Cae el ¨²ltimo basti¨®n de Sadam
Unos 3.000 'marines', escoltados por tanques y helic¨®pteros, ocupan la ciudad de Tikrit
Centenares de marines sesteaban a primera hora de la tarde de ayer sobre sus blindados en la avenida del complejo presidencial de Al Faruk en Tikrit, sancta sanct¨®rum del r¨¦gimen iraqu¨ª. Destruido por las bombas, custodiado por enemigos y saqueado por vecinos, el destino del palacio del Sur simboliza la derrota de Sadam Husein. Los marines terminaron de ocupar por la ma?ana el centro de la ciudad, sin encontrar la esperada resistencia de fuerzas leales al r¨¦gimen. Luego instalaron su cuartel general en el otro colosal palacio, tambi¨¦n situado a la orilla del Tigris y que apenas ha resultado afectado por los ataques.
Los espor¨¢dicos combates que libraban ayer en las afueras de Tikrit carros de combate y helic¨®pteros estadounidenses para eliminar algunos focos de resistencia eran los ¨²nicos que contabilizaba ayer en Irak el mando central de la coalici¨®n.
Mientras en el resto de Irak los ciudadanos han roto o derribado todos los carteles, estatuas y retratos de Sadam, en Tikrit, su ciudad natal, siguen a¨²n intactos. Poco despu¨¦s del mediod¨ªa comenzaron a circular algunos paseantes tras el fin de los bombardeos, mientras comprobaban que las tropas estadounidenses hab¨ªan tomado ya el control de la poblaci¨®n. "Los combates no han afectado al centro de la ciudad; ahora necesitamos pan, agua y electricidad ya", suplicaba Ahmed Tijnasi, un funcionario que hab¨ªa acogido en su casa la noche anterior a tres periodistas europeos para protegerlos de los combates y bombardeos. Cerca tambi¨¦n de la carretera de Mosul a Bagdad, que constituye la ¨²nica calle digna de tal nombre en Tikrit, el sastre Reda Mehdi aseguraba que todos los habitantes de Tikrit estaban en deuda con Sadam. "S¨®lo queremos la paz, pero si los norteamericanos no se van pronto, tendremos que echarlos", advert¨ªa en medio del asentimiento de sus vecinos.
El despliegue militar, que superaba la cifra de 3.000 marines acompa?ados de un centenar de tanques, helic¨®pteros de combate y de transporte y apoyados por cazabombarderos, mostraba con claridad la voluntad del mando de la coalici¨®n de ocupar el feudo de Sadam Husein y del partido Baaz, con un inmediato despliegue de fuerzas que no se ha producido, por ejemplo, en la toma de Kirkuk o Mosul. Los ¨²ltimos rescoldos de los combates eran visibles ayer al norte de la ciudad, donde helic¨®pteros Apache dispararon misiles contra posiciones iraqu¨ªes, y al oeste, posible v¨ªa de escape hacia Siria de los responsables del r¨¦gimen que supuestamente se hab¨ªan refugiado en Tikrit, en una zona donde se registraban intensos bombardeos a¨¦reos.
Junto a un puesto de control de los soldados estadounidenses, que cacheaban escrupulosamente a todos los hombres, se iban amontonando armas de fuego confiscadas en el centro de la ciudad. En todas las salidas de Tikrit se instalaron retenes de los marines con el prop¨®sito de evitar la huida de mandos militares o del partido Baaz confundidos entre la poblaci¨®n civil. Todas las tiendas permanec¨ªan cerradas y tan s¨®lo el empleado de una gasolinera puso en marcha los surtidores tras hacer arrancar un generador el¨¦ctrico.
"Un vampiro"
"No s¨¦ cu¨¢l es la moneda legal ahora, as¨ª que les voy a regalar el combustible", se justific¨® tras rechazar el pago en d¨®lares. "Sadam ha sido un vampiro que chupaba la sangre del pueblo iraqu¨ª,", era lo m¨¢s elegante que acertaba a decir el ingeniero de origen kurdo Nawzad Zangana, de 33 a?os. "No sabe cu¨¢nto me he alegrado de ver los tanques de Estados Unidos por las calles de Tikrit". Era una de las pocas voces discordantes que se atrev¨ªan a criticar ayer abiertamente al derrocado l¨ªder en su ciudad natal.
