El desastre de parir
Durante muchos a?os he ido posponiendo en mis art¨ªculos un tema verdaderamente lastimoso: las malas pr¨¢cticas m¨¦dicas que se aplican en Espa?a, de manera casi generalizada, a la hora del parto. A lo largo de este tiempo decenas de mujeres me han contado diversas situaciones indignantes que han tenido que soportar para dar a luz. Supongo que, como yo no tengo hijos, he estado esperando a que otra escritora que s¨ª hubiera pasado por ello contara lo que ocurre con el a?adido de su testimonio personal. Hace un par de a?os, Luc¨ªa Etxebarr¨ªa me explicaba exasperada lo que hab¨ªa sufrido cuando naci¨® su ni?a, y se promet¨ªa escribir algo al respecto. Pero creo que todav¨ªa no lo ha hecho.
Y resulta que acabo de recibir un libro luminoso y formidable sobre el tema. Se titula La revoluci¨®n del nacimiento, est¨¢ escrito por Isabel Fern¨¢ndez del Castillo y acaba de ser publicado por Granica. Todo lo que cuenta el libro es de una sensatez apabullante; y a¨²n as¨ª, Isabel, a quien s¨®lo conozco a trav¨¦s de un par de cartas por
e-mail, me comenta la resistencia de los medios a tratar este tema y de qu¨¦ manera el peso del poder obst¨¦trico dificulta que salgan a la luz opiniones distintas.
En las opiniones distintas de Isabel, que en el libro aparecen bien desarrolladas y documentadas, resuenan todas las quejas, todos los gritos y todas las l¨¢grimas de las muchas mujeres que, como digo, me han ido contando durante todos estos a?os su triste historia. Porque el problema, como bien se?ala Fern¨¢ndez del Castillo, es que aqu¨ª la mayor¨ªa de las veces se utiliza un sistema err¨®neo. Resumo las ideas del libro: el parto, como es obvio, es un acontecimiento involuntario dirigido por la parte m¨¢s primitiva de nuestro cerebro. De manera que no puedes ayudar a que se produzca (de la misma manera que no puedes ayudar a que alguien se duerma), sino que lo ¨²nico que puedes hacer es crear las condiciones id¨®neas para que suceda.
Sin embargo en Espa?a, y en Latinoam¨¦rica, contin¨²a imperando una visi¨®n del parto patol¨®gica, intervencionista y jer¨¢rquica. A la parturienta se la considera una enferma (y no lo es); y adem¨¢s una enferma privada de derechos que en otras especialidades m¨¦dicas s¨ª se pueden ejercer. Lo necesite o no, sobre la parturienta a menudo se aplican rutinas desaconsejadas por la Organizaci¨®n Mundial de la Salud. Por ejemplo, la episiotom¨ªa (el corte vaginal) o el goteo (que acelera el parto y provoca mayores sufrimientos en la madre y el ni?o), sin informaci¨®n de las consecuencias de las mismas y de que existen otras alternativas.
Pero prefiero contarlo en positivo, desde el otro lado, porque se puede dar a luz de otra manera y porque el parto no tiene por qu¨¦ conllevar el trauma, la pesadilla y la sensaci¨®n de maltrato que a menudo se experimenta en Espa?a (aqu¨ª tambi¨¦n hay m¨¦dicos sensatos, pero son los menos y no est¨¢n demasiado bien vistos por el entramado oficial m¨¦dico). Y es que en Europa (es decir, en la UE), dar a luz es algo muy distinto.
De nuevo sigo el libro de Fern¨¢ndez del Castillo: en otros pa¨ªses, la mujer no tiene que parir en la atm¨®sfera fr¨ªa y quir¨²rgica de los paritorios espa?oles, sino que lo hace en la intimidad de su habitaci¨®n. En Europa no se rasura, no se pone enema ni se rompe la bolsa, y se procuran realizar los menos tactos posibles. No existe ese arcaico instrumento de tortura llamado potro obst¨¦trico, y mientras dura la dilataci¨®n las madres pueden moverse a su gusto y hacer uso de medios naturales para paliar el dolor: darse un ba?o, recibir un masaje, sentarse en grandes pelotas de goma. Adem¨¢s pueden adoptar la postura que les sea m¨¢s c¨®moda para parir: en el taburete obst¨¦trico, en cuclillas, a cuatro patas? Y desde luego, y salvo que sea imprescindible, no se les pone ese terrible goteo acelerador que aqu¨ª reciben casi todas y que tan c¨®modo es para m¨¦dicos y enfermeras, que as¨ª ajustan la hora del nacimiento para cuando les conviene. El parto est¨¢ dirigido naturalmente por la hormona oxitocina, cuya secreci¨®n se bloquea con la adrenalina. El enorme estr¨¦s con que se hace parir a las mujeres en Espa?a dispara la adrenalina, comenzando as¨ª un c¨ªrculo vicioso que aumenta la necesidad de recurrir a la ces¨¢rea y los f¨®rceps, y desde luego a la epidural, una supuesta conquista femenina que a menudo tan s¨®lo sirve para paliar el desastre de dolor y trauma que han creado con un sistema obst¨¦trico obsoleto.
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