La vida extrema
Por la puerta de la se?orial torre modernista de la Literaturhaus en el centro de Berl¨ªn entra una mujer de apariencia fr¨¢gil, envuelta en amplios ropajes negros. Las facciones duras, nobles, sin edad, le confieren una belleza singular, como de condesa transilvana. Su figura menuda y sumamente discreta pasa inadvertida entre la clientela igualmente discreta del caf¨¦; solo alguna ceja se alza en respetuosa se?al de reconocimiento. Herta M¨¹ller (Nitzkydorf, 1953, Rumania, premio Nobel de Literatura 2009) se acerca con el andar de una persona t¨ªmida. Habla con voz baja, si bien firme, y con este ligero acento de los rumanos de habla alemana que conservaron durante siete siglos su idioma y sus costumbres del sur de Alemania en esa Rumania multi¨¦tnica donde convivieron rumanos, h¨²ngaros, jud¨ªos, gitanos y b¨²lgaros. Se confiesa agotada por los compromisos que le acarrea el Nobel, aunque sus ojos claros y vivos, la mirada directa, dan fe de una inusual fuerza vital. Sin esta energ¨ªa tal vez no hubiese logrado abandonar su Rumania natal, todav¨ªa en plena dictadura del conducator Nicolae Ceausescu. No hubiese soportado las represalias por negarse a colaborar con la Seguritate, la vigilancia, los interrogatorios, la censura. Ahora lleva un cuarto de siglo viviendo en Alemania, pa¨ªs donde public¨® en 1984 su primer libro no censurado, En tierras bajas. Ahora publica en Espa?a su ¨²ltima novela, Todo lo que tengo lo llevo conmigo (Siruela).
"Nadie hablaba voluntariamente de aquello. Fue Oskar Pastior el primero en hablarme abiertamente"
"Ver la amplitud, el gran espacio vac¨ªo de la estepa, fue fundamental para imaginarme un escenario"
PREGUNTA. Dos meses antes del fallo del Premio Nobel public¨® usted esta novela sobre la deportaci¨®n de los alemanes de Rumania a campos de trabajo rusos en 1945. ?Por qu¨¦ eligi¨® este tema que ha sido silenciado tanto tiempo en Rumania?
RESPUESTA. El tema me ha rondado por la cabeza durante muchos a?os, pues mi madre fue uno de los deportados, y me he criado con el silencio angustioso en que estaba envuelto, las alusiones veladas, la intuici¨®n del sufrimiento que hab¨ªa detr¨¢s. En Rumania esto era un tema tab¨² -y sigue sin ser investigado a fondo- porque evocaba el recuerdo del pasado fascista. A la gente no le gustaba que le recordasen que el Gobierno de Antonescu fue fiel aliado de Hitler. Solo porque el Ej¨¦rcito ruso invadi¨® el pa¨ªs en agosto de 1944 y lo derroc¨® se produjo en Rumania el s¨²bito cambio de r¨¦gimen. Todos los soldados rumanos hab¨ªan participado en las campa?as hitlerianas de destrucci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, pero, en enero de 1945 -todav¨ªa meses antes de que terminara la guerra-, solo los miembros de la minor¨ªa alemana fueron enviados a Ucrania para trabajos forzados de reconstrucci¨®n. Fueron deportados en nombre de la culpa colectiva, en concepto de trabajos de reparaci¨®n. Cercan de 100.000 rumanos de origen alem¨¢n fueron transportados en vagones de ganado hacia el Este. No sab¨ªan ad¨®nde los llevaban y, una vez all¨ª, ignoraban cu¨¢nto tiempo deb¨ªan permanecer en los campos de trabajo. Al final fueron cinco a?os, que pasaron en condiciones inimaginables. Realizaron trabajos extremadamente duros en minas de carb¨®n, en la construcci¨®n y en los kolj¨®s, las granjas colectivas. No hab¨ªa comida, muchos murieron de hambre. No ten¨ªan con qu¨¦ resistir el fr¨ªo, la gente trabajaba a la intemperie y mor¨ªa congelada. Sufrieron todo tipo de infecciones y enfermedades a causa de las terribles condiciones sanitarias y la mayor¨ªa de los que sobrevivieron volvieron mutilados o con enfermedades cr¨®nicas.
