La gran novela de la Guerra Civil
Dicen los entendidos que quiz¨¢ se trate de la mayor novela espa?ola de la Guerra Civil y que posee la amplitud de visi¨®n de la narraci¨®n cl¨¢sica y el oblicuo refinamiento de la narrativa europea posterior a Conrad y James. Como otras novelas del siglo XX, Incierta gloria consiste en una gran pregunta. Interroga dos conflictos a la vez, la revoluci¨®n de la retaguardia y el choque convencional del frente. Por un lado, la colisi¨®n entre comunismo y anarquismo. Por el otro, artes militares de distintas ¨¦pocas y todas a la vez: cargas de caballer¨ªa, l¨ªneas de trincheras, el terrible y novedoso experimento de los tanques de asalto nacionales y los bombardeos nazis y fascistas de poblaciones civiles. Sales capta esa complejidad y no la reduce a mero decorado; la convierte en inseparable experiencia individual y colectiva.
INCIERTA GLORIA
Joan Sales
Traducci¨®n de Carlos Pujol
Planeta. Barcelona, 2005
696 p¨¢ginas. 26 euros
De ah¨ª la atenci¨®n obsesiva a la cotidianidad de la ficci¨®n en la Historia. De ah¨ª que sea tan importante el desarrollo interior de los tiempos muertos de la guerra: por ejemplo, el juego erotizado entre uno de los protagonistas y una mujer poderosa y equ¨ªvoca que sostiene las casi doscientas y deslumbrantes p¨¢ginas de la primera parte, cuando el personaje llega a su destino en el Bajo Arag¨®n. Y tambi¨¦n la morosidad de la posguerra: la ¨²ltima secci¨®n, 'El viento de la noche', transcurre en una Barcelona cuya sordidez s¨®lo es parangonable a la de la impresionante obertura de Si te dicen que ca¨ª de Juan Mars¨¦.
Ha habido grandes novelas de guerra, como la trilog¨ªa de Evelyn Waugh, Hombres en armas, que se construyen sobre esos tiempos muertos. Sales combina esa estrategia con la aceleraci¨®n de la acci¨®n para provocar las sensaciones m¨¢s directas y brutales de lo militar: podr¨ªa incluso aventurarse que unas pocas p¨¢ginas fulgurantes -de la 476 a la 493- son el eje de la obra. All¨ª se cuenta "la desbandada": la retirada del ej¨¦rcito republicano por los mismos territorios que con todo detalle se han descrito antes adquieren ahora, en ese tramo escueto, un tono de pesadilla sistem¨¢tica. El efecto es deliberado: Sales vuelve conscientemente confusos los lugares, los tiempos, la noche y el d¨ªa: "Aunque la aviaci¨®n nos persegu¨ªa, hac¨ªa ya muchos d¨ªas que hab¨ªamos perdido todo contacto con el enemigo de tierra lo mismo que con los nuestros, de modo que, de no ser por aquel perpetuo zumbido de junkers y de cazas, hubi¨¦ramos podido creernos los ¨²nicos supervivientes de todo el universo".
Es la pesadilla de la Historia que lo atraviesa todo. Dos ¨®rdenes sociales contrapuestos, ambos a la vez fracturados en disputas sangrientas, en una zona com¨²n alternativamente conocida e irreconocible. No se trata de una provincia irredenta, o de una franja disputada por dos potencias, sino el mismo suelo para ambos contendientes. Pero fracasar¨¢ quien lea esta novela buscando adherir a la f¨®rmula tan f¨¢cil como falsa: "Los dos lados eran iguales". Incierta gloria no concede esa gracia amoral: aqu¨ª los dos lados no son iguales, independientemente de que muertes, bajezas y traiciones se registrasen en los dos.
Para que semejante asimetr¨ªa no se pierda se necesita una composici¨®n peculiar: esta novela es una suerte de tiovivo que gira para ser contemplado desde el punto fijo del lector. Las im¨¢genes y las voces se atrapan en el momento en que una sustituye a otra sin respiro. Cada uno de esos instantes posee el alcance suficiente para plasmar al personaje en su situaci¨®n, como exig¨ªa la ¨¦poca: Sales es deudor del existencialismo (aqu¨ª, en su vertiente cat¨®lica) que era la atm¨®sfera de esos a?os. A tal construcci¨®n obedece la peri¨®dica sucesi¨®n de las tres voces (Luis, Trini y Cruells) que cuentan, en cartas, en relatos delegados, lo que sucede entre Barcelona y el frente de Arag¨®n desde diciembre de 1936 hasta la primavera de 1938, cuando el ej¨¦rcito republicano empieza la retirada.
Pero el tiovivo no posee s¨®lo las figuras que giran y el lector que contempla, sino que en el centro hay una columna que sostiene firmemente la estructura y permite el movimiento. Esa columna es el cuarto personaje, de quien todos hablan y cuyas palabras y hechos reproducen. Se accede s¨®lo de manera indirecta a Julio Soler¨¢s, un maniaco inestable y fervoroso, uno de esos diablillos o santos menores de la estirpe de Dostoievski. Soler¨¢s es un lector apasionado -la vida del frente, entre piojos, pulgas y mugre, es tambi¨¦n la vida de sus lecturas-, un atento observador de las corrientes filos¨®ficas de la Europa de los a?os treinta y, por ¨²ltimo, un ¨¢ngel vengador que traiciona y despu¨¦s se arrepiente.
Esta composici¨®n facetada -en voces y cartas- explica el dinamismo torrencial del relato y la naturalidad aplastante con que la novela desnuda convicciones religiosas, abiertas repulsas respecto del comunismo y del anarquismo, y, por fin, el uso desenfadado de sus modelos: Dostoievski, George Bernanos, Graham Greene y otros escritores cat¨®licos de mediados del siglo XX. No obstante, hay algo m¨¢s que explica el car¨¢cter sobresaliente de Incierta gloria. A pesar del ¨¦nfasis religioso, ideol¨®gico y hasta program¨¢tico de muchos pasajes, ¨¦stos nunca aplastan la experiencia concreta, sino que la vuelven a¨²n m¨¢s ardua de definir. Esa concreci¨®n es la ley del arte y, por eso mismo, la lecci¨®n de los maestros.
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