Imre Kert¨¦sz: ¡°En la dictadura, la literatura te devuelve a tu propia existencia¡±
Desde Berl¨ªn, donde reside y siente la libertad, el Nobel h¨²ngaro evoca la vida bajo una dictadura y reflexiona sobre lo que significa crear bajo su dominio. El escritor, sobreviviente del Holocausto, que publica un libro de ensayos y recupera una de sus primeras narraciones, repasa la historia de su pa¨ªs en el siglo XX y habla de lo que significa tomarse en serio la escritura.
Kert¨¦sz recibe en el lujoso caf¨¦ -"es mi oficina"- del hotel Kempinski de Berl¨ªn, ciudad donde manten¨ªa un piso de trabajo y a la que acaba de trasladarse. La suavidad de su voz concuerda con la finura de sus modales y la delicadeza de su expresi¨®n en un alem¨¢n culto y algo quebrado. Aunque atiende con amabilidad, se dir¨ªa que se ha propuesto atajar definitivamente las servidumbres period¨ªsticas, ya que acaba de publicar en Dossier K. Una investigaci¨®n (que saldr¨¢ en oto?o en Acantilado) una irreverente y muy sagaz "autoentrevista", donde un Kert¨¦sz socarr¨®n interroga a un Kert¨¦sz remiso sobre su obra y su vida. La vida de un hombre (Budapest, 1929) que a los 15 a?os fue internado en Auschwitz y despu¨¦s trasladado a Buchenwald. El autor h¨²ngaro publica en Espa?a el libro de ensayos La lengua exiliada y Un relato policiaco.
PREGUNTA. Un relato policiaco nace, en 1976, como una especie de relleno, para la publicaci¨®n de otra novela.
RESPUESTA. As¨ª es. El editor era un gran conocedor de la literatura universal. Tiene que haber un m¨ªnimo de diez octavillas, dijo. Para completar el volumen de mi novela El rastreador necesitaba otro texto de una determinada extensi¨®n. Yo, entonces, desde hac¨ªa mucho tiempo, rumiaba la idea de Un relato policiaco y, de repente, se present¨® esta emergencia. Lo tuve que escribir con extrema celeridad, porque en el llamado socialismo un libro tardaba dos a?os en ser publicado, y si uno se quedaba fuera del plan, hab¨ªa que esperar cuatro a?os. De modo que me instal¨¦ con mi proyecto en una casa de escritores, y en dos semanas lo termin¨¦; as¨ª aparecieron los dos textos juntos.
P. Lo que no se explica es c¨®mo semejante historia pudo pasar la censura.
"Todo es ficci¨®n, el ser humano es ficci¨®n. Si contemplo mi vida, veo que me hago escritor cuando nada indicaba que lo fuera"
R. Mire, en Hungr¨ªa, en aquella ¨¦poca -estamos hablando de 1977- ten¨ªamos lo que se llamaba el "comunismo gulash", una versi¨®n blanda del comunismo anterior y, de hecho, la censura no era la misma. Cada redactor jefe o director de una editorial era responsable de su propia empresa. Una censura central, tal como la hab¨ªa en Polonia o en la antigua Checoslovaquia, no exist¨ªa en Hungr¨ªa. Se trataba de una historia seudo-suramericana. Todo era ficci¨®n; no hab¨ªa un Estado suramericano as¨ª. De modo que el editor lo pod¨ªa leer como algo completamente inocuo, incluso dijo: ?pero si es como aqu¨ª! (risas). Y as¨ª fue como se public¨®. No llam¨® mucho la atenci¨®n, como todos mis libros, y despu¨¦s desapareci¨®.
P. En su ensayo de 1990, Budapest, Viena, Budapest, llama a la literatura "el ¨²nico sentido de la vida". ?Opina hoy igual que entonces sobre la importancia de la literatura?
R. Mi actitud no ha cambiado, pero me he dado cuenta de que la literatura ahora no posee, ni por asomo, la importancia que ten¨ªa entonces en Hungr¨ªa. Pero eso me da igual. Aunque la literatura resulte superflua, para m¨ª es esencial. Esto es todo; no quiero y no puedo valorar de forma objetiva si vale lo que escribo. Simplemente escribo porque me apetece.
P. Me refer¨ªa a que en una dictadura la literatura constituye un canal para el desarrollo de una actividad mental.
R. Ah, s¨ª, desde luego. En la dictadura la literatura adquiere una relevancia existencial, al menos cuando uno se toma en serio la escritura. La literatura te devuelve a tu propia existencia, ya que ocuparse cada d¨ªa con uno mismo sirve para aclararse la vida. Es triste, pero imprescindible.
P. En Ensayo de Hamburgo afirma ser un escritor que saca su inspiraci¨®n exclusivamente de lo negativo. ?C¨®mo logra inspirarse en la actualidad?
