En el Parnaso
La exposici¨®n antol¨®gica de la obra costurera de Manuel Pertegaz era una deuda y marca un hito en la escabrosa relaci¨®n entre la moda espa?ola y las instituciones culturales. No est¨¢ mal el gesto, pero es insuficiente y no se inserta en una pol¨ªtica coherente para con la moda espa?ola: la del pasado, la del presente, la del futuro, tanto desde su vertiente cultural como industrial. Tampoco est¨¢ mal que Pilar del Castillo, ministra de Cultura (por cierto, vestida con un llamativo h¨¢bito cercano a la casulla cuaresmal con cruz dorada al frente incluida) inaugurara la muestra del Reina Sof¨ªa, una exposici¨®n no muy amplia, pero s¨ª rigurosa, de una labor que abarca casi siete d¨¦cadas.
Investigaci¨®n escrupulosa, comisariado impecable, dise?o adecuado, han conseguido que el efecto Pertegaz cale en el espectador. Se llegaron a inventariar 700 trajes y la muestra expone solamente 70. Una selecci¨®n que expresa detalladamente su trayectoria, sus pasiones crom¨¢ticas y sus intereses formales dentro de esa corriente de costura internacional de la primera mitad del siglo XX (y que se extendi¨® a la segunda) de la que es parte se?era. Las comparaciones en este caso no son odiosas.
Si hay que situar a Manuel Pertegaz en un balc¨®n del Parnaso de la moda, le acompa?an sin duda (y no es exagerado) Christian Dior, Crist¨®bal Balenciaga, Pierre Cardin y, en un ¨¢ngulo, Coco Chanel. ?Qu¨¦ les une? La investigaci¨®n por el volumen, el amor por las materias, la voluntad de anticipaci¨®n, el riguroso sentido del oficio por encima de cualquier traba formal, la capacidad de permanencia y la voluntad de estilo. Todos ellos estaban en Par¨ªs. Pertegaz en Barcelona. Pero para ¨¦l siempre ha existido un puente virtual con Par¨ªs, no s¨®lo imaginario, sino textual, de alta moda, de vasos comunicantes en las l¨ªneas de los dibujos y en los brillantes resultados; en esto, la muestra es expl¨ªcita, con todo un r¨¦cord de influencias bien asimiladas y de relaci¨®n est¨¦tica.
No pueden dejar de apuntarse los rasgos sangu¨ªneos, orgullosamente locales, que Pertegaz, tal como Balenciaga hizo en su d¨ªa, usufruct¨²a como gui?os culteranos a veces, m¨¢s t¨®picos otras, pero siempre dentro de justos patrones de elegancia: lo goyesco (hombreras con madro?os de red), el andalucismo (mant¨®n de fantas¨ªa con las flores aplicadas en relieve, como si un estampado cobrara vida propia y escapara del tejido). Todo esto lo retrat¨® en su d¨ªa Juan Gyenes con una maestr¨ªa que se inspiraba en los grandes fot¨®grafos de moda de Nueva York y Par¨ªs. El oficio de Gyenes retoca ilusoriamente la realidad perfeccionista de los trajes fijando iconos, dejando para siempre im¨¢genes dif¨ªcilmente superables.
No tiene Pertegaz disc¨ªpulos directos ni herederos de su estilo. Tiene su l¨®gica. La historia de la moda espa?ola lo explica con creces, y afortunadamente su lucidez a¨²n perfuma el ambiente y en las p¨¢ginas del cat¨¢logo encontramos respuestas y placeres.
Babelia
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