acumulaci¨®n de elecciones en 2003 y principios de 2004, puede conseguir que, durante este periodo electoral, no veamos una disminuci¨®n del diferencial de crecimiento, sino que incluso puede aumentar.
Si un tipo de inter¨¦s del 2,75% ayuda a estimular una econom¨ªa como la alemana, que tiene una inflaci¨®n del 1% y est¨¢ creciendo al 0,9%, deber¨¢ considerarse como un tipo de inter¨¦s con efectos superexpansivos en un pa¨ªs como Espa?a, que tiene una inflaci¨®n del 4% y un crecimiento de PIB del 2%. S¨²mese a esta pol¨ªtica monetaria la inyecci¨®n de ingresos que supondr¨¢n las revisiones derivadas de la desviaci¨®n de inflaci¨®n. Pero es que, adem¨¢s, la pol¨ªtica fiscal que todas las Administraciones aplicar¨¢n en 2003 es netamente expansiva, tanto por el lado de los ingresos -reducci¨®n del IRPF, supresi¨®n del Impuesto de Actividades Econ¨®micas, posible supresi¨®n del Impuesto sobre Sucesiones...- como, sobre todo, por el lado de los gastos.
A los importantes aumentos de gasto p¨²blico que el Gobierno est¨¢ ocultando (por cierto, que el FMI, en las conclusiones preliminares de la misi¨®n que recientemente ha visitado Espa?a, reconviene al Gobierno dici¨¦ndole que no deber¨ªa ocultar esta informaci¨®n por m¨¢s tiempo) hay que a?adir los incrementos de gasto que ya se han hecho p¨²blicos, como los aumentos de salarios por encima de la inflaci¨®n para los funcionarios p¨²blicos o los aumentos generalizados de las pensiones. Adem¨¢s, est¨¢n los 1.200 euros anuales para las madres trabajadoras o lo que puedan suponer las ayudas para paliar la cat¨¢strofe del Prestige que, seg¨²n se dice, no tendr¨¢n l¨ªmite cuantitativo ni temporal.
El gasto oculto
Pasado este periodo de alegr¨ªa electoral, empezar¨¢n a aparecer los problemas en la econom¨ªa espa?ola. El aumento del endeudamiento p¨²blico del que no se informa ahora ir¨¢ emergiendo poco a poco, as¨ª como el efecto de muchas medidas que se est¨¢n tomando en los sectores regulados y que est¨¢n hipotecando el futuro de nuestra econom¨ªa. La m¨¢s reciente de ellas es la subida de las tarifas el¨¦ctricas, que supone un 15% de incremento para los consumidores sometidos a tarifa, pero que no se aplicar¨¢ durante este periodo electoral, sino que se cobrar¨¢ pasados unos a?os. Entonces es cuando empezar¨¢n a aumentar otros costes de la energ¨ªa, como consecuencia de la armonizaci¨®n fiscal y de otras regulaciones medioambientales de la Uni¨®n Europea.
Medidas de este tipo, de alegrar el presente a costa de hipotecar el futuro, han ido adopt¨¢ndose en otros sectores como, por ejemplo, el de las autopistas de peaje al extender los plazos de concesi¨®n a cambio de reducir los peajes ahora, lo cual significar¨¢ que, en los pr¨®ximos a?os, el usuario no ver¨¢ reducir esos precios. Otras medidas, como la de dejar incumplir ahora los compromisos de Kyoto, significar¨¢n tambi¨¦n mayores costes para las empresas espa?olas en el futuro. Este desplazamiento hacia el futuro de todos estos costes ejercer¨¢ una presi¨®n depresiva sobre la actividad de la econom¨ªa espa?ola en alg¨²n momento de la presente d¨¦cada.
No es f¨¢cil predecir la rapidez e intensidad con que se reducir¨¢ en Espa?a el diferencial de crecimiento. Tanto la pertenencia al euro como la mayor apertura de la econom¨ªa espa?ola han llevado a que los desequilibrios de esta fase expansiva hayan sido m¨¢s suaves que en el pasado por lo que cabe esperar que tambi¨¦n sean m¨¢s suaves sus consecuencias negativas. El problema es que la recuperaci¨®n de la competitividad y el restablecimiento de los equilibrios ser¨¢n tambi¨¦n m¨¢s lentos porque la entrada en el euro impone obligaciones que impiden adoptar medidas de efectos inmediatos, como la de devaluar.
Si no hay cambios en la pol¨ªtica econ¨®mica, hay que prepararse para que, una vez que haya pasado el periodo electoral, veamos caer el crecimiento diferencial de Espa?a. Pero no hay por qu¨¦ resignarse a ese destino. Si mejor¨¢ramos nuestra productividad, los aumentos de demanda se convertir¨ªan en aumentos del PIB y no en aumento de la inflaci¨®n como sucede ahora. La construcci¨®n no tendr¨ªa por qu¨¦ hundirse porque, aumentando la productividad del resto de la econom¨ªa, corregir¨ªamos el desequilibrio actual entre actividades productivas. Si aument¨¢ramos la productividad y con ella el PIB, reducir¨ªamos el endeudamiento de las familias en relaci¨®n a su renta sin necesidad de que disminuyera la demanda de consumo. Necesitamos abandonar una pol¨ªtica econ¨®mica que pone todas sus esperanzas en la demanda y adoptar una pol¨ªtica cuya atenci¨®n se centre en la oferta y en el aumento de la productividad.
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