Uno de los puntos m¨¢s conflictivos de Tikrit segu¨ªa siendo el acceso por la carretera de Kirkuk, donde somatenes ¨¢rabes provistos de machetes y fusiles hac¨ªan frente a tiros a grupos de saqueadores kurdos, entre los que figuraban algunos peshmergas (milicianos kurdos). Los vigilantes de Tikrit aconsejaban entrar en la ciudad con bandera blanca e identific¨¢ndose en los sucesivos puestos de control. Hasta llegar hasta el bombardeado puente central sobre el rio Tigris, del que sobrevive una estrecha plataforma por la que apenas puede pasar un veh¨ªculo, era necesario atravesar dos o tres kil¨®metros de tierra de nadie, donde las discusiones s¨®lo se pueden resolver a balazos.
En ese puesto de control, una vez atravesado el cauce del Tigris, muy cerca de palacio presidencial del Norte, los marines alegaban no tener ¨®rdenes de intervenir al otro lado del r¨ªo, a pesar de las s¨²plicas que los habitantes ¨¢rabes les hac¨ªan llegar a trav¨¦s de los periodistas. Por la tarde, una patrulla de paracaidistas norteamericanos, que aparentemente proced¨ªa de Kirkuk, acab¨® de despejar la carretera de merodeadores con la sola exhibici¨®n de sus veh¨ªculos Hummies, dotados de lanzamisiles y ametralladoras pesadas. Es la primera vez que este enviado ha visto a fuerzas de la coalici¨®n interponerse para evitar choques entre sus aliados kurdos y la mayor¨ªa ¨¢rabe de la poblaci¨®n iraqu¨ª.
Grifos de oro entre escombros de m¨¢rmol
"?C¨®mo lo llevas, t¨ªo? Hazme una entrevista". Saludaban siempre los marines con la misma aburrida coletilla, holgazaneando sobre las tumbonas con las que el Pent¨¢gono parece haber equipado los blindados de transporte de tropas. El cabo Ren¨¦ Atkinson, nacido en Madrid hace 20 a?os -"mis pap¨¢s estaban de vacaciones en Espa?a, se?or; entonces viv¨ªan en M¨¦xico", explicaba en buen castellano-, vigilaba el descomunal arco triunfal de piedra arenisca que da paso al palacio de Al Faruk, coronado por dos estatuas de Sadam Husein a caballo sobre un pedestal de misiles.
"Este palacio se acab¨® de reconstruir en 1999 para conmemorar la derrota de brit¨¢nicos y estadounidenses en 1991" (en la primera guerra del Golfo), reza una placa junto a la puerta principal de un palacio con aires de residencia de maraj¨¢ indio. M¨¢rmol, mucho m¨¢rmol, raras maderas en las inacabables puertas, finos estucos y alabastro. Una ba?era octogonal junto a un bid¨¦ con grifos de oro, con pl¨¢cidas vistas al manso cauce del Tigris. Pero las bombas de la aviaci¨®n de Estados Unidos lo convirtieron en una ruina en medio de un jard¨ªn de palmeras rodeado de villas para invitados.
Omar, de 22 a?os, escond¨ªa bajo su camiseta dos tel¨¦fonos reci¨¦n robados de un ala del palacio del Sur. "Trabaj¨¦ aqu¨ª durante cuatro a?os como aprendiz de alba?il, s¨®lo vengo a recoger lo que es m¨ªo", se justificaba antes de huir ante la presencia de un marine y un periodista norteamericano que se llevaba como recuerdo de la visita al palacio una escobilla de retrete con mango dorado. La desolaci¨®n del bombardeado palacio era palpable incluso en el espectacular sal¨®n de baile con una baranda abierta a las praderas del Tigris, sobre el que colgaba una gran l¨¢mpara de ara?a de cristal de Bohemia que parec¨ªa haberse salvado de los B-52 y de los saqueadores. El resto s¨®lo era ya un polvoriento escenario de hierros retorcidos, escombros de m¨¢rmol y cascotes de yeso. En el palacio del Norte, que se eleva junto al r¨ªo y que tiene su propio embarcadero, se sospecha que pueda existir una red de t¨²neles y compartimentos secretos.
A pesar de la magnificencia de sus palacios, jardines y mezquitas, Tikrit segu¨ªa teniendo ayer un aire de pueblo polvoriento donde los marines contaban indolentemente las horas que les quedan para cumplir su compromiso con el Ej¨¦rcito de Estados Unidos y regresar a casa.
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