100 a?os, 1.316 metros y una leyenda
Fiesta de cumplea?os por todo lo alto para el proyecto urbano que mejor define Madrid. Nos apuntamos a una ruta guiada que lo explica todo
Hay loter¨ªa del Ni?o. ?Todo al 50%! Estoy en paro: una ayuda. Entradas agotadas. Schweppes. Cervezas a un euro. Completo, 20. El zapping de la Gran V¨ªa: 1.316 metros de mensajes y tentaciones.
Hay turistas reci¨¦n llegados haciendo fotos hacia arriba y madrile?os con prisas que s¨®lo miran al suelo. Compradores compulsivos, mendigos aburridos. Se?oras abrigadas, prostitutas pasando fr¨ªo. Parece una canci¨®n de Sabina; cualquiera puede serlo en la Gran V¨ªa.
Este kil¨®metro y pico de pura ciudad lleva 100 a?os cruzando Madrid de Este a Oeste. Los mismos que separan la zarzuela de Chueca -"Do?a Municipalidad va a dar a luz una Gran V¨ªa que de fijo no ha tenido igual"- del estribillo de Antonio Flores -"Oh, oh, Gran V¨ªa, llevas aqu¨ª casi toda la vida, oh, oh, Gran V¨ªa, la gente te quiere... todav¨ªa". Y todo empez¨® con una piqueta de plata.
Una obra de 21 a?os
Ataviada con un altavoz en la cintura, la gu¨ªa golpea suavemente el muro de la iglesia de San Jos¨¦. Emula al rey Alfonso XIII, que el 4 de abril de 1910, a las once de la ma?ana, inaugur¨® la construcci¨®n de la Gran V¨ªa picando sobre la casa del cura. Francisco Serrano Anguita titular¨ªa su cr¨®nica: "El rey hinca el pico", ironizando, en un peri¨®dico republicano, claro, sobre la quim¨¦rica muerte real.
Abierto el desconch¨®n por el monarca, los obreros se pusieron inmediatamente al tajo. Tirar¨ªan 14 calles, 50 manzanas y 331 casas en una obra que iba a durar 21 a?os. El objetivo: comunicar los barrios de Salamanca y Arg¨¹elles, descongestionar Sol y eliminar las callejuelas insalubres del centro. Un lavado de cara que convertir¨ªa la Villa en una ciudad moderna. El sue?o se construy¨® en los tres tramos que recorre la visita guiada Gran V¨ªa, 100 a?os de historia (www.esmadrid.com). El tour forma parte de los fastos organizados por el Ayuntamiento en honor al centenario de la calle.
"En la Gran V¨ªa se construyeron los primeros centros comerciales y concesionarios de coches, se puso el primer aire acondicionado y las primeras escaleras mec¨¢nicas, se colocaron las primeras cabinas telef¨®nicas y se abri¨® el primer McDonald's", dice la gu¨ªa. "Aqu¨ª se puso de moda ir a ver escaparates y tomar el caf¨¦ de pie en la barra". "Se invent¨® Madrid", viene a decir durante la hora y media, levemente cuesta arriba, que dura el paseo. El recorrido -que sale del cruce con Alcal¨¢ y acaba en la Plaza de Espa?a- es cronol¨®gico y la calle ofrece un cat¨¢logo tridimensional de la arquitectura espa?ola del siglo XX. En el primer tramo, de Alcal¨¢ a la Red de San Luis, abundan los edificios historicistas y ecl¨¦cticos (los neo: barrocos, renacentistas, platerescos, cl¨¢sicos...). Fachadas primorosas de principios del siglo con mucho adorno: columnatas, b¨®vedas, esculturas, marquesinas y azulejos. A partir de la Red de San Luis empieza el sue?o americano. La gu¨ªa se detiene en una an¨¦cdota: aqu¨ª estuvo el ascensor del metro (bajo una hermosa marquesina del arquitecto Antonio Palacios) que costaba "una perra chica". Volviendo al sue?o americano... lo encontramos, por ejemplo, en el perfil escalonado del edificio de Telef¨®nica, desde donde transmit¨ªan los corresponsales en la guerra. Tanto lo bombardearon que la calle se rebautiz¨® Avenida de los Obuses o Del Quince y Medio, por el calibre de los petardos.
