Osos panda y portaaviones
Buques de la marina estadounidense, un zool¨®gico de fama mundial y playas que hacen las delicias de los surfistas en San Diego, a pocos kil¨®metros de la frontera mexicana de Tijuana
Es muy posible que San Diego no figure en la primera memoria de la imaginer¨ªa popular sobre Estados Unidos, siempre ocupada por nombres de m¨¢s lustre como Nueva York, Los ?ngeles, San Francisco o Chicago, todos ellos sobreexpuestos a miles de referencias fotogr¨¢ficas, art¨ªsticas, literarias y televisivas, y a un conocimiento preventivo aunque jam¨¢s se haya puesto el pie en ninguna de estas ciudades. Y es igualmente cierto que esa discreci¨®n no es ning¨²n obst¨¢culo para que este destino, a s¨®lo 16 kil¨®metros de la frontera mexicana de Tijuana, una de las m¨¢s calientes del planeta, sea una de las escalas m¨¢s ecl¨¦cticas y luminosas para cualquier turista o viajero que se mueva por la no menos m¨ªtica costa californiana.
El sol poderoso del Pac¨ªfico, el skyline desde la isla de Coronado, los coloridos h¨ªbridos hispano-norteamericanos en bares, restaurantes, edificios y personas; los paseos verdes por Balboa Park o la dolce vita de barrios como Little Italy, al norte de la ciudad, son argumentos sobrados que convierten San Diego en una postal radiante, relajada y de impacto inmediato, lejos del exceso iconogr¨¢fico y el estr¨¦s de Los ?ngeles, a poco m¨¢s de 200 kil¨®metros por la autopista 5 en direcci¨®n norte.
9.00 La ciudad naval
La mayor cat¨¢strofe naval norteamericana marc¨® el despegue de San Diego. Despu¨¦s de que los japoneses siguieran al dedillo la consigna de "hundir la flota" en Pearl Harbor en 1941, el ej¨¦rcito norteamericano decidi¨® trasladar de forma permanente su fuerza del Pac¨ªfico desde Hawai hasta San Diego, al abrigo continental. De este modo, las moles inmensas de los portaaviones y otros buques de guerra son parte del paisaje en el largo paseo del puerto, junto a peque?os ferries, veleros estilizados y diminutas lanchas de pesca. En esta zona portuaria -conocida en la ciudad como El Embarcadero
(1)- se pueden admirar joyas como el Star of India, un impresionante velero sede del Museo Mar¨ªtimo (2) (www.sdmaritime.org; 1492 North Harbor Drive; abre de 9.00 a 20.00; 9 euros), o recorrer las desguazadas instalaciones del portaaviones USS Midway
(3), el m¨¢s longevo de la marina estadounidense, dedicadas a ense?ar c¨®mo se vive en uno de estos monstruos erizados de cazas de combate (www.midway.org; 910 North Harbor Drive; abierto de 10.00 a 17.00; 11 euros).
11.00 Un paseo por Coronado
Si se pretende otro tipo de panor¨¢micas, los ferries conectan de manera permanente El Embarcadero con la pen¨ªnsula de Coronado
(4), sede de una base aeronaval y reposada playa desde la que disfrutar de la bah¨ªa de San Diego y los aviones plateados que parecen colarse entre los edificios antes de aterrizar en el cercan¨ªsimo aeropuerto internacional de la ciudad. Los ferries (San Diego Bay Ferry; www.sdhe.com; 001 619 234 41 11) salen cada hora en punto entre las 9.00 y las 21.00 (viernes y s¨¢bados hasta las 22.00) desde 1050 North Harbor Drive (esquina con la calle Broadway), y el viaje de ida y vuelta cuesta siete d¨®lares (unos 4,50 euros).
