Emilio Lled¨® vuelve con sus alumnos y les habla del amor a la lectura
El fil¨®sofo dicta en Santander su curso magistral 'De Calipso a Dulcinea'
![Juan Cruz](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F877d032c-7412-47a6-81c8-1122d036e01b.png?auth=121372c15cef935b3b2a011dc3c02ec0490deff3e62238c8ee091ee432d90f6f&width=100&height=100&smart=true)
Emilio Lled¨® est¨¢ en forma. Cincuenta a?os despu¨¦s de su primera clase, y dos a?os despu¨¦s de que lo jubilaran como catedr¨¢tico de Historia de la Filosof¨ªa de la UNED, el fil¨®sofo, que ahora tiene 77 a?os, se present¨® de nuevo ante 130 alumnos del curso que desde ayer dicta en la sede santanderina de la Universidad Internacional Men¨¦ndez Pelayo. Titula sus clases, que terminan el viernes pr¨®ximo, con una apelaci¨®n mitol¨®gica: De Calipso a Dulcinea: una historia del amor y la amistad. Al menos veinte de los alumnos que le escuchan fueron ya estudiantes suyos hace d¨¦cadas; siguen desde entonces al profesor en el que muchos han visto al flautista de Hamel¨ªn de la Universidad.
Dio clase de pie, como siempre. Los que le escucharon ense?ar hace m¨¢s de treinta a?os le recuerdan sin apuntes, disertando como un tribuno junto a una mesa vac¨ªa, ante un encerado que nunca usaba. Ayer se sent¨®, al fin, porque no le funcionaba el micr¨®fono de corbata, y tuvo al lado una s¨¢bana de proyecciones, sobre cuya presencia ironiz¨®. "Hace poco observ¨¦ que un opositor usaba transparencias ?hasta para exponer su curr¨ªculo!".
Y, como entonces, Lled¨® sigue despreciando la idea de asignatura, e incluso la idea de los apuntes y de los ex¨¢menes. Ayer explic¨® que esa alergia le viene de sus a?os de Alemania, donde aprendi¨® a ense?ar. "Yo iba con la idea de que los alemanes eran cabezas cuadradas, que me iban a obligar a examinarme, a leer textos obligatorios. Qu¨¦ va. ?El cabeza cuadrada era yo!". Los profesores alemanes le ense?aron que ten¨ªa que hablar de lo que m¨¢s le importara; sus maestros lo hac¨ªan, y ¨¦l lo hace, introduciendo preocupaciones propias, y colectivas, en su discurso.
El bien p¨²blico
Ayer estaba preocupado por lo poco que se respeta en Espa?a el bien p¨²blico; esa reflexi¨®n viene de los incendios que est¨¢n ocurriendo, algunos de los cuales parecen provocados por el descuido com¨²n y tambi¨¦n por el descuido pol¨ªtico. Por eso truf¨® su primera lecci¨®n (El descubrimiento de la corporeidad y el lenguaje de los sentimientos. El di¨¢logo con la memoria y el di¨¢logo con la vida) con ideas acerca de esos desastres; y no s¨®lo eso: aprovech¨® para hablar de la televisi¨®n y de lo que ¨¦sta perturba ahora la sensibilidad de las personas. Tiene un televisor que no enciende, pero en los hoteles lo ve, "?y estoy escandalizado de la violencia que se le ofrece a la gente! Hay quienes se pueden defender, ?pero qu¨¦ queda de la sensibilidad de los que no tienen instrumentos para defenderse de esta agresi¨®n?".
Aunque parecen digresiones, el profesor las integra, como siempre hizo, en su discurso acad¨¦mico. En realidad, lo que Lled¨® quer¨ªa hacer ayer con sus dos primeras lecciones de la semana (la segunda se titulaba Sentir, hablar, pensar. La libertad de las palabras. Elegir en el mundo: la predilecci¨®n) es llamar la atenci¨®n sobre la importancia que tiene una educaci¨®n de la sensibilidad, que tambi¨¦n ha de correr a cargo de los poderes p¨²blicos, y en ese sentido funcion¨® su alerta sobre el medio m¨¢s popular, a cuyo porvenir dedic¨® los ¨²ltimos nueve meses de su vida, como presidente del conocido como comit¨¦ de sabios sobre los medios p¨²blicos...
Lo que m¨¢s le importa, en todo caso, es llevar a sus alumnos la preocupaci¨®n por el deterioro que sufre la lectura en la sociedad... La preparaci¨®n intelectual pasa por la lectura, y la belleza (la del arte, la de la naturaleza, la de la vida) s¨®lo cobra sentido cuando el hombre es capaz de enfrentarse a las ideas ajenas haci¨¦ndolas suyas... Ese di¨¢logo (el di¨¢logo m¨¢s perfecto es el que se hace con los libros, dice) lleva a una gran felicidad; ¨¦l, en concreto, experimenta un "goce indecible" cuando relee a Cervantes ("cada a?o, un Quijote para subrayar") y relata como el descubrimiento amoroso de un adolescente la vez que, leyendo a Kant, descubri¨® que entend¨ªa lo que Kant le explicaba. "?Es como descubrir la vida, y eso s¨®lo lo proporciona la lectura!".
Ha usado a Calipso (de la mitolog¨ªa hom¨¦rica) y a Dulcinea (de la mitolog¨ªa cervantina) para explicar que la historia de los sentimientos tiene desde la antig¨¹edad cl¨¢sica encarnadura literaria; sin las palabras (sin la poes¨ªa) es imposible entender el amor, la amistad, c¨®mo se fueron haciendo... "La amistad", vino a decir Lled¨®, que escribe un libro sobre el asunto, "es una creaci¨®n de la cultura humana, que es la que crea solidaridad, pol¨ªtica, igualdad, concordia y, por tanto, ciudad". Aunque ¨¦l sabe, y lo dijo, que hablar hoy de amistad, "en este mundo feroz, suena a m¨²sica celestial".
Una diferencia con respecto a sus antiguas clases. Los alumnos no le aplaud¨ªan al final de sus apasionadas disertaciones sobre la vida y, por tanto, sobre la filosof¨ªa. Ayer, sin embargo, le dedicaron una larga ovaci¨®n.
![Emilio Lled¨®, ayer en Santander.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/UT7DJZUPLRD26PNWBWL2RVU7WE.jpg?auth=742dc153981c59a4c8ab68e95626adf820ce9f295d8c0e662245733e6f3561ca&width=414)
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