No es la revoluci¨®n, pero da resultados
Brasil ha logrado un espectacular despegue de su econom¨ªa, la confianza del capital internacional y un protagonismo creciente de sus empresas en el mundo
En 1941 Stefan Zweig public¨® su famoso libro Brasil, pa¨ªs del futuro. La viveza criolla y la decepcionante evoluci¨®n -primero pol¨ªtica, luego econ¨®mica- del pa¨ªs a partir de los a?os sesenta se aliaron para que en la mente de muchas generaciones de espa?oles lo que quedase de aquel buen libro apenas fuera un mortificante "y siempre lo ser¨¢".
Durante muchos a?os, los pesimistas tuvieron raz¨®n. Aunque en las d¨¦cadas de los cincuenta, sesenta y setenta, Brasil creci¨® a ritmos que hoy dir¨ªamos chinos, entre 1980 y 2003 el pa¨ªs, como buena parte de Latinoam¨¦rica, se atranc¨®: el promedio de crecimiento apenas fue del 2,3%, mientras la poblaci¨®n crec¨ªa al 1,8% y la renta per c¨¢pita se estancaba.
Con el permiso de M¨¦xico, quien no est¨¦ en Brasil no est¨¢ en Latinoam¨¦rica
La mejora de la calificaci¨®n premia su capacidad para pagar la deuda
Dado que Brasil es el ¨²nico pa¨ªs de tama?o significativo en el que el 5% m¨¢s pobre de su poblaci¨®n est¨¢ entre los m¨¢s pobres del mundo al tiempo que el 5% m¨¢s rico est¨¢ entre los m¨¢s ricos del mundo, aquel insuficiente dinamismo econ¨®mico se tradujo en que en torno a 2000 hab¨ªa unos 50 millones de brasile?os viviendo por debajo del umbral de la pobreza, y que de ellos, 20 millones viv¨ªan en pobreza extrema.
Brasil es el pa¨ªs de Am¨¦rica al que probablemente mejor le ha sentado la recuperaci¨®n de la democracia. Desde 1985, la sociedad brasile?a y su clase pol¨ªtica se han dedicado a tejer un denso entramado de leyes e instituciones que gradualmente han logrado garantizar la independencia de poderes y, sobre todo, un sistema de contrapesos y equilibrios entre las instituciones federales, estatales y locales.
Probablemente la complejidad del sistema sea escalofriante, pero al pa¨ªs esta organizaci¨®n institucional le ha otorgado un activo con tremendo valor de cambio y uso: Brasil se mueve con lentitud, a veces desesperante, pero con un rumbo cierto y consensuado entre todas sus fuerzas representativas. No es el pa¨ªs del despotismo ilustrado. Es el pa¨ªs en el que, bajo la apariencia de enfrentamientos descarnados y en funci¨®n de reglas pol¨ªticas imaginativas, los pol¨ªticos llevan casi 25 a?os pactando una aut¨¦ntica agenda de pa¨ªs. El norte de esa agenda siempre ha estado muy claro: hacer de Brasil una potencia mundial.
La persistencia en los objetivos y en las pol¨ªticas ha acabado pagando dividendos. No es casualidad, sino prueba de madurez democr¨¢tica y de sociedad abierta, que haya sido en Brasil la democracia latinoamericana en la que un carism¨¢tico obrero metal¨²rgico haya acabado sucediendo en la presidencia federativa a un internacionalmente reconocido intelectual y soci¨®logo que ya ense?aba en Nanterre en mayo de 1968.
Todav¨ªa es mucho m¨¢s an¨®malo en el continente del "adanismo pol¨ªtico y econ¨®mico" que entre ambas presidencias -ambas de dos mandatos sucesivos- se haya dado una continuidad b¨¢sica de pol¨ªticas econ¨®micas. Y francamente, dada la magnitud desgarradora de las necesidades del pa¨ªs, para muchos era impensable que Brasil optase por la paciencia en vez de por el populismo. Pero la realidad es que tanto Fernando Henrique Cardoso como Luiz In¨¢cio Lula Da Silva entendieron que el futuro del pa¨ªs pasaba, primero, por la recuperaci¨®n de la estabilidad y, despu¨¦s, por el crecimiento con estabilidad y responsabilidad social. Es decir, que primero hab¨ªa que crear la riqueza y luego distribuirla. Aunque sea de sentido com¨²n, en el continente todav¨ªa es un planteamiento muy creativo que requiere una gran calidad y autonom¨ªa institucional.
Los resultados econ¨®micos conseguidos por Brasil en estos a?os son apabullantes.
