Esperando a Beloki
Petacchi gana su cuarta etapa en la quinta llegada masiva la v¨ªspera del comienzo de la monta?a
Todo est¨¢ perdido. No hay esperanza.
?Qui¨¦n dijo que el ciclismo era un deporte de rebeldes, de inadaptados? Quiz¨¢s lo fuera Luis Oca?a, que hace 30 a?os llamaba corderitos a sus compa?eros por no atreverse a desafiar a Eddy Merckx m¨¢s que de boquilla. Quiz¨¢s lo fuera Maurice Garin, que el 2 de julio de 1903 lleg¨® a Ly¨®n con el alba despu¨¦s de pedalear m¨¢s de 17 horas a poco m¨¢s de 20 por hora de media para ganar, en solitario, tras media docena de pinchazos y una noche pedaleando, la primera etapa del primer Tour de Francia de la historia. No lo fueron, o no lo parecieron, los 194 corredores que ayer llegaron en manada a Ly¨®n, cinco d¨ªas y m¨¢s de mil kil¨®metros m¨¢s tarde -devorados a m¨¢s de 45 de media bajo un calor achicharrante-, guiados por las leyes del reba?o, dirigidos -v¨ªa emisora codificada, ?para qu¨¦ querr¨¢n encriptar sus lugares comunes?, ¨®rdenes directas al o¨ªdo, antes de que el ciclista tenga siquiera tiempo de empezar a pensar- por unos directores que ni siquiera conducen para poder ver por un monitor ultra plano, ¨²ltima tecnolog¨ªa, la retransmisi¨®n televisiva de la etapa, por unos directores que hace tiempo desistieron de creer que el ciclismo debe ser, antes que nada, sorpresa y sobresalto.
"?ste es el ¨²ltimo a?o en que me lo juego todo en el Tour. Si no lo gano buscar¨¦ otro palmar¨¦s"
Las primeras etapas, antes de la monta?a, estaba escrito que deb¨ªan ser las de los sprinters y las de las pocas migajas a que aspiraban los seis equipos franceses, y as¨ª ha sido. Ha habido sprints todos los d¨ªas, aunque eso signifique dolor de coraz¨®n para m¨¢s de un aficionado, para los amantes del ciclismo sin c¨¢lculo, planificaci¨®n y pinganillo -que es como llaman en el argot al auricular que comunica con la voz del supremo-. Ha habido sprints todos los d¨ªas y un equipo, el Fassa Bortolo, ha quedado destrozado. El Fassa Bortolo es el heredero directo de aquel Ariostea especializado en fugas a pares o tr¨ªos. Era, se podr¨ªa decir, un equipo de ladronzuelos r¨¢pidos de manos y reflejos, sabia y espectacularmente dirigidos por Giancarlo Ferretti, profeta del beneficio r¨¢pido.
Pero este Tour, el del Centenario, el del recuerdo de todos los h¨¦roes que hicieron grande la leyenda, ya no hay sitio para los ladronzuelos: el equipo de Ferretti se ha pasado directamente al enemigo, a la polic¨ªa. Como si fuera un vulgar equipo con sprinter m¨¢s, el Fassa Bortolo ha dominado la primera semana, ha transformado en mulas laboriosas a corredores de gran clase y ha conseguido que su llegador, el triste Alessandro Petacchi, gane cuatro etapas. Gran bot¨ªn cuyo recuerdo se diluir¨¢ como la sangre en el agua cuando empiece el Tour de verdad, hoy mismo, en la monta?a.
M¨¢s valen cuatro Petacchis en mano que un Basso volando, parece decir Ferretti, quien una vez comprobado que la persecuci¨®n interminable de los fogosos O'Grady y Geslin -quienes fueron alcanzados s¨®lo a falta de 300 metros de una etapa de 230 kil¨®metros- hab¨ªa acabado con todos los especialistas en el llano, puso a tirar a Ivan Basso, el joven italiano que lleva consigo las emociones de muchos aficionados. Le hizo, la v¨ªspera de Morzine, desgastarse en un duro repecho. Fue un gesto de rendici¨®n. "Si Armstrong es imbatible, ?por qu¨¦ voy a renunciar a ganar etapas? ?De qu¨¦ me vale que Basso quede quinto o cuarto o d¨¦cimo? ?Qu¨¦ diferencia hay?", dice Ferretti.
Petacchi, sobrado, gan¨® la etapa pese a no contar con ning¨²n compa?ero en los ¨²ltimos metros. Sali¨® m¨¢s tarde que la v¨ªspera, desde la rueda de Cooke que remontaba al coloso noruego Hushovd; en 15 metros sac¨® cinco a ambos, hizo su tradicional marca del zorro -un zigzag partiendo desde la izquierda de la calle- y levant¨® los brazos un d¨ªa m¨¢s.
Al ver a Basso trabajando para un sprinter, dej¨¢ndose las energ¨ªas mientras Armstrong viajaba en carroza, a rueda -el equipo del l¨ªder llega hasta la monta?a m¨¢s descansado que ning¨²n a?o, despu¨¦s de un esfuerzo de, como mucho, hora y media, sumando la contrarreloj por equipos y el pr¨®logo-, Joseba Beloki quiz¨¢s record¨® aquel d¨ªa del Tour de 2000, v¨ªsperas del Mont Ventoux cuando su director en el Festina le orden¨® tirar a la caza de una escapada para que su sprinter, Marcel Wust, pudiera intentar ganar la etapa. Beloki lleg¨® sin galones y se los debi¨® ganar a pulso, aguantando en la monta?a, terminando en el podio de su primer Tour. Desde entonces arrastra consigo una imagen borrosa, ambigua, muy acorde con los tiempos de miedo y prudencia que corren. "Arrastro la imagen de que quedo segundo o tercero porque no puedo ganar, no porque sea casi el mejor", dice. Una imagen de la que se confiesa harto. "?De qu¨¦ me vali¨® el a?o pasado ser segundo en el Tour y tercero en la Vuelta? ?Qui¨¦n se acuerda de ello? S¨®lo vale para los libros". "As¨ª que este a?o es el ¨²ltimo en que me lo juego todo en el Tour", anuncia. "Atacar¨¦ en la monta?a, atacar¨¦ de lejos, como llevo diciendo varios d¨ªas, y si a¨²n as¨ª veo que no puedo con Armstrong, no lo intentar¨¦ m¨¢s. El a?o que viene me olvidar¨¦ del Tour, me construir¨¦ un palmar¨¦s en otras carreras. Cambiar¨¦ mi imagen".
Quiz¨¢s, finalmente, no est¨¦ todo perdido. ?Hay esperanza?
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