Paisajes rom¨¢nticos de la Alcarria
De Brihuega a Sig¨¹enza, con parada en las riberas del r¨ªo Dulce
La Alcarria es un hermoso pa¨ªs al que a la gente no le da la gana ir". Es el arranque brillante y citad¨ªsimo del Viaje a La Alcarria de Cela. Y equivocado a estas alturas, porque a la gente ya le va dando la gana de ir a la Alcarria. O por lo menos a Brihuega, una de sus capitales oficiosas: comenta el vigilante de su f¨¢brica de pa?os que el a?o que viene empezar¨¢n las reformas para convertirla en flamante hotel de lujo. De obras as¨ª se sabe cu¨¢ndo empiezan, pero no cu¨¢ndo acaban, y a veces se arman estropicios imprevistos. As¨ª que no ser¨ªa mala idea darse prisa y acercarse a conocer el edificio m¨¢s noble de la arqueolog¨ªa industrial de la Ilustraci¨®n espa?ola. Lo mand¨® construir un Fernando VI convencido de que la lana de las ovejas alcarre?as ten¨ªa que tejerse a pie de reba?o y no exportarse a precio de saldo. Era un intento pionero de lucha contra esa deslocalizaci¨®n que sigue tray¨¦ndonos de cabeza, y tuvo una vida breve, como tantos proyectos de progreso visionario en este pa¨ªs. Pero a¨²n puede pasearse uno por sus arruinadas galer¨ªas anulares y casi o¨ªr el ruido de los telares.
Al pie queda el jard¨ªn, rom¨¢ntico y decadente, donde seg¨²n Cela uno pod¨ªa morirse "de amor, de desesperaci¨®n, de tisis y de nostalgia". Ojal¨¢ ning¨²n paisajista ocurrente -o ninguna excavadora enloquecida- estropee sus p¨¦rgolas torcidas por las enredaderas, sus pajareras chinescas y sus sensatos setos recortados. Se venden bolsas de tila de sus tilos inmensos y esquejes de rosal a prueba de heladas. Y el jardinero-guardi¨¢n se acuerda muy bien de la ¨¦poca en que all¨ª se rod¨® La t¨ªa Tula, la espl¨¦ndida adaptaci¨®n de Miguel Picazo de la novela de Unamuno. Uno vuelve a ver a Aurora Bautista y a la desolada Laly Soldevilla -"No nos casamos, Tula, no nos casamos"- cuando le oye contar que ¨¦l mismo se encarg¨® de comprar en el pueblo los ba?adores -a cuatro pesetas- para la escena en el r¨ªo. Era el Taju?a, que corre bajo el mirador del jard¨ªn. Al asomarse se ve tambi¨¦n el castillo-cementerio lleno de cipreses y el caser¨ªo de Brihuega, todav¨ªa "una ciudad antigua, con mucha piedra y ¨¢rboles corpulentos" de "color gris azulado, de humo de cigarro puro", como la vio Cela.
Huertas con nogales
Un poco m¨¢s al norte, en Jadraque, pas¨® temporadas otro ilustrado incomprendido, Jovellanos. La casa se conserva, y con mucha buena voluntad hay quienes han visto en sus pinturas murales la mano de Goya. Y en Pelegrina volvemos a ver buenos ¨¢rboles en las huertas del r¨ªo Dulce: nogales tan nobles y de nueces casi tan dulces como el r¨ªo son dif¨ªciles de ver en otros sitios. El paisaje es a la vez muy castellano y muy alem¨¢n, en el sentido rom¨¢ntico: el castillo arruinado pero imponente -a lo mejor m¨¢s imponente en su ruina que cuando estaba entero-, los precipicios de la hoz en torno. Por encima, muchos buitres; cuando uno trepa por la cuesta del antiguo camino de mulas los tiene tan cerca que oye silbar el aire entre las alas: por algo F¨¦lix Rodr¨ªguez de la Fuente rod¨® por estos ca?ones muchas horas de metraje.
