La insoportable transgresi¨®n
Entre los directores ancestralmente mimados por Cannes ocupa un lugar intocable el dan¨¦s Lars von Trier. Haga lo que haga el gur¨² del Dogma sabe que el festival le va a recibir con los brazos abiertos, que los selectos miembros de su posmoderna parroquia van a celebrar con alborozo y ¨¦xtasis cualquier ocurrencia o experimento de su siempre revolucionario profeta. La mayor¨ªa de sus pel¨ªculas han dispuesto aqu¨ª de la prestigiosa plataforma de lanzamiento internacional, se han hinchado a ganar premios, forman parte de la historia de Cannes en los ¨²ltimos 25 a?os.
Reconociendo que este director tan ins¨®lito como agresivo est¨¢ en posesi¨®n de un talento especial y de reconocible personalidad, s¨®lo me he sentido impresionado por su cine en dos ocasiones, en las escalofriantes y aut¨¦nticamente perturbadoras Rompiendo las olas y Bailar en la oscuridad. El resto, o no las entiendo, o me ponen de los nervios, o me parecen estupideces convenientemente adornadas, pero admito que su autor siempre se siente en la obligaci¨®n de dar la nota, de empe?arse en ser el m¨¢s transgresor, de que nadie permanezca indiferente ante sus criaturas.
Anticristo comienza con una pareja follando desaforadamente (sin trucos, con sexo expl¨ªcito, con naturalismo que acredite la marca de la casa) mientras que su desatendido hijo gatea hacia una ventana abierta. Y dices, empezamos bien, que se note que Trier es el m¨¢s heavy, que el plano a c¨¢mara lenta de un beb¨¦ estrell¨¢ndose contra el suelo nos prepare para el desmadre emocional que se avecina.
La madre enloquece de dolor y el padre, que es psiquiatra, intenta la terapia de curarla en medio de un bosque presuntamente apacible. Lars von Trier le pide a su director de fotograf¨ªa que se eche la c¨¢mara al hombro permanentemente y se dispone a castigarnos duramente con las alucinaciones y el sadomasoquismo de estos dos n¨¢ufragos mentales en medio de la amenazante naturaleza. Ya est¨¢n permitidas todo tipo de pasadas. Si se limitara a la sucesi¨®n de compulsivos polvos y pajas, a realizar un porno salvaje con pretensiones de originalidad, hasta podr¨ªa ser divertido, pero Lars von Trier y su complejo de artista destroyer, tambi¨¦n necesita disfrazarlo con discursos psicol¨®gicos en medio de la atm¨®sfera de las pesadillas. A la mitad de trama tan tediosa resulta que Satan¨¢s se ha instalado en la deprimida esposa y como el diablo siente tanta afici¨®n a la sanguinolencia, la pose¨ªda e hist¨¦rica dama le destroza los genitales al marido, le atraviesa la pierna con tornillos y para rematar la org¨ªa se corta los labios vaginales con unas tijeras de podar. Porque al autor le sale de los huevos, porque sus desgarradores poemas f¨ªlmicos se sienten en la obligaci¨®n art¨ªstica de hacer vomitar a los espectadores. Y te planteas que esa actitud es tan leg¨ªtima como la decisi¨®n de alguien responsable para internar a este tarado en el frenop¨¢tico durante una temporada. Pero no ocurrir¨¢. Seguro que Anticristo estar¨¢ en la quiniela de los galardones, que se dedicar¨¢n ilustradas y penetrantes tesis a la grandeza de su provocaci¨®n, que descubrir¨¢n en ella el retrato genial del Apocalipsis. La imbecilidad con ¨ªnfulas de transgresi¨®n siempre goza de infinitos adeptos en estos templos de la alta cultura denominados festivales.
Afortunadamente, Ken Loach y su habitual guionista Paul Laverty est¨¢n muy apegados a las cosas terrenales, no tienen tiempo ni ganas para las masturbaciones mentales sobre metaf¨ªsicos anticristos con adicci¨®n al gore. En Looking for Eric se permiten fantas¨ªas, pero son tan generosas como divertidas. Como la de que a un cartero cincuent¨®n que siente que su existencia ha sido un fracaso, con inclinaciones suicidas, soportando a unos hijos que hacen la carrera de delincuentes juveniles, atormentado por haber perdido en la juventud a la que fue la mujer de su vida, pero en posesi¨®n de buenos amigos y de la fervorosa adoraci¨®n por aquel futbolista extraordinario y torrencial ser humano llamado Eric Cantona, se le aparezca el esp¨ªritu de ¨¦ste para aconsejarle sobre los problemas que le amargan. Y es muy hilarante y tierna la relaci¨®n entre el asfixiado proletario y el pelotero filosofal. Loach, cuando habla de lo que conoce y se olvida del panfleto, siempre transmite sensaci¨®n de verdad, sorna, humanidad, un ojo y un o¨ªdo privilegiados para captar la imagen, los sentimientos y los sonidos de la calle. Te r¨ªes muchas veces en esta pel¨ªcula y esa sensaci¨®n tan liberadora en medio del solemne intelectualismo que caracteriza la programaci¨®n de los festivales, alcanza condici¨®n de oasis.El director siempre se siente en la obligaci¨®n de dar la nota
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