Bronca a Rajoy
Me sabe mal, como dir¨ªa un buen amigo catal¨¢n, pero Mariano Rajoy, que ocupa la posici¨®n te¨®rica de presidente del Partido Popular, se ha ganado a pulso la bronca ya inaplazable que aqu¨ª se le va a brindar. Ven¨ªa Mariano de los estudios de Derecho y enseguida de obtener por oposici¨®n la plaza de registrador de la propiedad, uno de los cuerpos jur¨ªdicos del Estado de mayor prestigio, de m¨¢s dif¨ªcil acceso y de mejor remuneraci¨®n. Los aires de Pontevedra le hab¨ªan dado esa p¨¢tina galaica que lima las aristas m¨¢s abruptas y envuelve en la neblina las definiciones m¨¢s estruendosas.
Le adornaba una magn¨ªfica capacidad dial¨¦ctica bien probada en las sesiones del Pleno del Congreso de los Diputados, donde hubo de responder durante ocho a?os sobre los asuntos de las Administraciones P¨²blicas, de la Educaci¨®n, de Interior o de Presidencia, sin contar que le correspondi¨® lidiar como sobresaliente de espadas otros toros, como el de la guerra de Irak, que manten¨ªan a toda la cuadrilla del Gobierno de Aznar sin salir del burladero. Ofrec¨ªa en aquel entonces Rajoy muestras de autonom¨ªa en sus comportamientos ante los medios de comunicaci¨®n -visitaba, por ejemplo, la cadena SER en tiempos estrictos de la ley seca- y se comportaba con un sentido del humor asombroso en nuestros pol¨ªticos al uso. Nuestro protagonista se daba a fumar cigarros habanos y ten¨ªa adem¨¢s una cultura deportiva excepcional.
Mariano compartir¨ªa despu¨¦s durante interminables meses la pretendida terna sucesoria con el vicepresidente Rodrigo Rato Figaredo y con Jaime Mayor Oreja, en aquel cuaderno azul exhibido y usado por ?nsar para distanciarse del resto de los mortales y asegurarles a todos que el futuro y las remodelaciones del Gobierno hab¨ªan sido escritas por adelantado. Pero todas las se?ales albriciadas que presentaba el perfil incomparable de Rajoy se han venido abajo, incapaces de resistir la fuerza destructiva que, seg¨²n nos barrunt¨¢bamos, ten¨ªa el procedimiento utilizado para la designaci¨®n del sucesor. Una designaci¨®n que se iba a probar impotente, porque s¨®lo ser¨ªa capaz de cubrir la presidencia del PP, mientras que la del Gobierno terminar¨ªa yendo a parar a las manos del socialista Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, "ese radical de la pancarta que andaba ladrando su rencor por las esquinas", seg¨²n definici¨®n del entonces inquilino de La Moncloa.
Pero volvamos a la bronca que ¨ªbamos a brindar a Mariano Rajoy por los m¨¦ritos indiscutibles acreditados. Antes aceptemos que, si nos atuvi¨¦ramos a la doctrina sentada por Jorge Wagensberg y aplic¨¢ramos a la pol¨ªtica lo que nuestro autor enuncia para la ciencia, concluir¨ªamos que la pol¨ªtica no trata del porqu¨¦ de las cosas, sino del c¨®mo, que en pol¨ªtica plantearse el porqu¨¦, si de algo sirve es, a lo sumo, para dar con un c¨®mo a¨²n m¨¢s profundo y que, en definitiva, a m¨¢s c¨®mo, menos porqu¨¦. O sea, que, en el caso de Mariano Rajoy, cuanto m¨¢s averigu¨¢ramos sobre el c¨®mo de su designaci¨®n menos porqu¨¦s nos plantear¨ªamos a prop¨®sito de la incoherencia de su comportamiento. Se dir¨ªa que todos los porqu¨¦s acerca del equipo que le rodea a base de Acebes y Zaplanas, todos los porqu¨¦s acerca de los pronunciamientos sin sentido en tantas materias y a lo largo de m¨¢s de dos a?os desde los atentados del 11-M en adelante, acaban siempre por remitirnos al c¨®mo de su ascensi¨®n a la presidencia del PP. Un c¨®mo que le ha dejado enfeudado a su patrocinador, ?nsar, que desde la FAES sigue siendo el suministrador de ret¨®rica para el partido y el amo de la caja que se fue acumulando con tantos y tan denodados esfuerzos desde el caso Endemol en adelante. Nuestro ?nsar es el ¨²nico que recibi¨® el mapa completo de la isla del tesoro, y se duda de que lo haya compartido ni siquiera con Alejandro Agag.
Entonces Mariano, que ha dejado pasar en balde la reciente Convenci¨®n de su partido, que ha renunciado a formar un equipo proyectado hacia el futuro, que cada ma?ana debe optar por alinearse con Federico y Jotapedro o ser tachado de maricomplejines, debe considerar que "el peso de un intervalo de tiempo no se mide por su duraci¨®n, sino por la cantidad de cambio ocurrido durante el mismo", y que "el letargo consiste en vaciar el tiempo de cambio". Es decir, que o se aplica a la construcci¨®n de la alternativa necesaria del PP o que se retire cuanto antes.
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