El papel de la memoria
Muchos escritores contribuyen a sostener la memoria hist¨®rica de los pa¨ªses. Por eso, en bastantes casos, reciben coscorrones en vida y honores p¨®stumos: calles con su nombre, bustos en los parques, premios literarios,... Balzac defin¨ªa su trabajo como el historiador de las gentes: el que reconstruye, utilizando andamios verbales, la vida secreta, afectiva, art¨ªstica, social, econ¨®mica, festiva,... de una sociedad en un momento determinado. Es lo que hacemos y para eso contamos tambi¨¦n con los peri¨®dicos que ha dejado de ojear Rosa Reg¨¤s. Las progres, como tantos refrescos, tambi¨¦n tienen gases. Es verdad que entre los medios amarillos y los liberal-pardillos, demasiados caminos conducen a G¨¦nova. En efecto, sobran tanto el sensacionalismo como los editoriales nocivos. Formamos parte de una profesi¨®n maravillosa y digna, aunque mi abuela siga sin saber que mis goteras las tapo con colaboraciones para la prensa y bolos verbeneros. Cree que trabajo de estr¨ªper en un club del Casco Viejo.
?Qu¨¦ identifica la idiosincrasia gasteiztarra? ?Cu¨¢l ser¨ªa el s¨ªmbolo / icono de la ciudad?
La preservaci¨®n de la memoria es un ¨ªndice cultural muy importante, quiz¨¢ uno de los m¨¢s reveladores. Hay pa¨ªses que no tienen archivos, ni libertad de expresi¨®n, ni historiograf¨ªa... ni siquiera algo similar a la Instituci¨®n Sancho el Sabio, todo un lujo para los vasc¨®filos y acertada forma de entender e invertir en futuro. Carecen de recuerdos y repiten sus crisis a cada rato. Basta echar una mirada al mapa para encontrar ejemplos. Vasconia, desde el Canciller Ayala o Garibay y Landazuri, puede considerarse un territorio de historiadores, pero de fr¨¢gil memoria. La n¨®mina actual ser¨ªa tan prolija, afortunadamente, como la de cocineros o mic¨®logos. Tambi¨¦n ¨¦ramos un pa¨ªs de poetas, pero una cosa no excluye a la otra. La cr¨®nica y los versos, con pulida prosa tejida entre medio, son g¨¦neros que se refuerzan. Los bardos sensibles y los novelistas de alcance debieran saber escuchar tanto las voces del pasado como los ecos del presente.
Despu¨¦s de cierta solemnidad, m¨¢s aparente que real y fruto de depresiva resaca festiva, recuerdo que de vez en cuando resucita una pol¨¦mica guadanesco-bizantina: ?qu¨¦ identifica la idiosincrasia gasteiztarra? ?Cu¨¢l ser¨ªa el s¨ªmbolo/icono de la ciudad? ?Es necesario ser blusa, hincha del Glorioso o del Tau, participar en la procesi¨®n de los Faroles, suscribirse a la revista Celed¨®n y votar con templada moderaci¨®n para ser aut¨¦ntico babazorro? Y algunas preguntas m¨¢s que ni Venancio del Val o Alberto Su¨¢rez-Alba, dos celebridades locales, sabr¨ªan responder.
Poco importa. Lo bueno de la capital vasca es que es una ciudad din¨¢mica, antigua y con vitalidad, pero todav¨ªa por vertebrar. Es ah¨ª donde el flamante alcalde, Patxi Lazcoz, y su equipo, con Juan Carlos Alonso y otros que -con reflejos- me hacen llegar su "estrategia" y proyectos, tienen tanto que decir y decidir. S¨®lo les pedimos medidas razonables: transparencia, manos de cristal, m¨¢s cauces de participaci¨®n ciudadana y mirada amplia. Estamos hartos de autocomplacencia, humo a costa de la p¨®lvora del rey, improvisaciones y falta de ambici¨®n. Nos conformamos con dos pasitos adelante. Sin complejos ni levantar la voz, queremos que Ibarretxe, un laudiokari que pareciera mimar m¨¢s a la di¨¢spora de criolla generaci¨®n que a sus coterr¨¢neos, su Gobierno y el resto de nuestros compatriotas se enteren que queremos ejercer la capitalidad.
Mientras, don Cele, agotado, con los preservativos sin usar y la tarjeta de cr¨¦dito hecha polvo, tras d¨ªas de juerga y alg¨²n exceso, casi de puntillas prepara su liviano hatillo y se dispone a lamerse las heridas. Le quedan las fiestas de nuestros pueblos y volver¨¢, para demostrar que en su limbo tambi¨¦n escucha, ve y lee. Sabe que se merece toda una Atenas del Norte: abierta, a la medida del ciudadano exigente y del siglo que ahora se despereza.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.