13.00 Saludar a los pandas
Balboa Park (5)
(www.balboapark.org; 001 619 239 05 12; abre de 9.30 a 16.30) es otro de los signos distintivos de San Diego. La combinaci¨®n exacta para una ciudadan¨ªa inteligente: miles de metros de parques y jardines entre los que se dispersan 15 museos, edificios coloniales, algunos teatros y uno de los zool¨®gicos (www.sandiegozoo.org; precio, 22 euros adultos y 15,50 ni?os) m¨¢s interesantes de toda Norteam¨¦rica, propietario de la mayor poblaci¨®n de osos panda gigantes del pa¨ªs. En realidad, las visitas que ofrece Balboa Park pueden llenar un d¨ªa entero o m¨¢s. Diversos pases y entradas gratuitas permiten disfrutar en este oasis de algunas de las mejores obras pict¨®ricas de maestros asi¨¢ticos, europeos y norteamericanos. Para gustos m¨¢s variopintos, algunos edificios muestran la historia de la aviaci¨®n estadounidense, esqueletos de dinosaurios, autom¨®viles y motocicletas de ¨¦poca o exposiciones sobre terremotos. Para los amantes de los animales marinos, otra opci¨®n es desplazarse a Sea World (www.seaworld.com), cerca de Mission Bay.
16.00 Tablas y crema de sol
M¨¢s al norte se encuentran las opciones para los apasionados de la playa: Pacific Beach (6), Mission Beach - (7) y Ocean Beach - (8), el resultado de complicadas obras de ingenier¨ªa tras la II Guerra Mundial para domesticar los pantanos de la desembocadura del r¨ªo San Diego y convertirlo en un presente de parques, playas y surfistas. Para los amantes de la exclusividad siempre quedar¨¢ La Jolla - (9), una zona residencial de calas rec¨®nditas y playas brillantes donde contemplar el oc¨¦ano m¨¢s grande del mundo.
17.00 De vuelta al centro
Para los m¨¢s urbanitas, el centro de San Diego es compacto, variado y sugerente. El n¨²cleo duro es Gaslamp Quarter (10), un para¨ªso para los desmemoriados con la tarjeta de cr¨¦dito repleto de restaurantes, bares, galer¨ªas, centros comerciales y boutiques de ¨²ltima hornada. Hay m¨¢s de 6.000 restaurantes en la ciudad, una estad¨ªstica que permite salvar la gastronom¨ªa b¨¢sica norteamericana cuantas veces se desee y decantarse por ofertas ¨¦tnicas e internacionales. En San Diego brotan chefs en menos tiempo del empleado en tomar una cerveza. Muchos de estos locales est¨¢n concentrados entre las calles Broadway y Market, dos arterias que encierran el Horton Plaza, otro centro comercial flanqueado por teatros y terrazas.
19.00 Pizzas y mucho espa?ol
Otra opci¨®n para un paseo vespertino es acercarse al barrio de moda: Little Italy
(11). Como su nombre indica, en este grupo de calles rectil¨ªneas cruzadas en perpendicular por India Street se puede acceder a una oferta infinita de pizzer¨ªas y locales de cocina italiana, aunque es posible o¨ªr sones cubanos en los mercados dominicales o degustar al aire libre las tartas y pasteles que impolutas matronas estadounidenses reci¨¦n salidas de La casa de la pradera preparan en plena calle. Little Italy es, sin duda, una de las zonas m¨¢s atractivas y c¨¢lidas.
La ciudad no es en absoluto dif¨ªcil para aquellos que no dominen el ingl¨¦s. La cercan¨ªa con Tijuana ha convertido San Diego en uno de los destinos m¨¢s transitados por la inmigraci¨®n del vecino del sur. En un buen n¨²mero de establecimientos de todo tipo se puede hablar castellano. Es un ¨¦xodo econ¨®mico y de supervivencia muy diferente del que se produce en sentido contrario: manadas de estudiantes y turistas norteamericanos que acuden en tropel a la ciudad chicana, atra¨ªdos por los precios baratos y la mayor relajaci¨®n a la hora de disfrutar en locales como los de la transitada avenida de la Revoluci¨®n. Poco pod¨ªa imaginar en 1769 el franciscano Jun¨ªpero Serra en qu¨¦ se iba a convertir San Diego, la primera de las 21 misiones fundadas por su grupo de misioneros en tierras californianas. La base primigenia, el actual old town, nada tiene que ver con aquellos raqu¨ªticos inicios de colonizaci¨®n. Ahora, cualquier viajero que sepa disfrutar del rostro m¨¢s amable de las mejores ciudades estadounidenses se enamorar¨¢ de inmediato de San Diego.
M¨¢s informaci¨®n en la Gu¨ªa de Estados Unidos de EL VIAJERO
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