R. (Risas) Bueno, hoy escribo m¨¢s desde lo positivo. Mi ¨²ltimo libro, Dossier K., probablemente sea mucho m¨¢s alegre que mis otras obras. Es algo que he disfrutado mucho. Pero en aquel entonces -hay que trasladarse mentalmente a los a?os setenta, ochenta- no hab¨ªa ninguna esperanza de que se produjera un cambio. No era previsible que esta superpotencia, ese mamut, ese elefante, se derrumbase alg¨²n d¨ªa. Fue un milagro.
"Me tomo las cosas alej¨¢ndome de la realidad; no siempre puedo diferenciar los distintos niveles y menos cuando escribo. Me sorprendo a m¨ª mismo con algunas frases"
P. ?Cree que "el intelectual superfluo" del que habla en su ensayo del mismo t¨ªtulo ha desaparecido?
R. No, creo que sigue estando all¨ª. En Hungr¨ªa, por descontado. Y, desgraciadamente, desempe?a un papel importante en la sociedad y en la pol¨ªtica. Hungr¨ªa est¨¢ pasando por una crisis y en esta crisis se dan muchos problemas artificiales de rasgos superfluos que simplemente no pertenecen a la ¨¦poca actual: nacionalismo, antisemitismo, derecha e izquierda, no son conceptos que ayudan a un pa¨ªs a vivir. Pintan problemas de hace cien a?os, se lo aseguro, ya que el pasado hist¨®rico no asumido de Hungr¨ªa empieza con la Primera Guerra Mundial. Al final de aquella guerra, Hungr¨ªa pierde dos tercios de su territorio y el resentimiento que surge entonces sigue vigente hoy. Despu¨¦s, la ¨¦poca de entreguerras, el papel de Hungr¨ªa en la Segunda Guerra Mundial, la alineaci¨®n del comunismo despu¨¦s de 1956, nada de esto ser¨¢ asumido. Son cuestiones muy dif¨ªciles que representan una pesada carga para una sociedad; adem¨¢s, fueron h¨¢bilmente eludidos. No s¨¦ c¨®mo ha sido en Espa?a; al principio, despu¨¦s de la dictadura de Franco, parec¨ªa m¨¢s dif¨ªcil, pero hoy no se percibe ninguna dificultad.
P. ?En qu¨¦ direcci¨®n se mueven las nuevas generaciones de intelectuales h¨²ngaros?
R. No lo s¨¦ muy bien, no tengo demasiado contacto con mi pa¨ªs para pronunciarme con certeza, pero hay mucha extrema derecha. Un joven, que me encontr¨¦ casualmente en el avi¨®n, me cont¨® que estudia en la Universidad de Budapest y le llamaba la atenci¨®n, al conocer otras universidades en Occidente, que en todas los j¨®venes son de izquierdas, mientras que en Budapest la mayor¨ªa tiende a la derecha. Y esto es fruto del resentimiento, la incapacidad de superar el pasado. Es como una enfermedad que brota una y otra vez, igual que en Yugoslavia y Polonia. Es una se?al muy significativa de que Europa todav¨ªa est¨¢ lejos de estar unida; existen, como m¨ªnimo, dos Europas.
P. En su obra reelabora siempre experiencias vividas. ?Por qu¨¦ se opone al t¨¦rmino "ficci¨®n autobiogr¨¢fica"?
R. Porque todo es ficci¨®n, el ser humano es una ficci¨®n. Si contemplo mi vida, veo que me hago escritor cuando nada indicaba que lo fuera. No contaba con nada, no conoc¨ªa nada, no ten¨ªa un proyecto, y los que emprend¨ªa eran completamente irreales, imposible vivir de ellos o verlos publicados en una sociedad como la de la Hungr¨ªa comunista. Pero me aten¨ªa a esta ficci¨®n que me hab¨ªa inventado y llevaba una doble vida: una vida secreta, grandiosa y una vida muy estrecha en la superficie. Me dec¨ªa entonces que viv¨ªa como un escritor ingl¨¦s: me levanto, reflexiono, escribo algo; lo ¨²nico que no hago es jugar al golf y al tenis y no conduzco un coche. Me aten¨ªa firmemente a esta ficci¨®n y as¨ª me convert¨ª en una ficci¨®n. Lo que me permite escribir de m¨ª mismo como de un extra?o, como en Dossier K.: es un di¨¢logo, aparentemente es un di¨¢logo entre yo y m¨ª mismo, pero poco a poco aparece una tercera persona que observa discutiendo a estos dos, controlando que, como en una partida de pimp¨®n, intercambiamos correctamente la pelota. Un juego curioso.
P. La ficci¨®n est¨¢ estrechamente relacionada con un tema muy recurrente en su obra: el concepto de la realidad, la realidad construida interiormente y la realidad en un sistema totalitario.
