La l¨ªnea divisoria entre tradici¨®n y vanguardia
Denostado en la ¨¦poca de su primer desarrollo, las d¨¦cadas de 1860 y 1870, y luego fren¨¦ticamente adorado por todos los que odian el arte moderno, el impresionismo sigue siendo hoy un misterio, pleno de equ¨ªvocos, quiz¨¢ como todo arte interesante de cualquier ¨¦poca. Por de pronto, es un convoy en el que se cuelan no s¨®lo quienes jam¨¢s fueron impresionistas, sino hasta furibundos antiimpresionistas. Para aclararnos hay que decir que el llamado impresionismo es una pintura de paisaje sobre el motivo cuyo naturalismo lo cifra todo en el registro de los cambios de la luz natural, lo que exige una alquimia del color basada en la combinaci¨®n de los complementarios. En este sentido, los aut¨¦nticos protagonistas del impresionismo fueron s¨®lo tres: Camille Pissarro, Claude Monet y Alfred Sisley. Hubo algunos que estuvieron cerca ocasionalmente, como Bazille y Renoir; otros que lo miraron a condescendiente distancia, como Manet; alguno con decidida hostilidad, como Degas, que aconsejaba a los gendarmes disparar perdigonadas contra los paisajistas al aire libre; y, en fin, hasta alg¨²n devoto coleccionista, como Caillebotte.
Sea como sea, el impresionismo se convirti¨® en el punto de referencia para dividir el arte tradicional y las nuevas vanguardias del siglo XX, actuando como l¨ªnea divisoria. No es posible iniciar ning¨²n relato del arte del siglo XX y de ahora mismo sin partir de su revolucionario cambio de perspectiva. Por todo ello resulta siempre necesario la contemplaci¨®n de los principales artistas de este movimiento e incluso, lo sean o no, de sus adl¨¢teres.
En este sentido, es una fant¨¢stica noticia que se inaugure en Madrid una gran exposici¨®n de pintores impresionistas, sobre todo, teniendo en cuenta, que, salvo la aportaci¨®n significativa que nos proporciona la colecci¨®n del Museo Thyssen-Bornemisza, apenas si tenemos obras representativas de este crucial movimiento en nuestras colecciones p¨²blicas y privadas. Por lo dem¨¢s, fueron los impresionistas y sus compa?eros de viaje quienes m¨¢s hicieron por el reconocimiento de la escuela espa?ola. No hay que olvidar a este respecto la decisiva aportaci¨®n de ?douard Manet, tras su visita al Museo del Prado en 1865, gracias a la cual proporcion¨® las claves de la interpretaci¨®n moderna del arte espa?ol, basada en El Greco, Vel¨¢zquez y Goya. Pero tampoco se pueden olvidar las contribuciones en esta misma direcci¨®n de Degas y Renoir, por s¨®lo citar un par de ejemplos ilustres.
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