P. ?Su madre habl¨® con usted de su experiencia?
R. Nadie hablaba voluntariamente de aquello. De mi madre o¨ªa desde ni?a frases como: "El viento es m¨¢s fr¨ªo que la nieve", o "una patata caliente es como una cama caliente", o "la sed es peor que el hambre", que met¨ª directamente en la novela. Pero en un momento dado, en el a?o 2001, me di cuenta de que quedaba cada vez menos gente que me pudiera hablar de lo que le pas¨® all¨ª. Que cada vez era m¨¢s dif¨ªcil acceder a testimonios directos, pues mi madre, que hab¨ªa mantenido contacto con algunos de los deportados en nuestro pueblo despu¨¦s de marcharse a Alemania, me informaba sobre la desaparici¨®n de cada vez m¨¢s conocidos y familiares. Yo siempre me hab¨ªa interesado por este tema, he escrito bastante sobre ello, tanto ensayo como ficci¨®n. En todos mis libros anteriores sale, si bien solo de forma secundaria. En Alemania se ha llevado a cabo una larga concienciaci¨®n hist¨®rica, en relaci¨®n con el fascismo y la guerra, pero en los antiguos pa¨ªses del Este, como Rumania, Hungr¨ªa o Bulgaria, queda todav¨ªa mucho por hacer. Por eso empec¨¦ a hacer entrevistas a los supervivientes, viaj¨¦ a Rumania, a mi pueblo, y habl¨¦ con gente que conoc¨ªa. Sin embargo, no saqu¨¦ mucho en limpio. Fue Oskar Pastior, el poeta rumano-alem¨¢n afincado en Alemania, el primero en hablarme abiertamente. Despu¨¦s, mir¨¦ en el cementerio de Timisoara la placa dedicada a la memoria de los muertos en los campos de trabajo, que han colocado finalmente, y me apunt¨¦ nombres que puse a los personajes de la novela, revestidos de las historias que ¨¦l me hab¨ªa contado.
P. ?O sea que Oskar Pastior (1927- 2006), que es el ¨¢lter ego del protagonista, Leo Auberg, no figuraba como punto de partida de su novela?
R. No, hab¨ªa empezado a trabajar en ella antes. Y aunque sab¨ªa que ¨¦l hab¨ªa sido deportado, no me hab¨ªa atrevido a preguntarle. Le ten¨ªa una admiraci¨®n y un respeto enormes, era un gran poeta, un personaje demasiado venerado. No conceb¨ªa que ¨¦l se iba a abrir ante m¨ª. Yo era una amiga, pero de otra generaci¨®n, ?c¨®mo iba a compartir conmigo sus recuerdos dolorosos? Pero lo curioso fue que cuando le expliqu¨¦ mi proyecto le gust¨®. Parec¨ªa que ten¨ªa no solo ganas, sino necesidad de hablar de esta parte de su vida que hab¨ªa silenciado tantos a?os. Y as¨ª empez¨® a contarme cosas que yo apuntaba en cuadernos. Llegu¨¦ a llenar cuatro cuadernos hasta su muerte repentina. Fue algo completamente inesperado. Era mayor, ten¨ªa 78 a?os, pero estaba bien. Y muy ilusionado con el libro porque hab¨ªamos acordado escribir la novela a cuatro manos. Exist¨ªan ya unas treinta p¨¢ginas.
P. ?Y qu¨¦ hizo usted entonces?
R. Primero no hice nada. Estaba paralizada por el dolor de la p¨¦rdida, no pod¨ªa escribir. Hab¨ªa sido un gran amigo, una persona extraordinaria, y durante casi un a?o estuve de duelo. Despu¨¦s retom¨¦ los cuadernos y decid¨ª seguir adelante con la novela por mi cuenta, tambi¨¦n en homenaje al amigo.