Una econom¨ªa que en 1986 registraba una inflaci¨®n anual del 150% cerr¨® 2000 con una tasa del 7%, y en 2007 Brasil consigui¨® que los precios aumentasen a ritmos de pa¨ªs desarrollado -un 3,6%- y que su Banco Central, dotado de autonom¨ªa operativa, se consolidara como el banco central m¨¢s eficiente, transparente y exitoso en los pa¨ªses BRIC (Brasil, Rusia, India y China). De esta forma, Brasil borraba de un plumazo el prejuicio hist¨®rico de parte de sus ¨¦lites, convencidas de que no se pod¨ªa tener a la vez tasas bajas de inflaci¨®n y altas de crecimiento. Armi?o Fraga y Meirelles hicieron a?icos la Curva de Phillips.
El segundo prejuicio del que se ha desembarazado es el de la deuda exterior como maldici¨®n eterna y limitadora del crecimiento. En 2001, la deuda p¨²blica en d¨®lares supon¨ªa m¨¢s de 100.000 millones de d¨®lares estadounidenses y el stock de la deuda exterior total representaba entre 4 y 5 veces el valor de las exportaciones anuales brasile?as.
Estos datos ayudan a entender por qu¨¦ los inversores internacionales entraron en p¨¢nico en 2002, cuando las encuestas vaticinaban el triunfo de Lula. En aquellos meses los mercados infirieron que Brasil inevitablemente seguir¨ªa el mal ejemplo del default argentino (suspensi¨®n del pago de la deuda). Y se equivocaron. Brasil orden¨® sus cuentas p¨²blicas -aunque fuese subiendo impuestos y no rebajando gastos- y manej¨® espectacularmente los plazos, tipos y riesgos de cambio de su deuda p¨²blica.
El resultado est¨¢ hoy a la vista: la reciente consecuci¨®n del investment grade para sus emisiones en divisas est¨¢ directamente ligada al reconocimiento de que Brasil tiene la capacidad y la voluntad de pagar su deuda. Mal¨¢n, Palloci y Mantega acabaron con el mito de la deuda eterna e impagable. La deuda neta est¨¢ ya pagada y, por ello, Brasil tiene amplio acceso a los mercados de capitales nacionales e internacionales.
El tercer mito quebrado ha sido el que apuntaba a que en Latinoam¨¦rica -a diferencia de lo que ha sido la esencia del modelo asi¨¢tico de desarrollo- la ¨²nica forma de mantener ordenadas las cuentas externas era protegiendo el mercado interno y subvencionando la exportaci¨®n con dinero p¨²blico o con tipos de cambio depreciados en t¨¦rminos reales. Brasil es el caso emblem¨¢tico de lo equivocados que estaban quienes favorec¨ªan esta tesis neo-cepalina.
En los ¨²ltimos 5 a?os, las importaciones brasile?as se han duplicado y el tipo de cambio nominal ha pasado de 3 reales por d¨®lar a 1,6 reales. Y, sin embargo, la balanza comercial se ha mantenido permanentemente en un super¨¢vit que ha oscilado entre los 30.000 y los 45.000 millones de d¨®lares. Obviamente, la explicaci¨®n pasa por un fenomenal crecimiento de las exportaciones, tanto por razones de precio de la oferta exportadora como porque la diversificaci¨®n de la estructura productiva brasile?a y las ganancias de productividad de la econom¨ªa le han permitido conquistar cuotas de mercado en la econom¨ªa global sencillamente inimaginables hace apenas un lustro.
Tan inimaginables como que los inversores extranjeros apostaran decididamente por el pa¨ªs una vez concluida la ola de privatizaciones del Gobierno de Fernando Henrique. Pero as¨ª ha sido: entre 2004 y 2008, Brasil habr¨¢ recibido 115.000 millones de d¨®lares de inversi¨®n directa, lo que viene a equivaler a todo un a?o de formaci¨®n bruta de capital del pa¨ªs. Y las grandes empresas brasile?as -Valle de Rio Doce, Petrobras, Embraer, AMBV, entre otras- tambi¨¦n han sabido aprovechar el dividendo de la estabilidad y de la ca¨ªda del riesgo pa¨ªs para convertirse en inversoras directas en mercados en desarrollo y desarrollados.
El uso parcial de los mercados de capitales locales e internacionales para financiar estas adquisiciones es una estela que ya est¨¢n siguiendo otro buen n¨²mero de empresas brasile?as. As¨ª, el a?o pasado cada semana hubo una nueva salida a Bolsa de una empresa brasile?a, un dinamismo que no tiene rival en el mundo de los BRIC, ni en muchos pa¨ªses de la OCDE.
Y junto a estos buenos datos macro, el ¨¦xito de integraci¨®n social que supone haber sido capaces de sacar de la pobreza a m¨¢s de 16 millones de personas, lo que equivale a la poblaci¨®n de Chile o al 40% de Argentina.
Muchos de ellos han salido de la miseria gracias a los programas sociales ejemplares puestos en pr¨¢ctica por Cardoso y Lula, tales como la Bolsa Escola y el programa Hambre Cero, hoy ya paradigmas de lo que hay que hacer en pol¨ªticas sociales. Pero la mayor¨ªa de la nueva clase media emergente brasile?a recientemente aparecida ha sido consecuencia del ¨¦xito de la econom¨ªa de mercado: del crecimiento de la econom¨ªa formal, de la generaci¨®n de empleo, de las ganancias de productividad y de la baja inflaci¨®n.