R. Yo creo que siempre viv¨ªa en la irrealidad, siempre fui una invenci¨®n, hasta que me empezaron a doler las muelas. El dolor de muelas me hizo comprender que exist¨ªa (risas) e iba al dentista. Pero, aparte de esto, me tomo las cosas alej¨¢ndome de la realidad; no siempre puedo diferenciar los distintos niveles y menos cuando escribo. Me sorprendo a m¨ª mismo con algunas frases. Cuando estuve trabajando en Yo, el otro, una frase fue muy importante para m¨ª: "La libertad no se puede experimentar en el mismo lugar donde uno ha sido esclavo". Esto, simplemente, lo hab¨ªa escrito as¨ª, como una frase clara con un ritmo, y diez a?os m¨¢s tarde se hab¨ªa convertido en una profec¨ªa. Fue mi verdad existencial: ten¨ªa que marcharme de all¨ª.
P. ?Es ¨¦sa la raz¨®n por la que vive ahora en Berl¨ªn?
R. S¨ª, as¨ª es. Durante cuarenta a?os yo no he tenido pasaporte. Ni siquiera pod¨ªa viajar a un pa¨ªs vecino. Yo soy un hombre de la gran ciudad, me siento a gusto en un entorno extra?o, me encanta estar rodeado de una lengua extranjera. Y viv¨ªa atado a mi tierra como un hombre de la Edad Media. ?sta es una de las razones por las que vivo aqu¨ª, aunque tambi¨¦n me siento a gusto en Berl¨ªn. Es una ciudad interesante, liberal, abierta, donde vivo con m¨¢s libertad y, sobre todo, no tan cargado de problemas que no me importan. No tengo que repetir como un loro mi fidelidad a Hungr¨ªa o que soy escritor; ya no me tengo que ocupar de los problemas de mi pa¨ªs.
P. En su discurso del Premio Nobel se?ala que tal vez el lenguaje ya no sirva para "representar los procesos reales, los conceptos que en otros tiempos eran inequ¨ªvocos". ?Qu¨¦ puede ofrecer el lenguaje al escritor del siglo XXI?
R. ?sa es la cuesti¨®n en la que hay que ahondar. En todos mis libros el lenguaje es diferente. Eso se manifiesta de forma muy marcada en Sin destino. La cuesti¨®n era ?se puede crear un "lenguaje atonal"? Empleo este t¨¦rmino musical para caracterizar un lenguaje que no posee t¨®nica, no tiene tonalidad de do mayor o de si bemol menor, lo cual significa que no existe un consenso entre los seres humanos, que no hay una cultura v¨¢lida; en otras palabras, los t¨¦rminos han cambiado por completo. Crear un lenguaje atonal supon¨ªa para m¨ª desentenderme del todo de los significados originales de las palabras; todas las palabras han adquirido un contenido nuevo en la situaci¨®n en la que tiene lugar mi historia. Este "lenguaje atonal" implicaba en Sin destino que la novela no debe narrar, una t¨¦cnica en la que siempre hay un presente, pero nunca una narraci¨®n. La manera en que se vive el presente, mediante momentos discontinuos, muestra el desgarramiento, lo inconcebible, el falso orden del mundo. Es una t¨¦cnica que hay que variar en cada libro.
P. Su "lenguaje atonal" recuerda mucho el lenguaje de Kafka.
R. Kafka se public¨® muy tarde en Hungr¨ªa. El primer libro de relatos de Kafka lo pude leer alrededor de 1964. Ten¨ªa un diario de Kafka que pude comprar en Budapest en alem¨¢n, pero mi alem¨¢n entonces no era lo suficientemente bueno para leerlo sin dificultades. En realidad, Kafka no ha tenido tanta influencia en m¨ª, lo cual fue una suerte para m¨ª. No s¨¦ si hubiera podido escribir mi obra bajo la influencia de una cabeza tan excepcional y, sobre todo, un talento literario tan extraordinario. Su forma de representar peque?as cosas, c¨®mo describe a un hombre, es fant¨¢stico. En cambio, un libro que s¨ª quer¨ªa urgentemente leer, cuando trabajaba en Sin destino, del que me enter¨¦ por los peri¨®dicos h¨²ngaros que hablaban del proceso de Eichmann en Israel, porque trataba del mismo tema que me ocupaba a m¨ª, la banalidad del mal, fue Eichmann en Jerusal¨¦n, de Hannah Arendt. Tampoco lo consegu¨ª.
P. ?Qui¨¦nes fueron sus maestros literarios cuando decidi¨® ser escritor?
R. Sobre todo, Thomas Mann y Camus, dos puntos estelares completamente distintos; ellos fueron mis pilares. A Thomas Mann, gracias a Dios, lo le¨ª relativamente pronto; en 1954 se public¨® un libro de relatos con La muerte en Venecia, etc¨¦tera, y me hizo un gran efecto. Esa monoton¨ªa literaria del estalinismo, esas novelas sovi¨¦ticas con su mala literatura: encontrarme, de repente, con un texto existencial fue grandioso. Despu¨¦s de 1956 le¨ª El extranjero, de Camus. Eso lo he descrito en Dossier K.: ambos escritores acabaron conmigo, pero cuando resucit¨¦ me sent¨ªa feliz de haberlos conocido.
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