Ya en Callao, la proa del Capitol rompe con todo lo anterior. El luminoso de Schweppes -que sale en la famosa escena de El d¨ªa de la bestia- cuelga del buque insignia de la vanguardia madrile?a. "Junto al Coliseum, el Capitol introdujo la modernidad en la Gran V¨ªa", dice Ignacio Feduchi, hijo de Luis Mart¨ªnez-Feduchi, uno de los arquitectos. El edificio se inaugur¨® en junio de 1933 con una pel¨ªcula de Maurice Chevalier, y aqu¨ª fue donde actu¨® por primera vez Stravinski en Madrid: "El sonido le pareci¨® perfecto". Tanto en el Capitol como en el Coliseum (por el que luch¨® el Colegio de Arquitectos para que no fuese derribado), las fachadas prescinden de adornos, lo importante es el ritmo, la expresividad de los nuevos materiales, la funci¨®n. El racionalismo. Es ya otra belleza. Lo que pudo ser Madrid si la Guerra Civil y el franquismo no hubieran detenido el tiempo.
Al final, en la plaza de Espa?a, aparecen los rascacielos del desarrollismo de Franco. La espigada Torre de Madrid, de la que se fue echando a los vecinos, pero luego no se volvi¨® a llenar, y el Edificio Espa?a, un mastodonte que permanece desde a?os vac¨ªo y parapetado tras un andamio. Cabrea tanto espacio perdido a la ciudad y tanto espect¨¢culo robado a los viandantes. "No hay derecho", dicen los compa?eros del tour.
Escaparates de vicio
Para ir de compras conviene recorrer la Gran V¨ªa cuesta abajo. As¨ª, las bolsas -qui¨¦n se resiste- pesar¨¢n menos. En realidad hay dos granv¨ªas, la que ve quien contempla los edificios y la que consume quien va de escaparates. Hagan la prueba, miren la calle con un dedo bajo los ojos. Por arriba, todo belleza y eclecticismo; por debajo, el look globalizado... muchos colorines, pero poca chicha. Trampas para turistas abigarradas de souvenirs y oficinas de cambio a comisi¨®n. Y lo peor, las cadenas -de ropa, de maquillaje, de comida r¨¢pida, ?de calcetines!- homogeneiz¨¢ndolo todo. Los mismos neones, el mismo chunda-chunda, las mismas ofertas, la misma tarjeta Visa. Tras las marcas, las ciudades desaparecen, convertidas en centros comerciales id¨¦nticos, pero en distintos lugares del mundo.
La tragedia de la Gran V¨ªa est¨¢ en los bajos. Detr¨¢s de las fachadas protegidas se han devastado sin pudor interiores maravillosos. "Es una l¨¢stima", dice Ignacio Feduchi de la decoraci¨®n que dise?¨® su padre para el Capitol, destruida en sucesivas reformas. "En la ¨²ltima se perdi¨® la oportunidad de reproducir las molduras y la iluminaci¨®n original, optando por una decoraci¨®n estandarizada. Podr¨ªa haber sido un lugar muy especial".
En los bajos de la Gran V¨ªa quedan pocos lugares especiales. Hay muchos fantasmas desaparecidos, el Pasapoga, el caf¨¦ Roma, los almacenes Madrid-Par¨ªs... Merece una visita nost¨¢lgica el H&M que ocupa desde hace unos meses el cine Avenida (Gran V¨ªa, 37), donde al menos han conservado el lobby con su doble escalera de m¨¢rmol. Tambi¨¦n es preciosa la escalera de Loewe (en el 8), donde adem¨¢s tienen un libro plagadito de firmas de la flor y nata.
Para un viaje al pasado, quedan unos pocos nombres. La joyer¨ªa Grassy (Gran V¨ªa, 1; www.grassy.es), que contiene un lujoso museo de relojes; la tienda de regalos Samaral (en el 7), con su hermosa tipograf¨ªa art d¨¦co. Y, sobre todo, el imprescindible Chicote (en el 12; www.museo-chicote.com). Minimalista ejercicio de racionalismo de Guti¨¦rrez Soto lleno de leyendas. Como las borracheras de Ava Gardner y Hemingway, el contrabando de penicilina, la colecci¨®n de 18.000 botellas... Cuentan que Pedro Chicote nunca regalaba una, se la neg¨® incluso a Sof¨ªa Loren, s¨®lo hizo una excepci¨®n con Alexander Fleming.
