Franqueza y gravedad
Nada trivial ocurre en los autorretratos de Rembrandt. El artista se muestra muy poco favorecedor en unos grabados de tama?o reducido, como si fueran secuencias de un fotomat¨®n, donde experimenta con las deformaciones de su rostro y las expresiones de la mirada bajo los efectos de diversas emociones: risa, resentimiento, angustia, asombro, satisfacci¨®n, serenidad... Tampoco duda en acentuar sus rasgos menos armoniosos: una bulbosa nariz, el nido estropajoso que representa su cabello bajo un bonete ca¨ªdo, el cuello que se hunde en un abismo de penuria cuando se autorretrata como un mendigo. En otra instant¨¢nea, la boca es la de un personaje despavorido, cuando no aparece medio abierta bajo la sombra de... ?tres bigotes!
La muestra de grabados va desde sus primeras obras, m¨¢s barrocas, hasta sus ¨²ltimos trabajos, m¨¢s sint¨¦ticos
Otros aguafuertes muestran la secuencia del dibujo desde el primer al ¨²ltimo estado, antes de los numerosos trabajos a?adidos y retoques de la plancha hasta la prueba definitiva: en un autorretrato (1631) hecho con una libertad y audacia creativa ¨²nicas, Rembrandt tiene el pelo enmara?ado, su rostro aparece iluminado por la derecha, no hay ninguna vacilaci¨®n en el trazo de los rasgos esenciales de la cara, sobre todo la nariz chata y su sombra arrojada, el bigote, la boca prieta, el pliegue vertical en la frente. Los siguientes estados no tienen la misma expresi¨®n, parecen haber sido manipulados por otras manos.
Un misterio que el visitante no
querr¨¢ descubrir en su paseo por el deslumbrante mundo interior de Rembrandt van Rijn, un genio admirado por Miguel ?ngel, que nunca escribi¨® sus observaciones ni intercambi¨® ideas con los principales eruditos de la ¨¦poca, como hicieron Leonardo, Durero o Rubens, que jam¨¢s sali¨® de su pa¨ªs (aunque aprendi¨® la lecci¨®n de los maestros italianos, como Caravaggio, en su habilidad art¨ªstica para la distribuci¨®n de sus grupos de personas en grabados y pinturas y el dominio del claroscuro) y del que, curiosamente, sus obras explican m¨¢s de su vida que las de sus coet¨¢neos, sobre todo los autorretratos y retratos de familiares -su esposa Saskia, sus padres, su hijo Titus-, a trav¨¦s de los que se dedic¨® obsesivamente a buscar los secretos interiores de la belleza interior, el hombre y la mujer reales, desplumados de artificio, lejos de la vanidad inveterada que adornaba las pinturas de su tiempo.
En la selecci¨®n de grabados reunidos en La Pedrera, el visitante podr¨¢ valorar la maestr¨ªa de Rembrandt con el aguafuerte, un procedimiento m¨¢s r¨¢pido y libre que el buril y la punta seca: en lugar de rascar la superficie de la plancha de cobre, la cubre con cera y dibuja encima con el buril, despu¨¦s la sumerge en un ¨¢cido que atacar¨¢ las partes libres de cera y as¨ª transfiere el dibujo a la plancha de cobre. Seguidamente, imprime la plancha de la misma manera que un grabado. La diferencia de matices entre este laborioso trabajo y el movimiento, m¨¢s f¨¢cil, de la aguja del grabador es ostensible. Se puede comprobar en el recorrido de la exposici¨®n, desde las primeras obras, m¨¢s barrocas (La anunciaci¨®n de los pastores, 1634, La estampa de los cien florines, 1649, Los tres ¨¢rboles, 1643, y tantas escenas del Antiguo y Nuevo Testamento, que el pintor interpretaba a su guisa), hasta sus ¨²ltimos trabajos, m¨¢s sint¨¦ticos (1650-1661, El ciego Tobit o la maravillosa Mujer de la flecha).
Rembrandt van Rijn, intuy¨® pa
ra la historia del arte nuevos modos de hacer y de ver. Sin embargo, no fue reconocido hasta que la resaca del neoclasicismo devolvi¨® a la orilla los valores de la intuici¨®n y el instinto, tan caros al Romanticismo. En 1851, Delacroix sugiri¨® que un d¨ªa, el holand¨¦s ser¨ªa considerado superior a Rafael, "una blasfemia que har¨¢ que a todos los buenos acad¨¦micos se les pongan los pelos de punta". Su profec¨ªa se cumpli¨® medio siglo despu¨¦s.
Rembrandt. La luz de la sombra. Cien grabados de las colecciones de la Biblioteca Nacional y Biblioth¨¨que Nationale de France. La Pedrera. Paseo de Gr¨¤cia, 92. Barcelona. Hasta el 26 de febrero.
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