P. Llama la atenci¨®n el conocimiento de los lugares y la recreaci¨®n de las sensaciones f¨ªsicas: sobre todo, el hambre, pero tambi¨¦n el calor, el fr¨ªo, el agotamiento... La ambientaci¨®n de la mina, del campo de trabajo, el paisaje y las condiciones clim¨¢ticas poseen un verismo incre¨ªble. ?C¨®mo se hizo con esa informaci¨®n?
R. Para empezar, le¨ª much¨ªsima documentaci¨®n hist¨®rica. Existe toda una literatura sobre los distintos tipos de campos de internamiento rusos, sobre los gulags, los campos de trabajo, etc¨¦tera, aparte de los cl¨¢sicos de Solzhenitsin o Shal¨¢mov. De gran ayuda fue tambi¨¦n un viaje que hice con Pastior a Ucrania, a la cuenca del Don¨¦ts, para visitar los sitios de su cautiverio. No quedaba nada de los barracones del campo, pero s¨ª estaban las minas. Y, sobre todo, ver la amplitud del horizonte, el gran espacio vac¨ªo de la estepa, fue fundamental para imaginarme un escenario. Adem¨¢s, dispon¨ªa, naturalmente, de los apuntes de las largas conversaciones con Pastior, que era de un detallismo tremendo. Se acordaba de todo, y, por cierto, dispon¨ªa de una mente y de un lenguaje para transmitirlo. Solo un intelectual es capaz de analizar y poner en palabras vivencias tan extremas. A otra persona, que no dispone del instrumento mental y verbal adecuado, simplemente le supera. Oskar Pastior era poeta y hab¨ªa creado un lenguaje para su experiencia. El "¨¢ngel del hambre", esa especie de monstruo de la inanici¨®n que en la novela acompa?a a los deportados a todas partes, es de ¨¦l. Tambi¨¦n la "pala del coraz¨®n", que directamente es una pala con una hoja en forma de coraz¨®n. Me dio tantas met¨¢foras que, sin embargo, corresponden a realidades que derivan exactamente de lo vivido. Hay que a?adir que Oskar Pastior manten¨ªa una relaci¨®n de amor-odio con sus recuerdos. Le persegu¨ªan d¨ªa y noche. ?l dec¨ªa que preferir¨ªa no tener que acordarse. De ah¨ª que era capaz de describir meticulosamente los objetos, la gente, los distintos trabajos. En el campo, para sobrevivir mentalmente, hab¨ªa llegado a identificarse con los trabajos que le tocaban, y lo mismo con los materiales. Te hablaba de los distintos tipos de carb¨®n, de arena o de cemento como de un amante. La frase sarc¨¢stica del protagonista sobre su jornada en la mina, "Cada turno una obra de arte", es literalmente de ¨¦l.
P. Entiendo. Como forma de salir de la pasividad del sufrimiento se apropi¨® de esta realidad insoportable. Leo Auberg, en la novela, lo consigue con su imaginaci¨®n y su lenguaje dada¨ªsta. En su ensayo
De c¨®mo se inventa la percepci¨®n, habla usted, ya en 1991, de este fen¨®meno: el ser humano inventa una percepci¨®n propia porque "lo que vemos sobrepasa nuestros limites".
R. S¨ª, creo que la literatura hace esto, acoge ese tipo de invenciones.
P. ?De qu¨¦ manera influye su experiencia personal del totalitarismo en su invenci¨®n de la percepci¨®n? ?Agudiz¨® su mirada?
R. Yo creo que aqu¨ª hay dos temas: por un lado, los factores que llevan a una a la escritura y, por otro, lo que ser¨ªa una conciencia pol¨ªtica. Yo habr¨ªa desarrollado una conciencia pol¨ªtica cr¨ªtica y resistente de todos modos en Rumania. Ya la ten¨ªa antes de empezar a escribir, a los 14 a?os.
P. En su primer libro,
En tierras bajas, nace la "rana alemana", que representa para la ni?a narradora el esp¨ªritu de control y denuncia dentro de la minor¨ªa alemana.