Nostalgias aparte, la Gran V¨ªa sigue renov¨¢ndose. Entre lo ¨²ltimo en aparecer est¨¢ el restaurante oriental Umami Otro Sabor (Gran V¨ªa, 10; www.umami-otrosabor.com; 915 22 86 46), abierto, entre otros socios, por Emilio Arag¨®n, seg¨²n un proyecto de los arquitectos Gonzalo Pardo, Sandra Escalada e Iban Carpintero. En el edificio de la Gran Pe?a se ha inaugurado hace tres meses el hotel Ada Palace (Gran V¨ªa, 2; www.chh.es/ada/; 917 01 19 19), cuya terraza, justo enfrente de la c¨²pula del Metr¨®polis, abre hasta la madrugada para los apasionados de las vistas y el c¨®ctel. ?stos sabr¨¢n sin duda que los mejores brebajes de Madrid se sirven en la trasera de la Gran V¨ªa, en el m¨ªtico Cock (Reina, 16; www.barcock.com), abierto en 1921, y en el Del Diego (Reina, 12; 915 23 31 06). Ambos est¨¢n conectados al Chicote, el primero por un supuesto pasadizo usado para el trasiego de mercanc¨ªas y se?oritas, y el segundo por su fundador, alumno aventajado de Don Perico.
Rayito y los 'heavies'
Hay tambi¨¦n otra Gran V¨ªa, m¨¢s arrabalera, donde se compra, se vende y se (sobre)vive sin logotipos. Mendigos que piden en la acera y chicas, cada vez m¨¢s guapas y m¨¢s j¨®venes y m¨¢s extranjeras, vendi¨¦ndose en la misma esquina de Montera donde se ejerce el oficio desde el siglo XIX. La calle tambi¨¦n es de los vendedores de cervezas de extraperlo, de los camellos, de Rayito, el payaso esquizofr¨¦nico, y de un par de gemelos heavies que desde hace a?os pasan la tarde frente a lo que era el Madrid Rock. La disquera ya no existe (es una tienda de ropa), pero ellos siguen, contemplando lo m¨¢s parecido que tenemos en Madrid a un paseo mar¨ªtimo.
Cuando Alfonso XIII dio su golpe de piqueta hab¨ªa en Madrid 150 autom¨®viles y 600.000 vecinos. Hoy hay demasiados de ambos. Son espectadores, a pie o sobre ruedas, "del gran escenario madrile?o". El cineasta Rafael Zarza, autor del documental Scenario Gran V¨ªa, se considera "granviario". Defensor a ultranza de esta calle, "que merece ser entendida y respetada" porque "es el ?gora de Roma y la Quinta Avenida de Nueva York", dice, "el espacio donde se representan los poderes".
Su pel¨ªcula narra la historia de la calle con amenos cap¨ªtulos: Madriyork explica el sue?o de los rascacielos; Madrigrado, la urbe roja que bautiz¨® a su calle principal avenida de Rusia o de la CNT, aquella en la que escribieron Dos Passos y Saint ?xupery. Luego llegaron Los Madriles del R¨¦gimen. Franco no se cansaba de usar la entonces llamada avenida de Jos¨¦ Antonio para pasearse arriba y abajo con su guardia mora. En una ocasi¨®n lo hizo con Eisenhower y en la Torre de Madrid iluminaron las ventanas de forma que dibujasen en su honor la palabra IKE.
En Madriwood deslumbraron los grandes cines. Hoy casi no quedan, pero la Gran V¨ªa sigue siendo el sitio para ver famosos sobre la alfombra roja de los estrenos.
En los ochenta lleg¨® Madrivice, la movida, el "Madrid me mata", Versace y Bacon y Malkovich visitando de extranjis los clubes m¨¢s canallas de la Gran V¨ªa.
El documental acaba en 2007. ?Cu¨¢l ser¨ªa la met¨¢fora para la actual Gran V¨ªa que ya cumple un siglo? Zarza no duda: "Madripoly". El coraz¨®n de la ciudad como un tablero de Monopoly, un juego de intercambio de billetes. "La est¨¢n convirtiendo en un shopping, en algo banal", dice. Y sentencia: "M¨¢s respeto y menos vender la moto del centenario".
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