Tan s¨®lo un ejemplo: en el transcurso de las dos Administraciones Lula se han creado en la encom¨ªa formal casi nueve millones de empleos al tiempo que el salario m¨ªnimo pasaba de 139 reales a los 415 reales aprobados en marzo de 2008.
Esta mejora de poder de compra de los ciudadanos y la s¨®lida situaci¨®n patrimonial y competitiva de los bancos brasile?os ha permitido que, por primera vez en la historia del pa¨ªs, alrededor de 15 millones de brasileros hayan accedido al sistema bancario. Es decir, hayan podido ahorrar en bancos y endeudarse para la adquisici¨®n de bienes de consumo o inversi¨®n. Pese a que la bancarizaci¨®n del pa¨ªs ha crecido, el potencial de desarrollo del sistema financiero todav¨ªa es sencillamente espectacular: menos del 40% de los brasile?os tienen una relaci¨®n estable con un banco y la ratio de cr¨¦dito al PIB apenas llegar al 37%.
Todo lo anterior puede resultar muy abstracto. Muy "macro". Lo es, pero eso no quita ni un ¨¢pice de fuerza a la conclusi¨®n central que los empresarios espa?oles deber¨ªan extraer del reciente ¨¦xito brasile?o: simplemente, y con el permiso de M¨¦xico, quien no est¨¦ en Brasil no est¨¢ en Latinoam¨¦rica.
Puede que a alguien le parezca que no estar en el continente no es tan grave. Quiz¨¢s. Pero recuerden que Latinoam¨¦rica en el a?o 2025 tendr¨¢ alrededor del 12% de la poblaci¨®n mundial, pesar¨¢ en torno al 7% en la econom¨ªa global y todav¨ªa tendr¨¢ una renta per c¨¢pita que ser¨¢ superior a la del Asia emergente. Si se quiere ser global, no estar en ese mercado es una apuesta arriesgada.
Y aritm¨¦ticamente, Brasil es la mitad de todo ¨¦l. Y cualitativamente, Brasil es imprescindible para comprender hacia d¨®nde va la regi¨®n.
Pese al eco medi¨¢tico que alcanzan otras experiencias pol¨ªticas latinoamericanas -originales o simples retrocesos hacia el mundo de las utop¨ªas regresivas que entusiasman por igual a los sectores de la civilizaci¨®n judeo-cristiana y a los que militan en el indigenismo o la herencia africana-, el futuro de Latinoam¨¦rica lo definir¨¢ lo que ocurra en M¨¦xico y en Brasil.
Por tama?o, historia e instituciones son los dos ¨²nicos pa¨ªses que hoy por hoy tienen capacidad para liderar permanentemente el continente. Y no es balad¨ª constatar que en ambos casos, el fen¨®meno m¨¢s trascendental es la emergencia de una nueva clase media que es muy consciente de lo que le ha costado salir de la pobreza y de lo vulnerable que todav¨ªa sigue siendo ante aventurismos pol¨ªticos o choques econ¨®micos que dejen inertes a los Estados.
De ah¨ª el mapa de prioridades y preferencias que una vez tras otra les lanzan a sus ¨¦lites pol¨ªticas: oc¨²pense de la seguridad f¨ªsica y jur¨ªdica, de la eficiencia del Estado y la lucha contra la corrupci¨®n, y de la mejora de la educaci¨®n, que de lo otro -como casi siempre ha ocurrido- ya me preocupo yo. Y de ah¨ª nuestro optimismo. Estas clases medias son poderosas fuerzas de transformaci¨®n y progreso. Son la mejor garant¨ªa de que se har¨¢n las reformas macro y micro que todav¨ªa est¨¢n pendientes. Que el mercado producir¨¢ y que el Estado redistribuir¨¢.
Quiz¨¢s es menos heroico que la revoluci¨®n, pero en M¨¦xico y en Brasil ese programa ya est¨¢ dando resultado. Por supuesto que con fallos y con problemas hom¨¦ricos. Con burocracias incomprensibles, modelos fiscales a revisar, y con necesidades gigantescas de invertir en infraestructuras, en capital f¨ªsico, en capital humano, en tecnolog¨ªa y en cohesi¨®n.
Pero precisamente es ese mismo hecho de ¨¦xito incompleto, de inicio de viaje imparable al progreso, la modernidad y la cohesi¨®n, lo que hace de Brasil un pa¨ªs imprescindible para el presente. Muchas cosas est¨¢n por hacer. Y est¨¢ en nuestro inter¨¦s ayudarles a que este reto les salga bien a los brasile?os. Ahora podemos ayudar; en unas d¨¦cadas, ser¨¢n ellos quienes nos ayuden a nosotros.
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