R. S¨ª, la rana alemana fue el primer dictador que conoc¨ª. Ya asomaba en la guarder¨ªa y el colegio. Lo observaba todo ya en mi infancia, de un modo que entonces todav¨ªa permanec¨ªa abstracto, pero que luego se iba a concretar: el Estado totalitario, la omnipresencia del servicio secreto. Te ense?aba a inventarte no solo una percepci¨®n sino una apariencia con la que los pod¨ªas enga?ar.
P. En otro ensayo dice que probablemente cada autor tenga solo una ¨²nica frase propia. ?Cu¨¢l ser¨ªa la suya?
R. Esta frase, naturalmente, no existe, no puede existir en la pr¨¢ctica. Pero es una frase que una est¨¢ escribiendo sin cesar, que hace que sigas escribiendo. Es una frase veraz. Una frase que demuestra su verdad por s¨ª misma. Es este tipo de frases que una quiere escribir y que tambi¨¦n busco como lectora. En ellas sucede algo contigo. Si despu¨¦s de 30 p¨¢ginas en un libro no he encontrado una frase as¨ª, dejo de leerlo. A mi modo de ver, las frases verdaderas est¨¢n siempre relacionadas con la experiencia de una perturbaci¨®n, con una ofensa de la persona, con una herida profunda. Muchas veces estas ofensas tienen que ver con la guerra, con los lager, con los reg¨ªmenes totalitarios. Piense en la literatura de Imre Kert¨¦sz, en la de Jorge Sempr¨²n -siempre escribe ¨²nicamente sobre su experiencia en el campo de Buchenwald-; piense en Lobo Antunes, en Thomas Bernhard o en Aleksandar Tisma, el novelista serbio. Tisma dej¨® una obra tan fundamental para entender los totalitarismos y no recibi¨® ning¨²n Premio Nobel. Duele de verdad que un autor como Tisma se haya descubierto y galardonado tan tarde, solo por vivir en un pa¨ªs que le enga?¨® por el reconocimiento merecido. De todos modos, escribir no es algo que se hace por diversi¨®n. Es m¨¢s bien lo contrario y, sin embargo, la escritura no te suelta. Cuando finalmente llego a empezar a escribir, me dedico a ello tan obsesivamente que no consigo pensar en otra cosa, d¨ªa y noche. Me absorbe todas mis fuerzas y cuando termino dejo de escribir por largo tiempo. Yo no soy capaz de escribir siempre.
P. ?Es entonces, en estas pausas entre libro y libro, cuando trabaja en sus
poemas-collage?
R. S¨ª, representan una especie de pasatiempo relajante.
P. ?Cree que el Nobel beneficia a su obra, al darle una difusi¨®n nueva o le perjudica, al reducir la maquinaria medi¨¢tica sus contenidos complejos a t¨®picos simplificados y planos?
R. No, mire, yo puedo abstraerme por completo del Premio Nobel. No me siento con ¨¦l a esta mesa. Naturalmente, significa un bonito reconocimiento, como los otros premios que he recibido. Y, por supuesto, estoy muy agradecida, puesto que para el resto de mi vida ya no necesito preocuparme de c¨®mo llegar a final del mes. Porque esto en mi vida ha sido as¨ª a menudo. El premio ni es malo ni es bueno. Y yo, de hecho, gustosamente me olvidar¨ªa de ¨¦l (risa burlona) si la gente no se empe?ara en record¨¢rmelo constantemente.
El hombre es un gran fais¨¢n en el mundo / En Tierras bajas. Traducci¨®n de Juan Jos¨¦ Solar. Siruela y Punto de Lectura. 140 y 191 p¨¢ginas. Los p¨¢lidos se?ores con las tazas de moca. Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis Reina. Madrid, 2010. E.D.A. Libros. Benalm¨¢dena, 2010. 19,20 euros. 232 p¨¢ginas.
![<b>"Nadie hablaba voluntariamente de aquello, me cri¨¦ con el silencio angustioso en que estaba envuelto", se?ala Herta M¨¹ller sobre la deportaci¨®n a los campos de trabajo sovi¨¦ticos, tema de su nueva novela.</b>](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/Q5ADZYATNHFP7KNS226BXD74ZA.jpg?auth=080e2f3d48968490c397f7f75fb00f9af79dbda019752652f47fd5c0fa63b851&width=414)
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