Y 'El Quijote' pas¨® la censura
Un curso analiza en Sevilla la formaci¨®n, expolio y rescate de las bibliotecas
Hubo suerte con el censor. Antonio de Herrera fue el primer lector de El Quijote y tambi¨¦n podr¨ªa haber sido el ¨²ltimo. Por fortuna disfrut¨® con la obra y adivin¨® que ser¨ªa del "gusto del pueblo". As¨ª que, el 11 de septiembre de 1604, autoriz¨® la primera impresi¨®n de un manuscrito titulado El ingenioso hidalgo, que hab¨ªa solicitado Francisco de Robles ante el Consejo de Castilla, ¨®rgano que filtraba las peticiones de publicaci¨®n. ?Y si el censor hubiera dicho que no?
Los libros se pueden destruir con bombas y con vac¨ªos. La guerra les borra del mapa, pero el veto de la censura tambi¨¦n les condena a no existir. Sobre ambas formas de destrucci¨®n alertaron ayer los participantes en el curso Formaci¨®n, expolio y rescate de bibliotecas, organizado esta semana en Sevilla por la Fundaci¨®n Focus Abengoa y la Universidad Internacional Men¨¦ndez Pelayo.
"Es extraordinario que sea Antonio de Herrera, que es cronista de Indias, el elegido para aprobar el manuscrito del Quijote y no un eclesi¨¢stico o un literato", resalt¨® Fernando Jes¨²s Bouza, catedr¨¢tico de Historia Moderna de la Universidad Complutense. Esta autorizaci¨®n figura entre los expedientes de la censura del Consejo de Castilla, hallados el pasado abril en el Archivo Hist¨®rico Nacional. Bouza est¨¢ embebido con tales legajos. En los 800 que ha repasado desde entonces figuran permisos para los grandes: Lope de Vega, Quevedo, Calder¨®n de la Barca, Teresa de Jes¨²s, Juan de la Cruz... A ninguno le fren¨® la censura de entonces, pero s¨ª a muchos otros. "Hasta ahora el Consejo ten¨ªa cierta buena fama en cuanto a la impresi¨®n, el malo de la pel¨ªcula era la Inquisici¨®n, pero el Consejo actu¨® de manera ejecutiva con un sistema de censura previa que se desconoc¨ªa", sostiene. "Uno tiene la idea de que la destrucci¨®n viene desde fuera", precis¨® Mar¨ªa Luisa L¨®pez-Vidriero, directora de la Real Biblioteca de Madrid, "y no consideramos el mecanismo que impidi¨® que un libro fuese escrito".
Los ataques exteriores son evidentes, aunque incomprensibles. Poco despu¨¦s de asistir como testigo a la destrucci¨®n de la biblioteca de Bagdad en 2003, el periodista Robert Fisk se preguntaba por qu¨¦ las guerras aniquilan bibliotecas. Blanca Calvo, directora de la biblioteca p¨²blica de Guadalajara aport¨® una raz¨®n: "En las bibliotecas las personas pueden romper los lazos con la ignorancia". Algo que no siempre agrada. En 1939, el D¨ªa del Libro se celebr¨® en Madrid con un auto de fe consistente en la quema de libros. Adi¨®s a Marx, Rousseau, Freud y el Heraldo de Madrid, entre otros.
Calvo fue una de las art¨ªfices de la exposici¨®n Biblioteca en guerra, organizada en 2006 para ajustar cuentas con el pasado. Gracias a su investigaci¨®n se descubri¨® el trabajo de hormiguitas de voluntarios y funcionarios de la Biblioteca Nacional, que protegieron los vol¨²menes de los bombardeos con env¨ªos masivos a Valencia, Barcelona y Ginebra. Porque, pese a las bombas, la Biblioteca Nacional se convirti¨® en el escudo que protegi¨® m¨¢s de 1.200.000 libros de colecciones de particulares, que confiaron en que sus tesoros estar¨ªan a salvo en aquella catedral de estantes infinitos. Tiempo despu¨¦s, algunos de estos propietarios enviaron notas de agradecimiento a los an¨®nimos bibliotecarios por haber salvado sus libros de la destrucci¨®n. Y firmaban "a?o I de la victoria".
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