Fiebre azulgrana
La junta espera que un triunfo apacig¨¹e los ¨¢nimos de los socios por el reparto de las entradas
La pregunta, formulada sin esperanza, se ha escuchado mil veces estos d¨ªas: "?No tendr¨¦is una entrada para la final, verdad?" El ansia por estar en la final ha provocado que las localidades se pagaran en la reventa a 3.000 euros. Pero tambi¨¦n ha habido casos de socios que, afortunados en el sorteo de los boletos, euf¨®ricos como si se tratara del gordo, no los han vendido ni por esa suma. Hu¨¦rfana de grandes t¨ªtulos en los ¨²ltimos a?os, sin vivir la excitaci¨®n de una final desde hace 12, la afici¨®n del Bar?a ha enloquecido con el sue?o de ganar la segunda Copa de Europa de su historia y encima en Par¨ªs, una ciudad que siempre ha seducido a Barcelona. Esta noche, 21.000 cul¨¦s, tantos como gunners, se sentir¨¢n del club de los elegidos. Tras considerarse acosada buena parte de su mandato, el club, junto al RACC, su agencia de viajes, ha tirado por el camino del medio en el reparto de las entradas: 14.000 para los socios y 7.000 para sus compromisos.
La junta cree que una victoria amainar¨¢ el temporal y se agarra a que nadie recuerda los problemas que los abonados tuvieron hace 14 a?os en Londres para regresar tras ganar en Wembley. Y que, precisamente por eso, todos tienen fresco el caos que se vivi¨® en el aeropuerto de Atenas en 1994 donde el Milan gole¨® al dream team. "Agradezco el esfuerzo de la gente que viaja a Par¨ªs; los que se queden en casa lo podr¨¢n ver en familia. Yo tambi¨¦n tengo amigos que han preferido verlo en casa", sorprendi¨® el presidente Joan Laporta. El riesgo est¨¢ ah¨ª. Pero, ahora, todo queda en un segundo plano. La historia llama al Camp Nou y no lo hace desde hace 14 a?os cuando Puyol era un escolar en La Pobla de Segur, en el pre-pirinero, y Ronaldinho jugaba al f¨²tbol-sala en Porto Alegre, en im¨¢genes que sirven ahora para anuncios, y nadie ten¨ªa noticias del abogado Laporta. S¨®lo era un enamorado de Cruyff. Faltaban a¨²n cinco a?os para su ingreso en el universo azulgrana.
Anoche parti¨® del Camp Nou una caranava de autocares con 5.500 seguidores; otros tantos viajaron en coche; un millar en tren y unos 9.000 aterrizar¨¢n en Par¨ªs en 53 vuelos. Por la ma?ana, el equipo viaj¨® en un boeing de dos pisos, con un selecto y silencioso pasaje de 600 personas, formado por directivos, familiares de jugadores y socios que pagaron entre 900 y 1.200 euros. Luis Enrique, con su hijo, y Carles Rexach, comentarista de televisi¨®n, no se perdieron la cita. Rota su relaci¨®n con Cruyff, gur¨² del Camp Nou, a Rexach el club le envi¨® con retraso la entrada y la invitaci¨®n para que asista a la cena que el Bar?a compartir¨¢ hoy con el dream team.
Oculto tras unas gafas de sol, auriculares y un pa?uelo en la cabeza, Ronaldinho, como una estrella del pop, fue conducido a la terminal por cinco guardaespaldas y dos guardias civiles. Frank Rijkaard pos¨® para los empleados de peto fluorescente hasta la escalerilla del avi¨®n. La escena se repiti¨® en Par¨ªs: el mismo cielo plomizo, los mismos 24 grados, los mismos petos, las mismas fotos. Y luego, el caos en el hotel donde o no libraban las habitaciones a los socios o las entregaban, como a Luis Enrique, con huesped dentro. En el caos emergi¨® Rijkaard, el hombre impasible, que no comulg¨® con la euforia de Laporta y Txiki Begiristain. Primero, record¨®, hay que jugar.
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