Por los caminos de Newman y Blair
Pese a lo que sostienen todav¨ªa los cronistas de la bragueta y buena parte del bando cat¨®lico, el cisma de Enrique VIII no fue una cuesti¨®n de divorcio -para casarse con Ana Bolena-, ni un movimiento popular, como en la Alemania protestante. Excepto en la doctrina, los reyes de Inglaterra eran los jefes efectivos de la Iglesia mucho antes de que se afirmara esa posici¨®n con un estatuto parlamentario. El principio fue definido m¨¢s tarde como cuius regio, eius religio (la religi¨®n de rey es la religi¨®n del reino), no para retornar al tribalismo, sino para poner orden en los desastres de las guerras de religi¨®n.
La definitiva ruptura anglicana se produjo "por un complicado embrollo de disputas y rencores personales, celos, rivalidades de jurisdicci¨®n, pugnas provinciales y simple mala intenci¨®n" (Paul Johnson). Tambi¨¦n contribuyeron los desmanes econ¨®micos de muchos cl¨¦rigos avalados por Roma, que arruinaban a su feligres¨ªa hasta para enterrar a los deudos. La decisi¨®n del Parlamento, en 1534, impulsada por Enrique VIII, acord¨® que el rey (y supeditado a ¨¦l el arzobispo de Canterbury) era sin discusi¨®n la cabeza de la iglesia en Inglaterra, con todo el mando.
Enrique VIII no pretend¨ªa otra cosa que librarse del Papa o doblegarlo, como en aquel momento hac¨ªa el emperador Carlos V de Alemania (y Primero de Espa?a), que ten¨ªa preso al pont¨ªfice. Londres rompi¨® con Roma, pero no con la fe cat¨®lica. Es decir, inaugur¨® un cisma sin querer implantar la herej¨ªa. La Iglesia anglicana no se hizo nunca protestante en su vida o en su constituci¨®n seg¨²n el modelo alem¨¢n.
Pero nada es simple cuando se trata de religiones. Tras los a?os de la sangrienta reacci¨®n cat¨®lica de Mar¨ªa Tudor, que le cost¨® morir en la hoguera al mism¨ªsimo arzobispo Crammer, Isabel I impuls¨® un catolicismo reformado, a medio camino entre los extremos de Roma -terrible Inquisici¨®n mediante- y las exageraciones de Calvino en Ginebra. La suspensi¨®n de celibato clerical obligatorio, del que tanto se ha hablado, no fue entonces sino una atracci¨®n manipulada eficazmente por los reformadores para consumo de muchos sacerdotes (en su mayor¨ªa, los j¨®venes).
?Y ahora? El acercamiento de las dos iglesias (la romana y la anglicana) viene de muy lejos. Pero no es ecumenismo en el sentido conciliar del t¨¦rmino, sino una absorci¨®n en toda regla, una vuelta a la casa del padre por la parte de abajo. Roma no va a ceder nunca la primogenitura del sumo pont¨ªfice, ni la centralidad del Vaticano. Tampoco en su oposici¨®n a la ordenaci¨®n de mujeres (de momento, al menos), o a la entrada de homosexuales al altar sagrado. Eso provoca, en la pr¨¢ctica, la pervivencia ab aeternum de la Iglesia anglicana como tal, con su jefe civil (ahora una reina) y un arzobispo pastore¨¢ndola.
Hace tiempo que la Santa Sede renunci¨® a la reuni¨®n de las iglesias llamadas separadas seg¨²n el pensamiento conciliar de Juan XXIII, en 1962. Ocurri¨® cuando el cardenal Ratzinger, papa ahora como Benedicto XVI, present¨® a la firma de Juan Pablo II la proclamaci¨®n de que no hay m¨¢s doctrina e iglesia verdaderas que las romanas, ni otro camino para la salvaci¨®n de las almas (declaraci¨®n Dominus Iesus, a?o 2000). Se ve ahora con esta pol¨ªtica de asimilaci¨®n, acogiendo a los conversos anglicanos con miramientos y prelaturas, pero humillando a la cabeza.
La sangr¨ªa de fieles del anglicanismo hacia la iglesia romana viene de lejos. Cuando Tony Blair, el ex primer ministro brit¨¢nico, acudi¨® en 2007 a visitar a Benedicto XVI para publicitar su sonada conversi¨®n al catolicismo, el l¨ªder laborista, anglicano de nacimiento, llevaba en su cartera tres retratos del cardenal Newman, el gran converso. Era su regalo a Benedicto XVI porque, como declar¨® Blair, el m¨¢s celebre predicador ingl¨¦s era "pensador preferido" del actual pont¨ªfice.
La conversi¨®n de John Henry Newman (Londres, 1821-Birmingham, 1891), fue un acontecimiento mundial en su tiempo. Sus escritos y sermones como pastor anglicano no anticipaban su paso. Antes hab¨ªa liderado el Movimiento de Oxford, con el empe?o de restituir a la Iglesia anglicana el derecho a considerarse parte de la Iglesia universal, como la cat¨®lica y las ortodoxas, sin "romanizarla", pero remont¨¢ndola a la tradici¨®n de los grandes padres y te¨®logos cristianos. Converso en 1845, el papa Le¨®n XIII lo hizo cardenal en 1879 y Benedicto XVI prepara ya su beatificaci¨®n. Sera el primer santo cat¨®lico en el Reino Unido procedente del anglicanismo. Todo un s¨ªmbolo.
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