El retorno a la tribu
"Job British Workers First", las movilizaciones de trabajadores brit¨¢nicos pidiendo prioridad a la hora de adjudicar puestos de trabajo son un signo premonitorio de uno de los peores efectos que la crisis puede traer: el retorno del patriotismo proteccionista. Y lo digo as¨ª, porque de nada sirve poner por delante palabras como xenofobia y racismo. En Italia, donde la derecha ha cultivado sin escr¨²pulo, en este caso s¨ª, la xenofobia, el problema viene de lejos. En Espa?a, mientras el paro se desboca, las encuestas empiezan a dar se?ales preocupantes de rechazo a los inmigrantes. La ¨²ltima, del CEO, cifraba en un 40% el n¨²mero de catalanes hostiles a la inmigraci¨®n.
Los que hace tan solo unos pocos d¨ªas eran imprescindibles en un pa¨ªs que crec¨ªa al galope, ahora son un estorbo. El paro empieza a afectar significativamente a los espa?oles, y para muchos de ellos los inmigrantes son competidores directos para la conquista de un bien escaso como es ahora el trabajo. Es dif¨ªcil en estas circunstancias que se reconozca que los inmigrantes han sido los primeros en pagar injustamente con el paro los pecados de los que provocaron la crisis. Y que precisamente porque han sido ellos los primeros, la conflictividad hasta ahora ha sido muy escasa. Y de poco sirve tambi¨¦n recordar que muchos de estos inmigrantes recogieron trabajos que los aut¨®ctonos no quer¨ªan y que, sin embargo, eran imprescindibles para que la rueda siguiera girando. En este momento, la realidad y la amenaza del paro dejan poco margen para los argumentos serenos. Y a menudo es m¨¢s f¨¢cil convertir al paria en objeto de nuestras frustraciones que plantar cara a los poderosos. Pronunciando la exclusi¨®n de los otros, tenemos la sensaci¨®n de ser alguien. Es el camelo nacionalista. La especie humana es especialista en enga?arse a s¨ª misma para sobrevivir.
Es m¨¢s f¨¢cil convertir al paria en objeto de nuestras frustraciones que plantar cara a los poderosos
Se puede comprender la desaz¨®n con que viven algunos espa?oles -sin trabajo y con la vivienda cercada por la hipoteca- una crisis que, como todas, es tremendamente injusta en el reparto de sus crueles consecuencias. Pero lo que es inaceptable es que los dirigentes pol¨ªticos y sociales -portadores de responsabilidades colectivas- aprovechen este malestar para capitalizarlo pol¨ªticamente dando carta de naturaleza, ahora s¨ª, al racismo y a la xenofobia. Es un error moral, por supuesto. Pero no voy a entretenerme en ello para no dar, al coro de intelectuales conservadores, la f¨¢cil coartada de la cr¨ªtica al buenismo. No deben estar muy seguros moralmente si tienen que legitimarse llamando buenistas a quienes claman contra el racismo. Y no debe ser c¨®modo compartir argumentos con personajes como el ministro del Interior italiano, Maroni: "Con los clandestinos hace falta ser malos, no buenistas".
M¨¢s all¨¢ de las razones morales est¨¢n las pol¨ªticas y econ¨®micas. Y el proteccionismo patriotero ser¨ªa un desastre en ambos campos. La respuesta del neoliberalismo no hay que encontrarla en la reconstrucci¨®n de los bastiones nacionales sino en el cosmopolitismo reformista, que pasa por el refuerzo de las instituciones pol¨ªticas a escala global y por la capacidad de ¨¦stas de controlar y regular al poder econ¨®mico. Mal nos adaptaremos a un cambio de paradigma si regresamos a las tentaciones endog¨¢micas y a las l¨®gicas de exclusi¨®n del pasado. Pero la tentaci¨®n es grande para los pol¨ªticos y lo ser¨¢ m¨¢s cuando se vayan acercando las citas electorales.
Cuando de conquistar el poder se trata, siempre hay gente dispuesta a saltar sin escr¨²pulos sobre las bajas pasiones de la ciudadan¨ªa. Y esto s¨ª que es democr¨¢ticamente inadmisible, porque la primera obligaci¨®n de un l¨ªder dem¨®crata es defender los valores de la democracia. Y el racismo y la xenofobia no figuran entre ellos. En una legislatura tensa como la anterior, figura, sin embargo, en el haber de Rajoy el no haber recurrido apenas al populismo contra la inmigraci¨®n. Lo cual no ven¨ªa garantizado por los antecedentes: Aznar utiliz¨® indecorosamente el conflicto de El Ejido como trampol¨ªn para su mayor¨ªa absoluta. Esperemos que las frustraciones de la actual crisis interna del PP no lleven a Rajoy a cambiar su conducta. Y que ponga en su sitio a los que, en su partido, intenten hacerlo. Por lo que hace al Gobierno, la rid¨ªcula consigna "consuma productos nacionales" no es precisamente un buen augurio. El ruido de la tribu suena para todos. Esperemos que los nacionalistas perif¨¦ricos se dejen llevar tambi¨¦n por esta m¨²sica. En cualquier caso la alternativa al mal llamado neoliberalismo que nos ha llevado a este desastre no puede ser nunca el proteccionismo: ni el econ¨®mico ni el ideol¨®gico o patri¨®tico.
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