Beneficios y efectos secundarios
La preocupaci¨®n suscitada por las reacciones atribuidas a la vacuna contra el virus del papiloma humano que han padecido dos adolescentes valencianas merece algunas consideraciones. En primer lugar, sobre su causa. Aunque la proximidad temporal entre la vacunaci¨®n y la aparici¨®n de convulsiones sugiere una relaci¨®n causal, podr¨ªa deberse a la inyecci¨®n en lugar de a la vacuna. Otra cosa es la persistencia del cuadro, extra?a y dif¨ªcilmente explicable.
Determinar si la causa fue la vacuna o la inyecci¨®n puede ser una tarea ardua, si no imposible; tanto como probar que la vacunaci¨®n no ha sido la causa. Parece m¨¢s razonable pues reconocer que cualquier intervenci¨®n sanitaria puede provocar efectos indeseables.
La posibilidad de efectos adversos no es pues raz¨®n suficiente para proscribir una intervenci¨®n. La cuesti¨®n es que los beneficios esperados valgan la pena frente a los eventuales perjuicios que, en mayor o menor grado, siempre se pueden presentar. Menospreciar la posibilidad de que una intervenci¨®n sanitaria provoque efectos adversos implica trivializar las actividades sanitarias y promover la medicalizaci¨®n y el consumismo.
Unos cuantos salubristas, entre los que me incluyo, solicitamos a las autoridades sanitarias una moratoria para la decisi¨®n de incluir la vacuna en el calendario oficial. Aunque las razones de los que la suscribimos son muy variadas, coincidimos en que dado que los beneficios que, en el mejor de los casos, se producir¨ªan con la vacunaci¨®n no se van a poder disfrutar hasta pasados bastantes a?os, la decisi¨®n no era en modo alguno urgente. Antes de tomarla, por tanto, conven¨ªan otras determinaciones, como por ejemplo valorar el coste / oportunidad de la medida y su papel en un programa general de prevenci¨®n del c¨¢ncer de cuello uterino.
A favor de la prudencia juegan adem¨¢s la relativa baja frecuencia del c¨¢ncer de cuello de ¨²tero -aunque para las personas que lo padecen el que sea poco com¨²n no es ning¨²n consuelo- y la necesidad de mantener la prevenci¨®n secundaria mediante citolog¨ªa (prueba de Papanicolau) y tratamiento precoz llegado el caso. Esta prevenci¨®n secundaria, por cierto, no ha merecido de las autoridades sanitarias todav¨ªa una evaluaci¨®n adecuada y es manifiestamente mejorable.
Finalmente, la experiencia con una intervenci¨®n o un medicamento puede proporcionar una informaci¨®n preciosa en cuanto a su seguridad en la pr¨¢ctica. Por eso acostumbran a ser mucho m¨¢s manejables las intervenciones y los medicamentos que llevan m¨¢s a?os utiliz¨¢ndose que las innovaciones, las cuales requieren siempre una dosis extra de prudencia. Esta prudencia, naturalmente, no es sin¨®nimo de pusilanimidad ni de prohibici¨®n, pero exige unas condiciones de aplicaci¨®n rigurosamente vigiladas que, por lo que se sabe, se han extremado ¨²ltimamente.
Andreu Segura es profesor de Salud P¨²blica de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. andreu.segura@upf.edu
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