Y si Pelegrina y su castillo de ir¨¢s y no volver¨¢s tienen algo de transilv¨¢nico, el pueblecito amurallado de Palazuelos parece morisco. De lejos, recostado en un cerrillo y rodeado de huertas, recuerda a las kasbah abandonadas de las laderas del Atlas, y ya Unamuno le encontraba a estas tierras un aire "sah¨¢rico". Las puertas del recinto -la del Cercao, la de la Villa, la del Monte- se abren en codo para dificultar el asalto, y tambi¨¦n han impedido el paso del tiempo al interior. No se ve mucha gente por la calle en Palazuelos, y muchas casas est¨¢n cerradas casi todo el a?o. En las que quedan abiertas se aviva el fuego muy pronto, en cuanto la neblina de las tardes de oto?o empieza a emborronar los contornos de las cosas. El invierno es duro en el norte de Guadalajara, pero le sienta bien a sus pueblos: las calles huelen a humo de sarmiento, el agua g¨¦lida corre abundante, y en las ma?anitas de sol el aire met¨¢lico casi duele en los pulmones.
A Sig¨¹enza, que queda al lado, le favorece mucho la llegada en tren. El paisaje del camino es hermoso, y la estaci¨®n relimpia, dulcemente provincial. Junto a la Alameda queda otra fantas¨ªa truncada de la Ilustraci¨®n: el barrio de San Roque, ideado por el obispo Juan D¨ªaz de la Guerra seg¨²n modelos franceses, conserva sus manzanas rectas y casas de buen sillar, su palacio, su iglesia audazmente barroca, sus placitas bordeadas de mojones: una miniciudad dentro de la ciudad, pensada como respuesta a las callejuelas insalubres de la parte medieval. En medio est¨¢ la catedral, ¨¢spera y militar por fuera, pero que guarda dentro huellas de la otra vena del car¨¢cter castellano, humanista y racional: en la Sacrist¨ªa de las Cabezas, Covarrubias supo venderle al Cabildo una obra cl¨¢sica digna de cualquier capital italiana, y en la b¨®veda tall¨® cientos de cabezas de hombres y mujeres an¨®nimos, de todas las edades y condiciones, petrificadas en gestos serenos o terribles: un verdadero retrato colectivo de la humanidad.
Y en la capilla de San Juan, claro, se recuesta en su sepulcro y lee sereno el Doncel desde hace quinientos a?os. Mart¨ªn V¨¢zquez de Arce muri¨® luchando en Granada, pero su familia eligi¨® recordarlo con un libro en las manos y la espada olvidada a los pies. Su "sonrisa dial¨¦ctica" impresion¨® a Ortega y a toda la generaci¨®n del 98: era el s¨ªmbolo de una Espa?a no siempre tan negra, m¨¢s culta, m¨¢s interesada por la palabra y la reflexi¨®n. A sus pies yace una muerta menos ilustre, pero tambi¨¦n emocionante: Luc¨ªa Palladi, el gran amor de Juan Valera. La llamaban La Dama Griega, por guapa, y tambi¨¦n la Muerta, de tan p¨¢lida. Al final de su vida, Valera se la encontr¨® en Par¨ªs, decr¨¦pita: "Al verla record¨¦ aquella horrible historia de Poe...".
GU?A PR?CTICA
C¨®mo ir
- Brihuega se sit¨²a a 100 kil¨®metros al noreste de Madrid, por la A2. La localidad dista 47 kil¨®metros de Sig¨¹enza y unos 30 de Jadraque.
Dormir
- Molino de Alcuneza (949 34 70 04; www.molinodealcuneza.com). Carretera de Alboreca, kil¨®metro 0,5. Alcuneza (a 5 kil¨®metros de Sig¨¹enza). Habitaci¨®n doble, 118,18 euros.- Salinas de Im¨®n (949 39 73 11). Real, 49. Im¨®n. Habitaci¨®n doble, a partirde 70 euros.- Hotel Valdeoma (600 46 43 09; www.valdeoma.com). Cirueches, 58. Carabias. Habitaci¨®n doble, 76 euros.- Parador de Sig¨¹enza (949 39 01 00; www.parador.es). Plaza del Castillo, s/n. Sig¨¹enza. Habitaci¨®n doble, 107.Comer- Calle Mayor (949 39 17 48). Calle Mayor, 21. Sig¨¹enza. Precio medio, alrededor de 30
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